Martín Cabral, jefe del servicio de Guardavidas de la provincia, señala los peligros a los que se expone la gente cuando ingresa a fuentes de agua no habilitadas. Qué suelen tener en cuenta y por qué es indispensable atender a sus sugerencias.
“La gente tiene que entender que nuestro río es dinámico. Hay veces que está habilitado y hay veces que se van delimitando zonas. ¿Por qué? Porque está supeditado a todo lo que es la crecida”, dice Martín Cabral, a cargo del cuerpo de Guardavidas santiagueños que están en alerta permanente.
En la última temporada que, para los rescatistas va de julio a diciembre, 12 personas fallecieron ahogadas tras ingresar a espejos de agua que no estaban autorizados y, por ende, sin supervisión. “Hablamos tanto del Río Dulce, como del Río Salado y fuera de nuestra jurisdicción”, comenta el referente de los rescatistas. En lo que respecta a las jurisdicciones donde ellos están presentes, solo siete personas sufrieron ahogamientos y todas fueron inmediatamente rescatadas.
Vale recordar que, para que los bañistas puedan acceder a la zona del parque Aguirre -la más concurrida cada verano, el equipo de seguridad verifica las condiciones en las que se encuentra el Dulce. De eso dependen las sugerencias y señalizaciones que harán a los veraneantes.
Y es que “las crecidas o los cambios que tiene el río son muy seguidos, continuos”. Sin embargo, no es solo el caudal y la corriente lo que tienen en cuenta los expertos. El suelo es otro factor determinante.
“Al tener mucha mica, hace que permanentemente sea modificado por las corrientes. Entonces hay lugares donde socava, hay lugares donde hay lama, hay lugares donde se desmorona el suelo. Eso produce pozos de mucha profundidad y mucho diámetro”, detalla.
¿RESPETAN?
A la hora de obedecer las indicaciones, los santiagueños suelen ser bastante receptivos con los guardavidas. “Lamentablemente siempre está el caso particular, que son los menos, pero terminan atentando contra sí y contra sus vidas”, cuenta Cabral sobre algunos “desacatados”.
Sin embargo, en caso de que la persona quiera pasar por alto las medidas de seguridad, los rescatistas están en condiciones de llamar a la Policía, para evitar cualquier tipo de altercado. “Nosotros no entramos en discusión. A la tercera advertencia, si la persona está en riesgo real o infligiendo la norma, lo que hacemos es hablar al personal policial, quienes hacen un previo aviso y si no obedecen, actúa”, señala.
El encargado plantea que de ningún modo quieren generar conflictos y ni siquiera dan “órdenes” a los bañistas. “Lo que hacemos es recomendar. Yo siempre digo que los guardavidas no son guarderías. Nosotros lo advertimos a la gente, le decimos cuál zona que está prohibida, pedimos por favor que se retiren del lugar o le indicamos cuál es la mejor zona”, añade sobre la actividad.
En ese sentido, recuerda una situación muy puntual en una zona en la que habían colocado una cerca. Un grupo de personas la había roto para ingresar, de modo que él se acercó a hablarles. “Le pedí por favor que se retiren, pero no les dije que se retiren; les expliqué cuál era la peligrosidad y cuál sector era mejor y que si ven un vallado, por algo es”, decía a modo de ejemplo.
En los últimos años, la labor de los guardavidas comenzó a tomar mayor protagonismo y el reconocimiento de la gente que acude asiduamente a refrescarse en el río. “En el 90% de los casos la gente es muy respetuosa con nosotros. Nos costó mucho llegar a lo que estamos hoy, pero a través de los años la gente ha entendido y ha visto, comprobado que se necesita supervisión .Yo creo que no hay mejor ejemplo que la acción, demostrarlo con los hechos. Y nosotros hemos intervenido infinidad de veces en casos de emergencia”, recuerda.
EN CONFLICTO
Hace dos semanas, en las redes sociales se “viralizó” el video de una pelea entre un turista y guardavidas en Chubut. El hecho tuvo lugar en Playa Unión, una zona balnearia del litoral de esa provincia, donde el veraneante quiso entrar al mar ignorando todas las señales que advertían el peligro de la zona. Cuando un rescatista lo vio, decidió frenarlo y entraron en una discusión que escaló hasta los golpes de puño.
Al respecto, Cabral señala que, más allá del conflicto en sí, ese tipo de guardavidas padecen de mala formación y un sistema de contratación muy precario. “Son víctimas de un gobierno chubutense que no está cumpliendo con la reglamentación”, advierte.
“Ese Gobierno hace ocho clases, los pone como guardavidas y después los tiene como aspirantes. Eso es para evitar pagar costos y por cuestiones de contrastación. Pero, el curso de guardavidas es un año y de lunes a sábado. La falta de conocimiento, la falta de capacitación termina con el guardavidas en una situación de estrés que no sabe afrontar”, desliza.
Lejos de justificarlos y en total desacuerdo con lo ocurrido, el referente local entiende que sus colegas “fueron víctimas de un sistema que después le soltó la mano”. “De la misma manera que los toma precariamente, sin capacitación, sin entrenamiento, les suelta inmediatamente por una cuestión demagógica”, considera. En ese sentido, destaca el compromiso del Gobierno de Santiago del Estero con el sector.
TEMPORADA ALTA
En las últimas semanas, los equipos trabajaron intensamente, teniendo en cuenta de que se trata de la temporada más alta del balneario. Por eso, de lunes a viernes, ocupan una planta de 40 personas, mientras que los fines de semana, asciende a 55 para reforzar la tarea, dada la gran concurrencia de los santiagueños y también turistas.
Según cuenta el rescatista, gracias a los cambios que tuvo la zona de playa, cada vez más visitantes se acercan a pasar al día en familia o con amigos. Algunas personas llevan sus carpas, otros van todos los días a ocupar un mismo sector.
“Eso habla muy bien de lo que es el turismo en Santiago y de los servicios que se están empezando a brindar”, comenta. Asimismo, cree que la rivera tiene un gran potencial como playa. Solo le faltarían algunos servicios típicos del rubro, como el alquiler de sombrillas, reposeras y baños cerca. “Tiene todas las condiciones”, afirma.
El río Dulce se convirtió en un punto de encuentro sin comparaciones y los guardavidas tienen un rol preponderante. De no ser por ellos, serían muy riesgosas las actividades, dado que los bañistas no podrían ser guiados. En verano, pernoctan allí hasta 3500 personas por día y todas reciben las indicaciones necesarias para evitar poner en riesgo su vida. No hay dudas de que es un servicio esencial para el parque.