08 de noviembre, 2024
Colaboración

Hubo una creencia popular que nos contaba que en el año 2012 habría un cataclismo y que el mundo desaparecería.
La ya icónica profecía maya que algunos creyeron ver delineadas con pictografías en algunos monumentos de esa etnia originaria, y que solo eran referencias de carácter histórico, religioso o astronómico, no tuvieron ni por asomo ninguna repercusión apocalíptica o catastrófica.
Probablemente, la idea de que los mayas pudieron haber profetizado el fin del mundo en 2012 fue más una influencia de otras culturas, como la occidental en especial de origen cristiano, que han proyectado sus propias expectativas y temores sobre una cultura maya muy alejada de sus conexiones espirituales y terrenales.

Pero si en el 2012 no hubo ningún tsunami, lluvia de meteoritos, terremotos o erupciones volcánicas que provocaran la desaparición de la Tierra nos deberíamos interrogar qué nos depara hacia futuro, a los argentinos, la llegada de un nuevo año: el 2024 es una incógnita inconmensurable, aunque presagiamos que será también un año muy difícil de transitar.

No encontramos registros ni en Nostradamus, ni en nuestro Parravicini, ni tampoco en alguna profecía maya o siquiera en cualquier esotérico pensamiento iluminado en derredor del mundo que haya predecido que colapsaríamos como Nación, perosí estamos seguros que vienen tiempos bastante ajetreados.

Convengamos que el 2024 es un año que se presenta con muchos desafíos, incertidumbres y acechanzas para todos los argentinos, venimos de rachas malas y problemas irresueltos de larga data. Nuestro José Ingenieros ya nos decía que “la vida humana representa, la mayor parte de las veces, una ecuación entre el pasado y el futuro” y este nuevo año conjuga como nunca antes esos dos tiempos y, como jamás se ha visto, todos estamos expectantes de cómo resultará nuestro porvenir.

Según las proyecciones de distintas fuentes confiables, el país podría enfrentar escenarios económicos, políticos y sociales muy diversos, que dependerán en gran medida de las decisiones que se tomen en el presente y por el nuevo presidente, condicionado todo ello por nuestro pasado y que lo que se haga hoy, repercutirá de seguro en un futuro cercano.

Habiendo ya elegido a Javier Milei como presidente, queda por ver cómo el elegido por el pueblo argentino se enfrenta a la titánica tarea de conducir un país al borde del estallido no solo económico sino también social.

De suyo el resultado de las elecciones tiene un impacto directo en el rumbo que está tomando nuestro país sea en materia de políticas públicas, como en decisiones de índole económico, pero también en el derrotero de nuestras relaciones internacionales.

Hoy por hoy, entre todos los problemas que nos acechan, lo que surge de manera ostensible es que pende sobre nuestras cabezas la espada de Damocles de una hiperinflación y la clave de todo está en cómo nosotros enfrentamos con éxito la situación financiera del país, teniendo en cuenta que debemos afrontar importantes vencimientos de deuda externa, tanto con acreedores privados como con organismos multilaterales pero también desarmar la bomba de las leliqs.

Resulta entonces algo esencialmente necesario negociar bien y rediscutir un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), para poder cumplir con nuestros compromisos, por supuesto sin caer en ningún tipo de artilugio económico financiero que concluya con un default
y además cualquier medida o decisión que se adopte debe estar enderezada a acceder a condiciones favorables de refinanciación y despejar las dudas sobre nuestra capacidad de pago.

Como vemos, el 2024 será un año desafiante para la recuperación económica del país. Venimos arrastrando una serie inacabable de inconvenientes, recesión mediante, falta de inversiones, aumento indiscriminado de los índices de pobreza e indigencia, faltante de insumos para la industria ocasionado por la falta de dólares, una sequía impiadosa y, para colmo, todo ello agravado por la pandemia del coronavirus
y ni hablar de un desgobierno o un no gobierno del peor presidente que pudimos tener en cuarenta años de democracia.

Según las estimaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la Argentina sería el único país del G20 donde se avizora una probable contracción del producto bruto interno (PBI) en 2024, de un 1,2%.



Entonces, como camino a seguir para que todo ello no nos siga sumiendo en la desesperanza y podamos revertir esta sufriente tendencia, el cambio disruptivo que nos toca enfrentar parece ser la única solución.

No cabe otra alternativa que la Argentina tome un cambio de rumbo tan drástico como abrupto, implementando una serie de medidas y programas que vayan en dirección de estimular la inversión, el consumo, la producción y el empleo, sin perder de vista otra arista importantísima como es la drástica reducción de la inflación, la baja del déficit fiscal y una reestructuración de la presión tributaria para convertirla en algo que no asfixie a la ciudadanía y sea algo razonable en orden a los servicios que presta el Estado.

Sin embargo, no todas son malas noticias o pálidas, como dicen los adolescentes, también el 2024 será un año de oportunidades para el desarrollo social del país, que deberá hacer frente a los problemas estructurales que afectan a gran parte de la población.

Vaca Muerta, el litio y una mejor cosecha harán posible que mejoremos nuestras arcas, que ingresen dólares tan necesarios para nuestra economía y con ello ir avanzando poco a poco para pagar la deuda, fomentar la industria, al campo y al comercio, invertir en infraestructura básica y proveer a las necesidades de quienes integran los sectores más vulnerables.

Ya hablamos y sabemos de los problemas de pobreza, indigencia, desigualdad, inseguridad y la mala prestación en las áreas de educación y salud, pero aquí el país tiene una posibilidad concreta, aprovechando los recursos naturales y humanos que posee, así como fortalecer las instituciones democráticas y los valores republicanos que sustentan su identidad.

En definitiva, el 2024 será un año decisivo para el destino de los argentinos, que tendrán la posibilidad de elegir entre diferentes opciones y proyectos de país. Será una oportunidad para demostrar nuestra capacidad de superación, nuestra voluntad de cambio y nuestro compromiso
con el bien común.

Y ante ello toman exacta dimensión las palabras del escritor galo Anatole France cuando señalaba que “el futuro está oculto detrás de los hombres que lo hacen”. Y nosotros, todos, no importa dónde estemos y qué hagamos, seremos los responsables y dueños absolutos de nuestro destino.

Julio César Coronel

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