El intestino es considerado nuestro “segundo cerebro” porque tiene la capacidad de funcionar de manera independiente y, a su vez, en conexión directa con dicho órgano: el intestino es su principal fuente siendo que es la fuente sensorial más grande porque recoge información sobre la calidad de los nutrientes, cómo están las células inmunes o las hormonas de la sangre y le envía toda esa información para que la vincule con nuestras emociones y pensamientos.

Muchas veces escuchamos la frase “somos lo que comemos”, o se nos insiste acerca de la importancia de llevar una alimentación sana y balanceada, de sumar más verduras, frutas, yogur con probióticos, semillas, etc.; pero poco sabemos acerca de las razones que subyacen en la recomendación de consumir estos alimentos, de qué manera conviene incorporarlos en función de las particularidades de cada organismo, y qué rol cumple cada uno en el buen funcionamiento de nuestro sistema digestivo, y cómo inciden en nuestro estado de ánimo.

En ocasiones nos preguntamos por qué cuando ingerimos determinados alimentos algunos los toleramos, otros no y sentimos malestar; o por qué cuando dejamos de comer harinas nos cambia el humor; o por qué el estrés baja las defensas. Y acá aparece la gran caja negra que tiene la respuesta a todos estos interrogantes y es, nada más ni nada menos, que el intestino. Si bien solemos asociar a este órgano con un rol poco glamoroso, y cuando nos referimos a él tendemos a relacionarlo con disfunciones y/o malestares físicos, en realidad desempeña funciones que son de vital importancia para nuestra salud, y vamos a ver por qué.

“El intestino es un órgano clave porque es una de las vías más importantes de comunicación entre el mundo exterior y nosotros”, afirma el biólogo e investigador del Conicet Gabriel Vinderola.

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