El presidente estadounidense, Joe Biden, y el primer ministro iraquí, Mustafa al Kazemi, sellaron este lunes un pacto para acabar con la misión de combate de Washington en Irak antes de final de año, aunque permanecerán tropas en el país para asesorar y entrenar al Ejército iraquí.

El impacto del anuncio es limitado, ya que la mayoría de los soldados ya habían asumido el papel de asesoramiento; pero supone una victoria interna para Al Kazemi, que quiere aplacar a las milicias chiíes iraquíes aliadas de Teherán y que llevan años pidiendo la salida de todas las tropas extranjeras.

Biden y Al Kazemi se reunieron en el Despacho Oval de la Casa Blanca como parte del llamado Diálogo Estratégico entre los dos países.

«Nuestro papel en Irak será estar disponible, continuaremos entrenando, asistiendo, ayudando y lidiando con el Estados Islámico (EI), pero no vamos a estar a final de año en una misión de combate (en Irak)», dijo Biden en declaraciones a la prensa.

El gobernante explicó que, en esa «nueva fase» en la relación con Bagdad, Washington mantendrá su cooperación en materia de seguridad y especialmente en la lucha contra el terrorismo. No especificó, sin embargo, el número de efectivos que se quedarán en Irak.

Actualmente, hay 2.500 soldados estadounidenses en Irak, lejos de los 170.000 que había en 2007 después de la invasión y en plena ofensiva contra Al Qaeda. El año pasado, unos 500 efectivos ya salieron del país por orden del entonces presidente Donald Trump (2017-2021).

En cualquier caso, no se espera que haya una reducción significativa de tropas, sino un cambio en la misión: el papel de Washington será solo asesorar, entrenar y dar ayuda logística al Ejército iraquí, por lo que los soldados ya no estarán implicados en operaciones de combate contra el EI, que ha perdido casi todo el territorio que llegó a controlar en 2014.

Desde que disminuyó el poder del grupo terrorista en 2017, Washington ha insistido constantemente en que el papel de las tropas era asesorar al Ejército iraquí; aunque ha admitido que, en ocasiones puntuales, las fuerzas especiales han participado en operaciones de combate contra yihadistas del EI en Irak y en Siria.

Pese al cambio de misión, el objetivo de los efectivos que se queden en el país seguirá siendo ayudar en la lucha contra el EI, así como hacer frente a las «peligrosas amenazas» que suponen las milicias iraquíes chiíes aliadas con Teherán, indicó en una rueda de prensa la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki.

En los últimos meses, esas milicias chiíes han incrementado sus ataques contra tropas y bases de EE.UU., quien el pasado junio respondió con bombardeos contra las posiciones de dos de esos grupos.

A pesar de esos ataques contra Estados Unidos, Irán es el otro gran aliado del Gobierno iraquí y sus simpatizantes chiíes en Irak han estado presionando a Al Kazemi para que consiga la retirada de todas las tropas extranjeras. Al Kazemi, que tiene que hacer equilibrios entre Irán y EE.UU., trasladó este lunes a Biden su agradecimiento por la labor de Washington y dijo que su «nación es ahora más fuerte que nunca». Expresó, además, su deseo de que puedan celebrarse en octubre elecciones para elegir al Parlamento que seleccionará al presidente y al primer ministro.

Para Al Kazemi, el anuncio de hoy supone una victoria de cara a esos comicios porque le permite aplacar a las facciones políticas más antiestadounidenses. El rechazo a la presidencia de Washington en Irak creció después de que Trump ordenara en enero de 2020 el asesinato del poderoso general iraní Qasem Soleimaní en un ataque cerca del aeropuerto de Bagdad, en lo que grupos chiíes iraquíes consideraron una violación de la soberanía de su país.

Después de ese ataque, el Parlamento iraquí aprobó una resolución para exigir al Ejecutivo la salida de todas las tropas extranjeras del país, algo que no tiene poder vinculante pero que sirvió para enviar un fuerte mensaje.

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