Si pensamos en la infancia, el período previo a la Navidad era, para la gran mayoría, una eternidad. La expectativa de un acontecimiento mágico, la lista de deseos, las luces del arbolito, la espera de regalos y la visita de Papa Noel hacían de diciembre el más largo de los meses.

Pero en la adultez la experiencia es diferente, diciembre se convierte más bien en una lista de compromisos: si vas a ir a la despedida de fin de año del grupo con el que entrenás todos los viernes o con tus compañeros de trabajo, qué regalos comprar (y donde los vas a conseguir), si vas pasar las fiestas en lo de tu yerno o en lo de tu tía abuela y si vas a hacer un asado para quince personas o arreglar para que cada uno traiga algo. 

Y si sos de los que no pueden creer que la temporada festiva ya esté sobre nosotros, no estás solo. Un equipo de psicólogos de la Universidad John Moores de Liverpool realizó una encuesta a cientos de adultos en el Reino Unido (los resultados completos aún no se han publicado) y encontró que el 77 % de ellos estuvo de acuerdo en que la Navidad parece llegar más rápido cada año.

La Dra. Ruth Ogdeninvestigadora reconocida internacionalmente, cree que una razón puede ser que la forma en que experimentamos el paso del tiempo cambia a medida que envejecemos, dando como resultado la sensación de que el tiempo se acelera cuando nos vamos volviendo más grandes

«Para un niño de siete años, los 12 meses entre una Navidad y otra son una gran parte de su vida. Para una persona de 45 años, esos mismos 12 meses son una pequeña parte de su experiencia. Esta diferencia de proporción comprime el tiempo relativo entre Navidades cada año«, explica Ogden.

Por otro lado, nuestra experiencia del tiempo también cambia porque dependemos de la memoria para hacer nuestras estimaciones; cuántos recuerdos hicimos durante un período —ya sea que tratemos de recordar la duración de una película, un viaje en auto o una relación— servirá como indicador de su longitud.

En esta línea, la memoria se vuelve más falible y recordamos menos de nuestra vida cotidiana a medida que envejecemos. También es menos probable que intentemos cosas nuevas que cuando éramos más jóvenes. Juntos, estos factores pueden contribuir a la sensación de que pasó menos tiempo desde la Navidad pasada de lo que esperábamos.

Finalmente, otro factor que puede hacernos sentir que la Navidad llegó demasiado rápido es la cantidad de energía que ponemos para anticiparla. Para muchos niños, la Navidad es posiblemente el evento más esperado del año; para ellos, la Navidad sucede por arte de magia. 

Para la mayoría de los adultos, en cambio, la Navidad no solo es menos emocionante sino que la mística festiva es reemplazada por tener que planificar, comprar, envolver regalos y cocinar; pensamos menos en la cuenta regresiva y prestar menos atención al tiempo —además de la presión de llegar con todo— hace que pase más rápido./FiloNews

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