Seis de cada diez personas diagnosticadas con linfoma en la Argentina tardaron seis meses en concurrir al médico después del primer síntoma y un porcentaje aún mayor, 75%, desconocía completamente los signos de este cáncer del sistema linfático con un alto porcentaje de curación asociado a la detección precoz, cuyo Día Mundial se conmemora este jueves.

Los datos surgen de la sección argentina de una encuesta global realizada en 2018 por la Coalición Linfoma, que en el país se realizó en alianza con la Asociación Civil Linfomas de Argentina (ACLA).

«A diferencia de otras enfermedades oncológicas, como por ejemplo el cáncer de pulmón que se relaciona al hábito de fumar, en la mayoría de los linfomas no hay un factor desencadenante que uno pueda prevenir», explicó a Télam el jefe del Servicio de Hematología del Hospital Británico y expresidente de la Sociedad Argentina de Hematología (SAH), Germán Stemmelim.

Y por otro lado, «para la inmensa mayoría de los linfomas no hay una carga hereditaria, al punto que no tiene sentido estudiar a los familiares de un paciente para prevenir un linfoma» como sí ocurre con el cáncer de mama o de colon, dos tipos de tumores para los que sí cuentan este tipo de antecedentes.

Por eso, al diagnóstico se llega fundamentalmente prestando atención a los síntomas que no son exclusivos de esta enfermedad con 84 subtipos de linfomas que se pueden subdividir en dos grandes grupos: linfoma Hodgkin y linfoma no Hodgkin.

Y la detección precoz es fundamental porque, cuando va de la mano de un tratamiento adecuado, «la curación se alcanza en porcentaje superior al 80%» en el caso del linfoma de Hodgkin, mientras que entre los linfoma no Hodgkin este pronóstico varía con los más de 30 subtipos, pero «las más frecuentes como el linfoma difuso de células grandes B se curan en un porcentaje aproximadamente del 65%», explicó Stemmelim.

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