Un cigarro grueso entre los dedos, un ramo de rosas, un bigote prolijo en composé con un sombrero oscuro. Y toda su prestancia de “último romántico”, coronada por casi dos metros de altura, para conquistar a la dueña de su corazón y de las tacitas de café más famosas de la vecindad de El Chavo. Así se lo veía al Profesor Jirafales, el personaje más célebre que interpretó el actor mexicano Rubén Aguirre. Aquel que patentó muletillas como “ta, ta, ta… ¡ta!” -una especie de cuenta hasta 10 antes de explotar de indignación- o el “después de usted” que funcionaba como contraseña para que Doña Florinda cerrara la puerta de su casa y se iniciara el romance entre ambos.

Aguirre nació el 15 de junio de 1934 en Saltillo, la población más grande del estado mexicano de Coahuila. Y murió en Puerto Vallarta un 17 de junio de 2016, exactamente dos días después de haber cumplido 82 años.

Se recibió de ingeniero agrónomo y llegó a dedicarse de eso. Pero su amor por los medios de comunicación y la actuación fueron más fuertes. “Trabajé en una propiedad agrícola, donde sembrábamos algodón, pero no me gustó mucho. Lo mío era la actuación. Siempre, desde muy chico me gustaba la actuación. Era niño cuando me salía a la calle e imitaba a los vendedores ambulantes que pasaban por mi casa”, contó Aguirre en una entrevista.

Tiempo después, Aguirre comenzó a trabajar en Televisa: era un alto ejecutivo de la cadena mexicana y su trabajo consistía en captar nuevos talentos. Ahí fue que conoció a Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, y fue el propio Rubén quien convenció a las autoridades del canal para que le dieran lugar a ese incipiente humorista. Años más tarde y ya cuando los entremeses de Los Supergenios de la Mesa Cuadrada y Chespirotadas eran un éxito, Aguirre le pidió a Chespirito que le devolviera el favor: quería formar parte del staff de comediantes de los programas. Y Gómez Bolaños se lo concedió.

“Empecé los sábados con las Chespirotadas, entonces me llamaron de la dirección general de Televisa y me dijeron: ‘Señor Aguirre, ¿qué está haciendo ahí?’. ‘Pues mi trabajo termina los viernes y esto es los sábados’. ‘No señor, o un lado o en otro, no puede hacer las dos cosas’. ‘Ah, bueno, entonces me voy con Chespirito’”, le contó a Susana Giménez a mediados de los 90, acerca de cómo fue su transición hacia la actuación. “La primera que dejó de hablarme fue mi mujer: ‘Estás loco, con lo que estás ganando… ¿con Chespirito cuánto ganas?’. ‘Todavía nada, pero algún día…’. Estuvo como dos meses sin hablarme”, agregó entre risas.

Dentro del universo Chespirito, Aguirre no solo interpretó al Profesor Jirafales, sino que también encarnó al Rufino Rufián, némesis de El Chapulín Colorado. También le puso cuerpo y alma a Lucas Tañeda, ladero de Chaparrón Bonaparte en Los Chifladitos. Y también fue el Sargento Refugio Pazguato, quien ponía en vereda a El Chompiras.

“Roberto Gómez Bolaños tiene mucho ingenio y él nunca pretendió que su programa fuera para niños. El siempre dijo que el suyo era un programa para todo el mundo. Y prueba de ello es que hay chistes que los niños no los entienden, pero que no les hacen daño. Simplemente son chistes que no están al alcance de su preparación”, definió Aguirre sobre el estilo humorístico de su amigo, que dio la vuelta al mundo.

“El Profesor Jirafales es un personaje al que quiero mucho porque fue el que me internacionalizó. Gracias a Jirafales he visto como me piden autógrafos los chicos de la Quinta Avenida de New York y los de Ushuaia. Eso vale muchísimo para un actor ser reconocido internacionalmente. Y lo mismo pasa en Italia, España, Francia, Marruecos, Norte de Africa, Corea”, dijo en numerosas oportunidades.

En la televisión y el cine su carrera continuó con algunos papeles no tan memorables: seguía atado de manera indivisible al entrañable Profesor Jirafales. Es por eso que decidió dirigir su propio circo, con el que realizó largas giras en distintos países del continente americano. De hecho, era normal verlo actuar por Argentina. “Nuestro circo funciona muy bien. En varias ciudades como Bahía Blanca por ejemplo, que debimos quedarnos más tiempo porque mucha gente quedaba afuera y quería vernos. La verdad es que la respuesta del público ha sido maravillosa para con nosotros”, dijo Aguirre en una entrevista con el diario La Opinión de Pergamino, a propósito de una gira bonaerense realizada en 1995.

Esos recorridos lo mantuvieron con vida y fuego artístico, que de a poco se fue apagando. Tras 46 años de carrera, en 2013 anunció su retiro de los escenarios con el fin de atender a su salud, algo deteriorada. Un año más tarde comenzó a sufrir complicaciones debido a una diabetes. También fue hospitalizado por dolores de columna y cálculos. “De un día a otro se le fueron las fuerzas y ahora está sin moverse, no puede ni darse la vuelta en la cama y habla poco. La diabetes lo tiene así”, declaró su mujer Consuelo de los Reyes por aquellos días.

Mucho antes de llegar a ser una estrella de la televisión latinoamericana, Aguirre se casó en 1959 con Consuelo, con quien tuvo siete hijos -cuatro mujeres y tres hombres-. “Somos una familia mexicana tradicional. Papá y mamá casados durante 57 años, sin divorcios ni nada. Estábamos bien ubicados por fuera de las cámaras y del show. Mi mamá se encargó de nuestra formación y hacernos crecer lo más normal posible”, contó Verónica Aguirre, una de las hijas de la pareja, en una entrevista realizada en junio de 2020 con Radio Suquía.
Y fue la propia Verónica quien desmintió falsas noticias que indicaban que el final de la vida de Rubén había sido en la miseria. “Roberto Gómez Bolaños ayudó mucho a mi papá para gestionar lo que le llaman ‘exclusividad’, que era una mensualidad que le dio Televisa hasta el final, hasta que murió. Tenía lo suficiente para vivir muy bien. Tenía su casa en Puerto Vallarta”, contó en agosto de 2020 al canal mexicano Imagen Televisión.

La estrella de Aguirre se apagó en la madrugada del 17 de junio de 2016. Fue su amigo, el actor Édgar Vivar -más conocido como el Señor Barriga-, quien confirmó la noticia a través de Twitter. “Tenía un cuadro de neumonía, pero no era una cuestión grave. El doctor lo mandó a casa a recuperarse, pero ya estaba muy débil. Fueron muchos años con el problema de la diabetes. El corazón le daba algo de problemita. El vivió mucho y no era el modelo, era el kilometraje: viajó mucho, vivió muy intensamente. Estaba cansado, pero se despidió rodeado de amor, muy tranquilo y sabiendo que dejaba a una familia fuerte y unida”, dijo Verónica en el funeral de su padre.

“Yo pienso igual que Roberto Gómez Bolaños. Él me decía: ‘No me da miedo la muerte, me da miedo estarme muriendo’. Cuando tienes la sonda por acá, la aguja por acá, dolores… a eso sí le tengo miedo. Pero a la muerte, no”, había dicho Rubén Aguirre en una entrevista con la televisión peruana, dos años antes de morir.

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