22 de diciembre, 2024
Emprendedor

Luego de años como empleada “workaholic”, Mikaela Garbi decidió emprender por su cuenta. Arrancó con un servicio de viandas y luego se inclinó por vender sándwich en la calle.

A Mikaela Garbi (31) la desborda el entusiasmo al hablar de sus proyectos. Víctima de la ansiedad, dice no estar segura de qué rama de la gastronomía seguir, porque todas le parecen posibles, cuando se hacen con gusto.

Hace unos años decidió poner fin a su etapa de empleada adicta al trabajo y, luego de un periodo de incertidumbre, optó por canalizar sus esfuerzos en un proyecto propio. Como heredó sus padres el talento para la cocina, arrancó con un clásico familiar: las empanadas árabes. Recuerda que las cocinaba en un horno eléctrico con dos hornallas y que, para conseguir clientes iba “puerta a puerta” por los departamentos de sus vecinos. No le fue nada mal. El negocio de empanadas se convirtió en uno de viandas, ante la demanda del público.

No obstante, aunque lograba cumplir con todo, en tiempo y forma, la carga laboral empezó a “pasar factura” y tuvo que frenar. La emprendedora era consciente de que quería seguir en el rubro gastronómico, pero la responsabilidad sobrepasaba a una sola persona. Así que, a barajar y dar de nuevo. Pensó en una alternativa más simple y, a la vez arriesgada: vender sándwich en la calle.

Así nació “Mi-Ka”, un emprendimiento con el que redujo el trabajo en la cocina y amplió el contacto con sus clientes. El stock de la “sanguchería” es variado y hay para todos los gustos. Mikaela quería que su producto sea accesible para quienes trabajan de corrido o no tienen tiempo de almorzar en sus casas o debe permanecer mucho tiempo en la zona del centro de la ciudad.

Cuando notó el potencial que esto tenía, decidió buscar empleados que le ayudaran a cubrir las zonas norte y sur. Además, le dio identidad a la marca y creó un perfil de Instagram para que la contactaran más clientes. 

A futuro, le gustaría abrir un local, aunque aún no define  si será para vender sándwich, pizzas, o comidas calientes. Pues, su mente no para y las ideas son múltiples. Al margen, la joven no tiene miedo de arrancar de cero las veces que sean necesarias. 

En diálogo con La Columna, Mikaela cuenta cómo su alma inquieta la llevó por caminos inesperados, en los cuales aprendió muchas lecciones. Cómo consolidó su nuevo proyecto, qué planea a futuro y cómo se ve en como emprendedora.

-¿Cuándo y cómo empezó este emprendimiento?

-Hace dos años atrás he empezado con esto. Tenía un horno de dos anafes, eléctrico, chiquito en el departamento de mi pareja. Había ido a plantarme ahí a robarle espacio y ha comenzado así... Primero hacía empanadas árabes porque yo me dedicaba a eso. Mi apellido es turco y en mi familia nos encanta la comida árabe. 

He empezado en un departamento mucho más chico, vendiéndole a uno a otro cliente puerta por puerta, ofreciéndole a la mayoría de las personas que vivían ahí que son los inquilinos y que trabajaban todo el día y me pedían viandas. Un día, un médico de ahí  me ha preguntado si le podría cocinar otra cosa aparte de las empanadas. Yo le he dicho que sí y ahí he empezado a hacer milanesas o bife, una ensalada, papas, una tarta y así... 

-¿Ya sabías cocinar? ¿Es algo que te gusta?

-Sí, me encanta cocinar, desde chica que sé.  Toda mi familia se dedica a la gastronomía. Mis tíos, mi papá tiene servicio de catering, mi mamá se dedica a la cocina y le encanta la repostería; mis abuelos también, así que creo que está en la sangre.

-Yo recuerdo que mi papá no dormía y mi mamá era su compañera en todo. Empezaban a la tarde y terminaban al día siguiente. Yo me levantaba para ir al colegio o lo que fuese y ellos seguían trabajando. Después se separaron y ahora tienen cada uno su familia; pero siguen con lo suyo.

-¿Cuándo has pensado que necesitabas una marca?

-Más que nada cuando he empezado a sentir que el camino tenía corazón. No quería trabajar para nadie, porque ya trabajo desde que tengo 16 años en el comercio, y llega un momento en que uno dice: ‘bueno siempre haciendo crecer a otros, esta vez me voy a hacer crecer a mí’.

Así que he arrancado con nada. Aparte de mi hornito eléctrico con dos anafes he empezado con unos papelitos transparentes, las bolsitas que de 20x30 y a ponerles un sticker para hacer una marca registrada para que quede mi nombre más que nada. A mí me gusta que atrae en toda la parte gastronómica. El camino tenía corazón y yo sabía que si le ponía cien iba a ser así.

-¿Cómo fue ese traspaso de vender viandas, en un proyecto ya conformado, a vender en la calle?

-Con el tema de las viandas sabía trabajar bien con los chicos de Gendarmería, los de una librería, la gente de mi edificio y otros clientes que tenía… He trabajado con una farmacia también, donde trabajaba mi pareja. Pero, era sola en la cocina. Paralelamente me ayudaba mi mamá con la producción porque era un poco pesado. Pero, después era sola. 

Entonces, me he empezado a cansar; ha sido un año tremendo porque me traslado con mi pareja y seguía vendiendo, nunca paraba. No hacía de lunes a lunes de lunes a lunes, no había sábado, no había domingo para mí.  Me empezó a estresar y no porque yo quería parar, sino que necesitaba parar mi cuerpo un poco y como no tenía a nadie, he terminado colapsada con un montón de cosas. 

En febrero ha sido el último contrato que he tenido (con los clientes) y he parado dos meses porque estaba muy cansada. En realidad, necesitaba dormir, algo que no me gusta; pero necesitaba más que nada descansar la mente.

He dejado durante marzo y abril y los otros meses los he usado para centrarme digamos en qué es lo que quería hacer. Con el tema de la vianda, era que ellos me buscaban para  contratar un servicio. En cambio, en la venta callejera, yo salgo a buscarlos a ellos. Es distinto, es dinámico, es otra cosa.

He empezado contactarme con gente que se dedica a lo que son los panificados, el fiambre… pero con los panificados quería algo distinto, algo como, por ejemplo, un baguette de masa madre, que no lo hacen muchos aquí. El verdadero baguette, un pan que no sea tan pesado.

-¿Cuál crees que es la clave para tener un emprendimiento?

-Corazón. Si uno tiene el objetivo claro, es eso. Pero, te tienes que dedicar. Yo soy una persona familiera, sociable, me encanta salir; pero tenía que dejar eso más o menos por un tiempo. Yo me dedico hace más de dos años a esto y he tenido que dejar, parar un poco, decir que no a ciertas cosas para poder hacer crecer el proyecto. Necesitas tiempo, fuerzas, estar lúcida, bien de mente, de físico para estar en la cocina, en Santiago donde hace mucho calor. Tienes 50 °C, 60 °C, más un horno. Así que más que nada, creo que es eso: cabeza y corazón.

Me pasa de que hay gente que por ahí te “mata” y te dice: ‘paralelamente te puedes dedicar a otra cosa, o esto o lo otro, pero tienes que tener algo seguro’. Yo no lo he hecho; he tirado todo, he hecho oídos sordos y me he ido por lo mío, no me ha importado absolutamente nada.

 Y esto no es un hobbie, o un deporte en el que sales una hora a correr o  entrenar. Es un trabajo al que tienes que dedicarle mucho tiempo y dedicarte a los clientes para que ellos sepan que esto es algo serio y donde uno está siempre estudiando, aprendiendo cosas nuevas. En la cocina pasa eso, así como en la Medicina, en cualquier carrera. Lo vemos con lo de celiaquía, hay que cuidarse de las harinas, hacer más carbo, más proteínas, ensaladas… eso te lleva mucho tiempo, estudio…

-¿Cómo es tu rutina de trabajo?

-Comienzo a la mañana, tipo 7, armo los sándwich, los embolsamos con su sticker y salimos a vender. Estamos en el centro, un poco al norte y al sur… tratamos de estar en las avenidas, donde hay mucha gente, muchos locales. Hay gente que no nos conoce porque yo vivo en el centro y es donde más estoy, pero no tengo drama en ir a donde sea para poder llegar a los clientes, de manera distinta y personalmente.

También los invitamos a que nos sigan en la página de Instagram que la tengo bien activa, a la de Facebook no tanto. Además, somos sponsors de hockey, el fútbol femenino que es algo que se ha implementado hace muy poquito tiempo; yo amo el fútbol.  

Instagram está bien actualizado, trato de subir los panificados, si hay sándwich distintos; una frase alentadora para todos los que están detrás. Pero la nota también es para mí, porque varias veces he tenido ganas de tirar todo y he dicho: ‘no. Respiro; una lloradita y a seguir”. Y eso es también para las personas que por ahí no se animan; tienen personas que les dicen que no, inseguridad, miedos… 

-¿Cómo te gustaría ver a tu emprendimiento a futuro?

-Estoy finalizando un año bastante pesado para mi, en muchos aspectos de la vida. El tema del emprendimiento ha sido muy de golpe, ha impactado demasiado. Voy a tratar de terminar diciembre de la forma más tranquila. Soy una persona muy activa, muy dinámica, pero no quiero implementar nada nuevo ahora que ya termina el año, pero sí me gustaría capacitarme en otros sentidos.

Al año espero poder incorporar otro tipo, ya sea de viandas o especializarme en lo que es sándwich. Me gustaría más lo que son las comidas frescas, porque vivimos en Santiago del Estero y comernos un guiso, que a mi me encanta, no es tan práctico.

Por ahí no tengo todo tan definido porque soy muy ansiosa y quiero todo junto y quiero llenar al cliente con todo: tener una parte de “sanguchería”, viandas con comidas calientes y pizza al paso que aquí no hay. 

-Esto porque tienes un público definido…

-Exactp. Mi público son las personas que están trabajando tomándose unos mates y me compran un sándwich cuando paso. Capaz que salen de trabajar a la 1 o 2 PM y hasta que llegan a la casa, capaz que ni siquiera comen. Hay gente que pasa directamente a otro laburo. 

El objetivo todavía no está tan claro, sobre a qué me quiero dedicar. A mí, por ejemplo, me encanta la pizza, pero no me gusta consumir tantas harinas, no me gustan las pastas y es lo que más rico me sale. Mi pareja es vegana y yo he dejado de consumir carne diariamente; solo cuando voy a visitar a mi mamá o a mi papá. Pero, vos abres mi heladera y es todo verdura, fiambre y el freezer lleno de pan que es con lo que trabajo. Trato de no tener nada que me contamine.