Por segundo año consecutivo la final de la Copa Libertadores cambia de sede. Tras varias horas de reunión, así lo decidió la Conmebol en una nueva definición que generó polémica. Alejandro Domínguez, presidente de la entidad, terminó definiendo el lugar y claramente no fue elegido al azar.

El estadio elegido es el más grande de Sudamérica, tiene una capacidad de 80 mil personas y el negocio parece una vez más, prevalecer por sobre los hinchas.

La desorganización y desprolijidad de la Conmebol generó indignación entre los hinchas de los equipos finalistas, ya que como no podía ser de otra manera, nadie piensa en ellos sino en el negocio que significa una final de estas características.

Ahora, resta definir que pasará con quienes ya tenían sus entradas y con aquellos que tenían pensado asistir a la final, pero deben cambiar sus planes ya que ni el presupuesto, ni el tiempo son los mismos.

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