Más allá del espejismo de la potencia deportiva, la reciente participación de atletas argentinos en los Juegos Olímpicos de Francia nos trae muchas enseñanzas.
Nos creemos más de lo que somos, pero, a decir verdad, cuando competimos a otro nivel y dentro del contexto global se observa la verdadera posición del país en el ámbito deportivo internacional.
Si bien es indudable el talento y el esfuerzo de nuestros deportistas consagrados, ¿es acaso suficiente para considerarnos una potencia deportiva? ¿O estamos ante un espejismo que oculta las verdaderas limitaciones y desafíos que enfrenta el deporte argentino?
La presencia de figuras destacadas, como Lionel Messi en el fútbol, Paula Pareto en judo hasta hace poco tiempo, el Maligno en BMX en estos juegos, Las Leonas en hockey sobre césped o el reciente triunfo de los Pumas ante los All Blacks, nos hace soñar que somos una potencia deportiva a nivel global.
Sin embargo, la realidad nos muestra que el éxito individual de unos pocos no necesariamente refleja el estado general del deporte en el país.
La participación argentina en los Juegos Olímpicos de Francia ha dejado al descubierto las carencias y desigualdades que aún persisten en nuestro sistema deportivo y ahora ante un Javier Milei que vocifera que no hay plata y que el Estado no debe intervenir donde los privados pueden hacerlo, estamos frente a una carrera de obstáculos.
Si antes la falta de recursos, infraestructura y apoyo para muchas disciplinas era una piedra en el zapato ahora será un escollo casi insalvable.
Si a ello le adosamos la limitada formación de talentos en el ámbito local y las dificultades para acceder a competencias internacionales de alto nivel se suman más desafíos a los que deben enfrentarse nuestros deportistas día a día.
Hay deportes pocos conocidos que nos pueden dar muchas satisfacciones y si lo hacen es por el esfuerzo personal de algunos, la vela, el canotaje, el judo o el taekwondo.
Otros deportes más profesionalizados tienen mayor incidencia y ahí se ven mejores resultados, como en fútbol, básquet, vóley, rugby y hockey sobre césped.
Pero los deportes amateurs, donde sobresalen las disciplinas olímpicas más icónicas, como el atletismo, la natación o el ciclismo, nosotros no tenemos ninguna presencia estelar ni la avizoramos hacia futuro.
La concentración de recursos y atención en ciertas disciplinas, en detrimento de otras menos visibles, pero igual de valiosas, limita el potencial de desarrollo del deporte en su conjunto y perpetúa una visión parcial y distorsionada de la realidad deportiva del país.
Creemos que es fundamental comprender que la verdadera grandeza de un país en el ámbito deportivo no radica únicamente en los logros individuales, sino en la capacidad de brindar oportunidades equitativas y de promover una cultura deportiva inclusiva y diversa.
Capaz será necesario dejar de fomentar deportes que de por sí son rentables o no invertir en deportes donde el dinero que rodea es muchísimo en relación a lo que nosotros podemos generar.
Fomentar el deporte sí, pero desde un concepto de política pública donde más que buscar el negocio se centre todo en incentivar el espíritu deportivo y la sana competencia.
Los Juegos Olímpicos de Francia nos invitan a reflexionar sobre el verdadero significado del deporte y su impacto en la sociedad. Más allá de los resultados y las medallas, la participación argentina en este evento deportivo mundial debe ser una oportunidad para replantearnos nuestro compromiso con el deporte, la igualdad de oportunidades y el desarrollo integral de los deportistas en todas sus disciplinas.