Predispuesto a dialogar con su propia historia, a la vez que avalado por un presente prolífico y por una legión de seguidores gozosos de ese aporte a una memoria colectiva, Fito Páez inició este martes en el estadio porteño Movistar Arena la impactante serie de ocho recitales en torno a los 30 años de “El amor después del amor”.

El tour que tendrá carácter planetario puso el foco en el más taquillero álbum de la música argentina haciendo apenas retoques a las versiones originales pero sin develar el juego de un repertorio que grabó de nuevo con otros arreglos e invitados diferentes a los de aquella vez.

Pero ya sea por el peso intacto de canciones que burlaron largamente el paso del tiempo como por el hecho de que Páez nunca dejó de visitarlas ni de aprovechar otras efemérides, la fiesta prometida se cumplió con creces.

«Esto es algo lindo que pasó en nuestras vidas que no queremos olvidar, que nada se le caiga encima y hay que defenderlo con uñas y dientes», bramó a poco más de 20 minutos de iniciado el concierto que se propuso como suerte de aquelarre rockero, de jauja pop.

Casi sin aprovechar el telón/pantalla de fondo –que comenzó siendo de un rojo furioso recortando la silueta en negro de las 10 personas que integran la banda- el artista rosarino mostró su mejor voz y quiso que su música fuera la protagonista desde un tiempo presente.

Tal vez también por ello las dos pantallas laterales tampoco hicieron alarde de una gran apuesta estética sino que regalaron planos cortos, entre íntimos y caseros, del propio anfitrión apenas mechados con otros de sus acompañantes.

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