13 de septiembre, 2025
Actualidad

El resultado electoral del domingo dejó en claro algo que parecía enterrado en 2023: el peronismo sigue siendo la fuerza política más resiliente de la Argentina y sigue siendo el actor político con mayor capacidad de reorganización en el país.

Tras la derrota que lo llevó a perder el poder frente a Javier Milei, muchos daban por seguro que el movimiento se encaminaba a un ciclo de marginalidad. Sin embargo, la elección mostró lo contrario: con unidad, liderazgo y una lectura precisa del clima social, el peronismo recuperó protagonismo y logró capitalizar el descontento con el gobierno libertario.

El análisis de los factores centrales permite comprender por qué el peronismo fue capaz de imponerse en este escenario:

 

  1. La unidad como estrategia clave

La primera gran diferencia respecto de elecciones anteriores fue la unidad interna. Los principales dirigentes del peronismo entendieron que la dispersión solo beneficiaba a Milei y que la única forma de volver a ser competitivos era converger detrás de una candidatura fuerte. La decisión de respaldar a Axel Kicillof fue central: evitó las internas destructivas, consolidó la oferta electoral y transmitió un mensaje de cohesión.

En contraste con un oficialismo fragmentado y dominado por disputas internas, el peronismo ofreció orden y previsibilidad política, un activo valioso en tiempos de crisis.

 

  1. La figura de Axel Kicillof

El gobernador bonaerense emergió como el liderazgo natural del espacio. No solo por el control territorial que le otorga la provincia más poblada del país, sino también por su capacidad para articular un discurso que conectara con el malestar social.

Kicillof construyó una narrativa clara: defender a los sectores más golpeados por el ajuste libertario. Su figura sintetizó la resistencia al modelo económico de Milei y, a la vez, proyectó una alternativa de gobierno.

Su victoria no solo fue provincial, sino simbólica, ya que lo posiciona como el referente nacional del peronismo en este nuevo escenario.

 

  1. El peso kirchnerista en el nuevo triunfo peronista

La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, al celebrar públicamente el éxito peronista en las elecciones legislativas bonaerenses, destacó el resultado como “una clara derrota” al proyecto de Javier Milei, interpretándolo como una reafirmación del rechazo popular a las políticas del libertario.

Cristina continúa ejerciendo fuerte influencia simbólica dentro del peronismo, a pesar de estar desafectada de cargos públicos tras la condena confirmada por la Corte Suprema que la inhabilita para competir electoralmente.

Sin dudas, el gobernador bonaerense fue quien obtuvo el triunfo contundente, con cerca del 47% de los votos bajo la marca “Fuerza Patria”, consolidando su liderazgo provincial y perfil político. Esta victoria refuerza su figura como eventual aspirante presidencial hacia 2027.

Cabe recordar que Kicillof ejecutó el desdoblamiento de elecciones (provinciales antes que las nacionales) contra la sugerencia inicial de Cristina, estrategia que le permitió tomar la iniciativa electoral. Aunque inicialmente fue cuestionado por su cercanía al cristinismo, esta maniobra política reflejó una decisión personal que marcó su autonomía.

El vínculo entre ambos atraviesa fases complejas: tensión por el control del aparato partidario, diferencias estratégicas y disputas por la conducción política bonaerense.

Sin embargo, el triunfo común en elecciones parece haber reconfigurado dinámicas internas. Según algunos analistas, la unidad se “cerrará con fuerza”, incluso aunque quede como un acuerdo frágil, para evitar que las divisiones deriven en derrotas mayores.

De modo tal que el escenario político bonaerense y nacional se reordena. Con Cristina en un rol más simbólico, Kicillof emerge como una figura de poder real con proyección nacional.

El equilibrio dentro del kirchnerismo pasa ahora por cómo se reconcilian estas dos figuras. La victoria electoral ofrece un piso común, pero las tensiones previas sugieren que las negociaciones internas serán clave en los meses por venir.

  1. La capilaridad territorial del PJ

El peronismo conserva un activo fundamental: su estructura territorial y social. Gobernadores, intendentes, sindicatos, organizaciones sociales y movimientos barriales conforman una red que sigue siendo la más extendida y eficiente para movilizar votos en todo el país.

Mientras La Libertad Avanza carece de base militante y depende casi exclusivamente del liderazgo presidencial, el peronismo se apoya en un aparato con décadas de experiencia, que se activó con fuerza en estas elecciones.

 

  1. El aprovechamiento del malestar social

El ajuste libertario, con su impacto en el bolsillo de las clases medias y bajas, generó un descontento profundo. El peronismo supo canalizar esa bronca y transformarla en voto opositor.

Donde Milei prometía sacrificio a cambio de un futuro incierto, el PJ ofreció un relato de protección social y defensa del trabajo, logrando recuperar adhesiones en sectores que lo habían abandonado en 2023.

 

  1. La experiencia política como ventaja

El contraste entre la inexperiencia del oficialismo y la tradición de gobierno del peronismo también pesó. El electorado castigó la improvisación y la confrontación permanente de Milei, valorando en cambio la capacidad del PJ de ofrecer cuadros, gobernabilidad y gestión.

 

  1. El voto útil opositor

Muchos votantes que en 2023 optaron por terceras fuerzas ahora se volcaron al peronismo como forma de limitar al oficialismo. El PJ funcionó como vehículo de convergencia de un voto opositor amplio, más allá de sus fronteras tradicionales.

 

 

PERONISMO EN MODO RENACIMIENTO

El triunfo del domingo no fue casual ni un reflejo automático del desgaste de Milei. Fue el resultado de una estrategia clara del peronismo: unidad interna, liderazgo definido, aparato territorial y capacidad de interpretar el malestar social.

El peronismo ganó porque hizo lo que mejor sabe hacer en momentos de crisis: reorganizarse, reagruparse y ofrecer una alternativa de poder. El resultado refleja que, pese a las derrotas recientes, el peronismo mantiene la capacidad de adaptarse a contextos adversos y transformarse en alternativa competitiva cuando el oficialismo muestra debilidades.

El desafío inmediato será sostener la cohesión alcanzada y definir si el liderazgo de Axel Kicillof se consolida como referencia nacional duradera o si emergen nuevas tensiones internas a partir de este reposicionamiento electoral.

Pero lo que ya es evidente es que el domingo pasado quedó demostrado que el peronismo no estaba muerto: solo estaba esperando el momento para volver.

 

 

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