03 de diciembre, 2024
Emprendedor

Luego de la pandemia, Segundo Acosta decidió aprender un nuevo oficio para trabajar por su cuenta, manejar su tiempo y su dinero.

Apenas se levantaban las restricciones sanitarias por la pandemia del Covid-19 cuando Segundo Acosta (43) comenzó a dar sus primeros pasos en la herrería. No era un oficio que había heredado de la familia, ni algo en lo que se había capacitado. Pero así como un día pudo aprender de albañilería, a lo que se había dedicado diez años antes, podía emprender con los conocimientos básicos en la materia.

La premisa entonces era independizarse laboralmente, ya que hasta entonces trabajaba para un excompañero del Secundario. Si bien nunca pudo recibirse de maestro mayor de obras en la escuela técnica, estaba en condiciones de abocarse a la construcción. Incluso en varias ocasiones quedó como encargado de obra en casas y hasta comercios.

Hace unos cuatro años, este vecino del barrio Belén aceptó hacer un cesto de basura en hierro, sin saber que ese sería poco más tarde el camino que le permitiría dejar de ser empleado. El dueño de un taller se ofreció ayudarlo con materiales y a enseñarle lo que sabía.

Segundo no tardó en aprender el oficio. Dice que, por fortuna tiene gran capacidad para absorber los conocimientos con solo ver. Gracias a eso, hoy cuenta con su propia marca “Athanatos Asaliah”, para ofrecer su trabajo en estructuras de distinto tamaño, incluso para aberturas y techos. 
En la siguiente entrevista, el herrero cuenta cómo fue dejar su trabajo en la construcción para enfocarse en su propio taller. Cómo descubrió que esta actividad es a lo que quiere dedicarse por mucho tiempo más y qué le gustaría incorporar a su taller para consolidarlo.

-¿Cuándo y cómo comenzaste a trabajar en herrería?

-En plena pandemia. Ahí ha sido donde me he inclinado por este rubro porque antes trabajaba en construcción. He llegado a ser encargado de obra y tenía mucho compromiso, porque un compañero de la secundaria me ha dado una mano. Él ha terminado los estudios de maestro mayor de obra y yo no, porque mi señora ha quedado embarazada y no había forma de que estudie y pueda mantenerme. 

Después de un tiempo lo he encontrado a este excompañero, Luis Pérez y él me pregunta si me animaba a hacer una casa; le digo que sí y empiezo a hacerla. Era una casa para invitados de un empresario. No llego a terminarla y me pide que pase a hacer otra, mientras los albañiles terminaban a la anterior. En la siguiente tenía que replantear otra casa del mismo dueño. Era una mansión que queda en El Zanjón. Cuando estábamos a la mitad del trabajo, me dice que pase a hacer otra casa que era para un cardiólogo y yo voy. Así han pasado como cuatro o cinco años y después. Hasta que un día, el dueño de las casas anteriores nos decía que nos iba a pagar todo para que vayamos a Tucumán a modificar una esquina que había comprado en un shopping de Yerba Buena para poner un Mostaza. Y ahí he estado un año más. 

Me desvinculo de Luis cuando estábamos haciendo un hotel que está en San Marco y ahí ya me largo a hacer herrería. En todo ese tiempo yo me he ido comprando herramientas para mi taller.

-¿Te gustaba la herrería?
-No es tanto que me gustaba, sino que quería independizarme, porque ya era mucho tiempo de ser empleado. Tengo la suerte de que una mujer que vive en el centro me pide un cesto de basura y justo encuentro a quien me enseña. 

-No tenías conocimientos en el oficio…

-Yo sí sabía soldar, pero no era bueno, no tenía los ‘tips’ que faltan en herrería. Yo me contacto con un hombre que se llama Víctor Iñiguez y él me dice: ‘tengo la tela’, cuando llego a su taller, me la regala porque me decía que le había generado confianza y que cuando necesite algo, me llegue al taller; así como si me conociera de toda la vida... 

Entonces, yo llego a mi casa, armo el canasto  Después tenía que hacer un portón que me pedían y yo no sabía. En el taller me decían que me iban a dar una mano y ahí es cuando me meto de lleno en eso. Trabajo que tenía, lo llevaba para ahí y entre los dos lo hacíamos. Él (Iñiguez) me ha ido capacitando después de la pandemia; así tengo poquito tiempo en el rubro, pero lo hago con mucha dedicación porque me gusta. He encontrado, sin querer, algo que me apasiona, así que me he abocado al 100% en esto.

-Pero también trabajas en tu casa…
-Yo sigo trabajando con él, pero más en casa porque tengo más disponibilidad horaria, me puedo quedar hasta más tarde si tengo algo que terminar.

-En las redes sociales se veían muchos chulengos, ¿los diseñas vos?

-Los chulengos han sido un ‘boom’ para el Día del Padre. El cliente me dice de qué  medidas quiere y cómo quiere que sea la parrillita o cada parte y es como que lo vamos armando los dos. El precio varía de lo que el cliente quiera. 

Yo no soy un ducho armando chulengos, pero los hago bastante rápido. En dos semanas tenía para entregar unos 20.  Es como que volvía a mi casa y ya estaba planificando que con la plata que me pagaban de uno iba a comprar los materiales para hacer otro.

-También realizas estructuras de gran tamaño, ¿verdad?

-He hecho techo para garaje y ahora estoy por hacer un tinglado. He hablado con un ingeniero, gente que se dedica a eso para que me instruya en cálculo estructural. Eso sería otra rama distinta a la herrería, sería más de la ingeniería. Y como tengo compañeros ingenieros civiles, porque todos se han perfeccionado en temas de construcción, electricidad… Cuando necesito una mano, me pasan la data. Yo solamente hago el tema de soldar y armar.

También he tenido la posibilidad de trabajar con Nelson Cáceres en el armado del techo de la escuela Normal. Hemos armado todo el tema de la estructura.

-Según lo que comentas, sos una persona que aprende rápido...

-Gracias a Dios, con que me muestren una foto de lo que quieren hacer, yo ya lo hago, soy bastante autodidacta. Además soy ‘de la vieja escuela’, donde nadie te enseñaba, vos aprendías practicando. Iba sacando conclusiones yo mismo de lo que hacía. 

Pongo un ejemplo. Si a la chapa se la suelda sin un paño con agua, se dobla. Yo no sabía eso, son mañas de los viejos herreros. Ahora ya vienen máquinas que no levantan temperatura, pero vos con una soldadora de las viejitas tenías que usar ese tipo de técnicas para que la chapa quede perfecta. Eso lo he ido prendiendo con este hombrecito.

-¿A qué se debe el nombre del emprendimiento?

- Athanatos Asaliah significa ángel de la guarda inmortal. Como mi idea es montar un taller grande en mi casa y que quede esto para que maneje mi hija. Tengo la idea de armar toda la estructura hasta que me haga viejito y dejar para que ella empiece a manejarlo porque está estudiando administración de empresas. 

Antes, cuando yo les he avisado que iba a dejar de trabajar en construcción, mi esposa y mi hija me decían que íbamos a pasar hambre, que no haga eso. ¿Por qué? Porque estaban acostumbradas a que tengamos la platita todos los sábados, pero uno siendo empleado no avanzaba, estaba estancado en eso. Ahora ya  puedo planificar. Con dos trabajos, tres trabajos ya se puede planificar. 

-¿Lograste tener mejores ingresos y manejar tu tiempo, como esperabas?

-Sí, todo eso. 

-¿Qué quisieras sumar a tu taller para que crezca?

-Quisiera tener una mejor máquina; tengo una bastante buena, pero quisiera tener una más grande, porque la que tengo ahora es chica. 

-¿Qué crees que se podría hacer desde el Estado para ayudar a los emprendedores?

-Una vez he pedido un subsidio y sí me iban a dar, pero necesitaba garantes y en ese momento no tenía ningún conocido… Esa plata me iba a servir para comprar una máquina, pero bueno, hay que acomodarse, hay que ser versátil en esta vida.

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