El ciclo de Gustavo Coleoni se terminó. Ciclo cumplido. En la reunión con el presidente Ing. José Alfano y después del 3-1 de Colón ante Rosario Central, el entrenador dio un paso al costado, y se fue de Central Córdoba, con mucha gloria desparramada, aunque el final, no de la mejor versión.

El personaje “pintoresco” del Sapo Coleoni se comió al propio entrenador. Es que pensaba que el amor era eterno, y de un día para el otro, consumido por la realidad adversa, dejó el Oeste sin hacer ruido.

Gustavo Iván Coleoni, nombre completo del entrenador más grande de la historia de Central Córdoba, porque ganó el Federal A, ascendió al Nacional B, y también llegó a la Superliga, en menos de 430 días, todo un record y casualmente en el Centenario del club. Los motivos de festejos se multiplicaron por 100, en un 2019 inolvidable.

La Superliga lo absorbió a todos por igual. Había que rendir exámenes todos los días, y el personaje se lo comió a Coleoni. Armó un equipo, se fueron otros históricos, donde algunos se enteraron por whatsApp que no seguían en el club, y la inexperiencia de la dirigencia hizo el resto.

Había que armar una cancha, un estadio acorde, un predio para entrenar, seis categorías en inferiores, más la reserva, poner y sacar entrenadores, rearmar un presupuesto con la Superliga y lo más difícil, la elección de los jugadores. Imposible para un mortal común. Coleoni tampoco estaba preparado para la vorágine del escenario de primera división.

Hoy con el diario del lunes es muy fácil criticar. Gustavo Coleoni asumió el compromiso, y se tuvo que bancar muchas cosas, hasta jugadores que no eran de su agrado, y otros, que él los eligió con su representante. Un mamarracho a simple vista, pero que hoy en día le pesaron la factura con su salida obligada por los malos resultados. Hay jugadores que únicamente en Central Córdoba pueden jugar, y al darle la llave del club al DT, seguramente confundió los roles, en tanta confusión, el equipo está en zona del descenso directo, y con un panorama oscuro, como las camisas que el “Sapito” solía lucir al costado del banco.

Central Córdoba es un proyecto. Aprendió a convivir con clubes con historia en primera división. Un ejemplo claro erróneo fue San Martín de Tucumán el año pasado, que llegó a la Superliga, y al no tener una buena base, volvió al Nacional B. No se crece en el fútbol los 365 días al año.

Y después el personaje hizo el resto. El cholulismo enfocó a ese Coleoni en su mejor versión. De estar en Santiago del Estero con los medios, pasó a La Red y al Diario Olé en un segundo, y también a la TV con el mismo consumo porteño, y las luces, y los micrófonos hicieron lo demás. Pasó de saludarlo a Arnaldo Sialle en un clásico con Mitre, a abrazarse con Diego Maradona y Marcelo Gallardo en 10 días, y su entornó nunca le puso un límite, donde saltó esa pequeña línea entre el DT al personaje impuesto por las luces y del escenario, y cuando se bajó el telón, quedó el entrenador común que supo vender un producto al mejor postor.

Con Central ganó todo. Llegó a una final de Copa Argentina, donde el país habló del equipo ferroviario, de sus jugadores y del Gran DT. También tuvo sus grandes méritos.

Competir en la Superliga le consumió su existencia. Él también aprendió como todos a caminar por la cornisa. El mensaje tampoco llegaba al plantel, la química se había terminado hace tiempo, pero él, estaba convencido de que podía cambiar la realidad, pero la historia lo terminó consumiendo a si mismo.

El equipo sacó puntos, y la derrota con Defensa y Justicia y Estudiantes de La Plata de local le marcaron un parámetro. Había que dar de nuevo, y después hizo cosas, que él solamente se permitía. Llegaron refuerzos sin “hambre”, y la estantería se derrumbó. Llegaron los tickets de las facturas, pero nadie le podía decir nada. Últimamente ya discutía con el periodismo, y hasta se molestaba con algún interrogante. Era el personaje que lo había absorbido por completo al entrenador de futbol.

Perdió con Boca, en el partido que lo condenaron a todos por igual, donde los dirigentes cumplieron un rol nefasto, y todavía algunos siguen dando explicaciones. Lo que había consumido se caía a pedazos, ya que las inferiores de AFA fueron un papelón (últimos en todas las categorías), la reserva de 24 clubes terminó en el lugar 20°, y en el numeroso plantel hay jugadores que siguen paseando y conociendo Santiago del Estero con sueldos suculentos. En algunos casos, inexplicables de entender.

Luego empató con Unión, empató con Banfield, y los cachetazos con Independiente y Newell´s Old Boys fueron lapidarios. El equipo volvió a la normalidad de un equipo común, de jugar mal, de no ser ordenado, y sobre, sin actitud.

Pero también en la era Coleoni hay muchos argumentos que valoran su paso por la institución. Los ascensos enamoran al hincha, ellos tienen devoción por el “Sapito”, y hasta planean construir una estatua en su memoria. Ellos se mueren por él. Pero con eso, no alcanza para cumplir las expectativas de primera división, y cuando no salen las cosas, en este bendito país, hasta “Paulino” sabe mucho de fútbol y opina.

Pero el amor se terminó en la noche del lunes 16 de marzo. Coleoni entró a la reunión, intento dar algunas explicaciones, y en común acuerdo se desvinculó del club. Hoy al mediodía firmará la rescisión de su contrato, y hablará con la prensa, en su despedida.

Gustavo Coleoni será el técnico de la historia de Central Córdoba. El personaje creado a su forma, a su manera, fiel a su estilo, que obnubiló al hincha ferroviario. Después de todo, se parece mucho a Homero de los Simpsons, donde en un capítulo de Halloween se comió al mismo personaje, y en medicina se denomina “autofagia” un proceso esencial para la vida cuya investigación ganó el premio Nobel de Medicina en el 2016. El personaje se comió al “Sapo”. No ganará un Nobel, pero 100 capítulos de su autoría podrían encarnar a un técnico cordobés, que supo ilusionar a un pueblo que tocó la gloria jamás imaginada de su historia.

Después es puro cuento.

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