Rosalía Arteaga, candidata a la Secretaría General de la ONU, ha desconcertado al organismo multilateral «más grande, más fantástico del mundo», asegura. La expresidenta de Ecuador (febrero, 1997) evitó el circuito político tradicional, vía gobiernos, para intentar suceder en el cargo a Antonio Guterres, que aspira a la reelección y optó por disputarle el puesto con una candidatura avalada por una organización civil, el movimiento ‘Forward World’. La iniciativa tuvo el respaldo del 98,3 % de personas que votaron por ella, en internet, en 71 países.

La noticia de que, por primera vez, una mujer podía ser la cabeza de la Organización de Naciones Unidas, corrió como la pólvora «en las redes sociales», comenta asombrada. «Se hizo tendencia», añade todavía sorprendida. El por entonces presidente de Ecuador, Lenín Moreno, reaccionó ante el fenómeno y le ofreció «retirar su apoyo, comprometido con anterioridad a Guterres, y presentar mi candidatura». Ella agradeció el gesto pero lo rechazó, explica. También Guillermo Lasso, actual presidente de Ecuador, se ofreció a postularle, según palabras de Arteaga. La negativa la explica porque está convencida de que «estos tiempos son de la sociedad civil y el camino a seguir está reconocido en la normativa de la ONU» aunque se hagan los distraídos y ni siquiera -hasta la fecha- la hayan considerado. Aún así, el efecto dominó internacional, y especialmente entre los jóvenes, a favor de Arteaga se extendió al Congreso, a la Corte Suprema y a instituciones dentro y fuera de las fronteras de Ecuador.

 

Leal a sus principios y a ‘Forward World’, la presidenta Ejecutiva de la Fundación Fidal, entiende que su postura forma parte de un tiempo nuevo del que la ONU no puede ser ajeno. «Hay que abrir un camino de renovación porque estamos en el siglo XXI. Hay que cambiar las cosas, desde dentro y desde fuera de la ONU», observa en la sede de Madrid de la consultora KREAB. Con ese objetivo, con la «sociedad civil» como prioridad, presentará un programa de reformas detallado que incluye propuestas y soluciones para abordar los desafíos actuales. Entre otros: los exiliados por el cambio climático, el control de pandemias, la vacunación universal, la educación en todos los ámbitos, la transición a una economía circular, el desarrollo de energías renovables y «la conectividad para todos», enfatiza

Descentralización es la palabra que más se ajusta a la metodología que defiende. «Las administraciones locales están más cerca de la población y de sus demandas, que varían en función de sus propias características y localizaciones», reflexiona. Este principio es válido para cualquier país, insiste: «Hay que potenciar los gobiernos locales». En este contexto plantea que la ONU debe reformularse. «El origen de su creación fue evitar una tercera guerra mundial. Hoy, la amenaza de las guerras son las pandemias, el escenario es diferente. La ONU debería preguntarse qué es y qué quiere ser», plantea.

La vida de Rosalía Arteaga va ligada a un capítulo oscuro de la historia de Ecuador, cuando fue desplazada de la Presidencia de su país, tras la huida e incapacitación de Abdalá Bucaram, alias «el loco» y la famosa noche de «los tres presidentes». Como vicepresidente, constitucionalmente, le correspondía sucederle en el Palacio de Carondelet, sede del Ejecutivo. Se lo permitieron solo tres días. «Yo soy una víctima de la violencia de género», confiesa para explicar las maniobras que se hicieron desde las Fuerzas Armadas, instituciones y poderes fácticos para que renunciara, -el Congreso nombraría al titular de la Cámara, Fabian Alarcón- y zanjar aquella crisis inédita. Si resistía en la Presidencia estaba convencida de que correría la sangre y de paso Alberto Fujimori, «que ya tenía movilizado al Ejército», aprovecharía para volver a invadir territorio ecuatoriano en el Alto del Cenepa, (cordillera del Cóndor) como hizo en 1995. «Elegí la paz», reconoce, posición adoptada que también explicaría más tarde en el libro ‘La Presidenta, el secuestro de una protesta’.

Escritora, periodista, política, luchadora en defensa de los más desfavorecidos, autora de ‘Jerónimo’ y ‘Jerónimo y los otros Jerónimos’, libros que surgen tras el nacimiento de un hijo con síndrome de down que muere a los 10 meses, Rosalía Artega destaca los valores de ser mujer y el eterno pluriempleo doméstico y profesional, «me recuerdo a mi misma escribiendo en el cuarto de baño a mano», rememora. Feminista sin extremismos, no duda al observar: «las mujeres somos mejores negociadoras que los hombres». Palabra más palabra menos, resume «el diálogo es una herramienta que manejamos con más soltura» y sin corregir una coma, garantiza: «Los acuerdos entre mujeres son más duraderos».

La ONU y el poder de cambio aparecen en todas sus reflexiones. Se identifica con una juventud que tiene vocación de servicio público recuerda con tristeza los actos de vandalismo que arrasaron en 2019: «Quito, las estaciones de metro de Santiago de Chile y lo que sucede ahora en Colombia». Hablamos de «alfabetización digital pero también hay que hablar de la educación ciudadana», añade. «No se puede dar una apropiación de bienes públicos como si no fueran de nadie. Son públicos, son de todos», advierte. Educación es la palabra que sale una y otra vez, «ética laica» la expresión que la identifica y «la corrupción es el peor cáncer de las democracias», la frase que ilustra lo que sucede en buena parte del planeta donde la ONU, debería ofrecer, «más soluciones», asegura./ABC

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