El 17 de mayo, en todo el mundo, se recuerda el Día Mundial de Concientización sobre la Neurofibromatosis tipo 1, una patología considerada parte del grupo de «poco frecuentes». Y aunque realmente son enfermedades de baja incidencia en la sociedad, los expertos recuerdan que es una situación de salud que afecta a —aproximadamente— uno de cada 3000 recién nacidos.

El diagnóstico temprano y los controles periódicos indicados por los médicos permite a quienes la sufren disfrutar de una buena expectativa y calidad de vida, similar a la de las personas sin esta patología. Pero para eso es necesario un diagnóstico precoz, a través de diversas consultas y estudios clínicos; y, a lo largo del tiempo, realizarse los controles periódicos indicados en cada etapa vital. Estos controles incluyen desde pediatras, clínicos, oncólogos, dermatólogos y genetistas, entre otros.

Ante la presencia de estas patologías genéticas, el mejor pronóstico se logra cuando la misma es atendida por un equipo interdisciplinario con experiencia y que tiene acceso a los datos y tratamientos más recientes. A los adultos con esta patología también se les recomienda realizarse ciertos controles específicos, como controles oncológicos, cardiológicos y ginecológicos específicos.

El gen NF1 se encuentra ubicado en el cromosoma 17, razón por la cual se ha elegido el día 17 como día de su concientización. Se trata de un gen que contiene las instrucciones moleculares necesarias para que las células del cuerpo fabriquen una proteína llamada «neurofibromina». Esta proteína desempeña un papel fundamental en la regulación del crecimiento y desarrollo de las células nerviosas. Precisamente, las personas con NF1 presentan una producción deficiente de esta molécula o una función anormal de la neurofibromina.

Dentro del término general «neurofobromatosis», se engloban otras dos enfermedades que son completamente diferentes a la NF1: la NF2, actualmente denominada schwannomatosis relacionada con NF2, y la schwannomatosis relacionada con SMARCB1 o LZTR1. Todos estos genes se encuentran en el cromosoma 22. En cuanto a la frecuencia en la población, la NF1 es la más común de encontrar y diagnosticar.

Un tema epidemiológico llamativo es que la NF1 se ubica entre las patologías clasificadas como «poco frecuentes». Pero, para la doctora Blanca Diez, especialista en neuro-oncología y una de las profesionales con mayor experiencia en esta temática en Argentina, «sólo considerando éste grupo de enfermedades, irónicamente se convierte en una de las más frecuentes».

La Dra. Diez, que actualmente integra el staff de FLENI, explicó que —en general— «el diagnóstico de la NF1 se hace en pacientes pediátricos, o sea durante los primeros años de vida de una persona». Y detalló que, por su propia naturaleza «poco frecuente», la NF1 no es fácil de identificar ya que un pediatra generalista tiene escasas chances de toparse con varios de estos casos durante su vida profesional.

Si nace un bebé con esta condición y la patología ya generó uno de sus síntomas clásicos —las llamadas «manchas» o «máculas cafés con leche» (por su color)— el pediatra con ojo avezado y cierta experiencia puede tener una pista importante para iniciar el proceso de diagnóstico. «Recordemos que la presencia de este tipo de manchas pueden ser un indicio significativo, pero eso no implica que cualquier mácula indique siempre la presencia de patologías genéticas. Estas deben ser confirmadas con otros síntomas o estudios específicos», dijo la doctora Diez.

Dichas manchas pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo del bebé. Por otra parte, pueden nacer con ellas o las mismas pueden aparecer en el transcurso de los primeros meses. Por eso los expertos sugieren que, si los padres descubren este tipo de máculas, realicen una consulta con el pediatra.

La literatura médica indica que el 50% de estos pacientes posee algún antecedente familiar similar ya que, como se dijo, se trata de una enfermedad genética que se hereda de manera autosómica dominante. Esto significa que un niño puede desarrollar la NF1 si hereda una copia alterada de este gen en particular, a partir de uno de sus padres que es portador de esa dicha mutación en su ADN. El otro 50% de los casos ocurre tras una mutación genética espontánea y, por lo tanto, no es posible rastrear antecedentes familiares, simplemente porque no existen.

Si hay antecedentes y el pediatra lo sabe, o si identifica la presencia de manchas asociadas a esta patología, los expertos sugieren un seguimiento exhaustivo del bebé, realizando eventuales controles dermatológicos, neurológicos, traumatológicos y oftalmológicos. Se busca también que no haya neurofibromas llamados plexiformes que —si son superficiales— el experto puede detectarlos al tacto y que ayudan a precisar el diagnóstico. De existir neurofibromas plexiformes, estos pueden localizarse en los brazos o en la cara y también en las piernas. Pero, en ocasiones, estos crecimientos tumorales pueden ser internos, lo que dificulta su hallazgo y pueden implicar la realización de estudios específicos.

Si bien en general estos neurofibromas plexiformes son tumores benignos, su crecimiento puede causar sintomatologías particulares o complicaciones severas. En un bajo porcentaje de casos (alrededor del 15%) pueden malignizarse, en general en la adolescencia o la vida adulta. Por eso los pacientes con NF y neurofobromas plexiformes necesitan controles periódicos.

La médica detalla que lo mejor es que estos chicos sean seguidos por pediatras experimentados en estas patologías; la situación que promete las mejores perspectiva es que el seguimiento sea realizado por un equipo médico interdisciplinario especializado en estas patologías genéticas.

Seguimiento
Tras confirmar el diagnóstico, siguiendo los criterios clínicos y — eventualmente— tras un estudio genético, inicia la etapa de seguimientos. Esto implica controles específicos y periódicos que lleva a cabo el pediatra «alertado», en eventual interconsulta con otras especialidades (neurólogos, dermató logos, oftalmólogos, etc). Entre todos pueden adelantarse en la prevención y control de otras sintomatologías asociadas que pueden mejorarse con tratamiento específicos. Es necesario recordar que, aunque hay numerosos estudios en marcha, no hay, hasta ahora, una cura definitiva para esta patología. Sin embargo, existen opciones terapéuticas y medicaciones útiles para controlar síntomas y expresiones de la enfermedad.

En casos donde aparecen ciertas complicaciones, la situación ideal es que el control lo realice un equipo interdisciplinario, algo que suele encontrarse en las instituciones médicas de cierta complejidad. También es posible buscar consejos y lugares de tratamiento especializados a través de las asociaciones específicas de pacientes y familiares con estas patologías.

En ocasiones, algunas de estas enfermedades «poco frecuentes» pueden afectar la vida de las personas que las padecen y de sus familias. Por eso es clave recordar que es posible superar estas situaciones con la prevención, los controles y, sobre todo, con el apoyo del grupo familiar. Estos son los elementos fundamentales para disfrutar de la mejor calidad y expectativa de vida mientras nuevas investigaciones buscan poner a punto tratamientos más efectivos./FiloNews

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