El llamado a “tregua nacional” hecho el martes por la presidenta del Perú, Dina Boluarte, no tuvo efectos y, por el contrario, antecedió a nuevos choques, a más militarización y a la salida de otra ministra, Sandra Belaunde, quien hoy renunció a Producción.

“La exigencia de los dirigentes es que la presidenta renuncie y la presidenta no quiere renunciar”, dijo el politólogo Roger Santa Cruz, en referencia a por qué no se le ve futuro a la “tregua” que, sin especificaciones, planteó la mandataria en conferencia de prensa.

Santa Cruz destacó en diálogo con la agencia Télam que Boluarte no intentó ningún mea culpa. Al contrario, insistió en que las protestas son financiadas por la minería ilegal y el narcotráfico y que algunos muertos han sido asesinados con armas bolivianas, versión sobre lo que hasta ahora no se dado ninguna prueba.

Apenas terminó la presidenta su planteamiento, en varias ciudades se reactivaban las movilizaciones que empezaron el 7 de diciembre y que, en el caso de Lima, la ciudad más reticente a sumarse, completan ya una semana sin descanso.

El inicio del conflicto
Todo empezó con la destitución por el Congreso del presidente Pedro Castillo, quien previamente intentó disolver el Parlamento y decretar un Estado de excepción sin apoyo popular ni militar, que abortó con una reacción que puso al frente a la vicepresidenta Boluarte, proveniente de la izquierda como su antecesor.

Boluarte anunció que pretendía quedarse hasta 2026, desoyendo el clamor de elecciones generales inmediatas para Ejecutivo y Legislativo, y se alineó con la derecha. Lo que le generó un rápido distanciamiento con sus bases.

Cuando corrigió y habló de elecciones anticipadas, ya había muertos y el divorcio se tornó prácticamente irreversible.

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