River Plate mereció largamente la clasificación a la final de la Copa Libertadores ante un muy tibio Palmeiras, al que superó por 2 a 0 luego de caer 3-0 en la ida, pero al que pudo eliminar si el VAR no hubiera intervenido para torcer las decisiones originales del árbitro uruguayo Esteban Ostojich, que había convalidado un gol de Gonzalo Montiel y cobrado un penal a Matías Suárez que lo hubiesen depositado en el Maracaná el 30 de enero.

Los antecedentes del partido se presentaban inmejorables para los brasileños inclusive más allá de los tres goles de ventaja con los que regresaron a su país desde Avellaneda, ya que de los 11 partidos disputados previamente Palmeiras había terminado con el arco invicto en siete de ellos y nunca le habían convertido más de un gol en 90 minutos.

Demás está decir que venían invictos en el certamen; nada que ver con su prestación en el Brasileirao, donde recibieron 25 tantos en 27 presentaciones y acumularon seis derrotas que los ubican en un módico sexto puesto, a nueve unidades del líder, su clásico rival San Pablo.

Y Palmeiras se pareció esta noche mucho más al del campeonato brasileño que al que hasta aquí se había mostrado en la Copa Libertadores.

Claro que River también fue otro, por contrapartida, muy distinto al de la Liga Profesional, donde no pudo acceder a la final de la Fase Campeón tras caer como local en cancha de Banfield ante el hoy en día muy modesto Independiente.

La realidad del partido de ida jugado en cancha de Independiente había sido también muy otra en el juego que en el marcador final, ya que por ejemplo durante aquel primer tiempo y el de este martes no hubo mayores diferencias, salvo por un error puntual de Franco Armani que se transformó en acierto al taparle magníficamente un mano a mano a Rony y, por supuesto, los dos goles de cabeza señalados por un redimido Rojas y Santos Borré.

Claro que los partidos decisivos como estos se suele decir, y es una realidad, que se resuelven por detalles, y que a un equipo que parecía vulnerable defensivamente e ineficaz en ataque se les transformen en aciertos circunstancias puntuales como esas terminan resultando determinantes.

Pero lo de River también tuvo, y eso siempre resultó fundamental en los últimos seis años, el sello de su entrenador, que dio un golpe en la mesa en una conferencia de prensa ofrecida ayer en Buenos Aires que este martes repercutió anímicamente de gran forma en sus dirigidos, cuando la cátedra los daba como condenados a la eliminación.

Por eso el «millonario» salió a «comerse los chicos crudos» desde el primer minuto, acorralando a un rival que se mostró inconsistente, apichonado, apostando al contraataque y la velocidad del mencionado Rony o Gustavo Scarpa.

Toda esa superioridad manifiesta de River con las causas reivindicatorias mencionadas, parecieron enaltecerse ya en el arranque del segundo período, cuando apenas transcurridos seis minutos Gonzalo Montiel marcó el anhelado tercer tanto, pero posteriormente el árbitro uruguayo Esteban Ostojich lo anuló a instancias del VAR.

Y allí empezó «otra noche» para River, porque siguió dominando siempre en la cornisa de convertir el tercer tanto y 20 minutos después de ese gol anulado se volvió a equivocar Rojas como en el partido de ida o ante Boca, pero esta vez cometiendo una infracción que derivó en su segunda tarjeta amarilla y la consecuente expulsión.

La redención por el gol referido y una buena tarea hasta el momento terminó diluyendo lo hecho por el paraguayo, pero River no tuvo mucho tiempo para lamentarse porque a los 30 minutos Matías Suárez cayó en el área brasileña y Ostojich sancionó un penal que iba a rematar Montiel para vengarse del tanto anulado previamente.

Pero el árbitro uruguayo volvió a ser llamado por el VAR y volvió a frustrar al lateral derecho y a todo River, cuando interpretó que no había existido falta sobre el delantero cordobés, otra frustración que hizo estallar de bronca a Gallardo en el banco de suplentes.

Sin embargo con 10 hombres River siguió yendo y dominando a un Palmeiras que en la previa fue respaldado por sus hinchas en las inmediaciones del Allianz Parque y adentro colocó banderas con símbolos que daban cuenta de haber ganado anticipadamente esta edición de la Libertadores.

Un flojo conjunto paulista que si hizo algún mérito ya no para llegar a la final, sino para merecer adjudicarse esta semifinal, fue en la fase de grupos o en las dos series anteriores de octavos y cuartos de final, porque este martes estuvo muy lejos de dar la talla.

Por eso no solamente perdió el invicto, no pudo convertir y le hicieron más de un gol y en su propio estadio.

En cambio River resultó todo lo contrario, porque fue dominador de ida y de vuelta, esta noche durante los 90 minutos y en Avellaneda durante tres cuartas partes del partido hasta que se fue expulsado el colombiano Jorge Carrascal.

Con todos esos argumentos, que la final del 30 de enero en el Maracaná de Río de Janeiro tenga a Palmeiras como uno de los protagonistas de la final es tan inmerecido como que River no lo esté, y si fue un fin de ciclo para el «millonario», lo culminó con el orgullo de un verdadero grande.

Y si mañana Boca se impone muy cerca del escenario de esta noche, en la paulista Vila Belmiro, a Santos, seguramente tendrá en la final de este floja Copa Libertadores a un rival con fragilidades como para aprovechar.

El reconocimiento final del entrenador portugués Abel Ferreira a Gallardo en el final del cotejo fue también una aceptación subliminal de la inferioridad de su equipo.

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