Ayer, a última hora, se confirmó que los países que comandan el FMI comenzaron el proceso final para arribar a la aprobación de la ampliación del capital del organismo que podría concretarse en junio. Significaría unos u$s4.500 millones para Argentina. Así y todo, el panorama no se despeja porque, a pesar del boom de los commodities y la bonanza financiera global, las perspectivas apuntan a que las reservas netas del BCRA no crecerán. A lo sumo, serviría para pagarle al Club de París. Ergo, urge en las conversaciones y posteriores negociaciones, con el Fondo es lograr postergar los vencimientos que restan este año, que suman u$s3.650 millones de capital a lo que se suman cerca de u$s1.000 millones de intereses.

Argentina ostenta la cucarda de ser el principal deudor del FMI, a quien le debe u$s46.000 millones. Para el organismo esto representa casi un tercio de sus acreencias totales. Los 7 mayores deudores del Fondo, excluída Argentina, entre los que se destacan Ecuador y Ucrania, suman una deuda de casi u$s60.000 millones lo que representa para el FMI poco más del 39% de sus acreencias totales. Luego hay un lote de 86 deudores menores que en conjunto le deben al organismo casi lo mismo que Argentina. Por ello no extraña que las amortizaciones de Argentina de este año sean un tercio del total para el Fondo: los vencimientos correspondientes al período febrero-diciembre suman cerca de u$s5.200 millones, lo que representan para el FMI más del 36% del total.

Sin embargo, los pagos de intereses de Argentina, que superan los u$s1.300 millones, son casi la mitad de lo que va a cobrar el FMI a todos los países por ese concepto. De modo que Argentina no solo es “un buen cliente” para el Fondo sino que gravita en el flujo de fondos anual del organismo.

Mientras el mercado cambiario y las reservas del BCRA estén bajo presión es difícil esperar que, este año, el Gobierno rubrique un acuerdo con el FMI que le imponga condiciones de política económica. Cualquier “atajo”, esto es, un mini acuerdo puente muy soft que permita a ambas partes patear la pelota a la tribuna, o sea, con la “connivencia” del Fondo, sería el escenario más plausible para sacarse el tema de encima por un tiempo. Claro que algunos, en el Palacio de Hacienda, especulan con usar los DEG extraordinarios, precisamente, para cancelar la deuda de este año con el Fondo. Lo cual significaría que se honran los compromisos sin tener un acuerdo vigente y sin perder reservas del BCRA.

Este escenario sería la “visa” para sortear el año electoral sacándose de encima al Fondo y postergar todo para el año que viene. Claro que esto también se haría con la “complicidad” del organismo que avalaría. Al fin de cuentas, lo que le importa al Fondo, en este contexto, es no ser tildado de verdugo de Argentina. Aspirar a alcanzar un acuerdo con todas las letras e implicancias no pinta para este año, quizás, para el 2023 con la próxima administración. Escenas cinematográficas conflictivas como se vieron en el 2001 o en el 2018 ya no quieren en Washington que se repitan. Al respecto no hay que soslayar que el número dos del Tesoro de EE.UU., David Lipton, es responsable del acuerdo de 2018 cuando se desempeñaba en el FMI. Veremos ahora cuánto “valen” las amistades académicas a la hora de sentarse a jugar otra mano de “el póker del mentiroso”.

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