05 de diciembre, 2025
Actualidad

Promediando noviembre, se celebró el día del hombre. Parece una travesura del destino, o una suerte de broma oportuna, y sin embargo se celebró, pasando desapercibidamente para el grueso poblacional. Para muchos suena a burla o algo similar. Sin embargo, no lo es. Es la vida misma pugnando entre ambos extremos de la sociedad. Somos el yin y el yang y compartimos un mismo espacio, aunque pareciera haber privilegios para algunos en desmedro de otros. Sin embargo, la vida es un terreno de lucha para ambos lados. Aquí se alimentan nuestras almas con mayor o menor suerte. Pero, al fin y al cabo, somos parte de la misma humanidad. Estamos “en el mismo lodo y todos manoseaos”, como dice “Cambalache”. No deberíamos, a esta altura, hacer distingos.

Lo que sí pretende esta nota es recapacitar sobre la imposible igualdad y sobre las exigencias que pesan sobre las espaldas de los hombres y cómo, desde el otro lado, las mujeres los deberíamos ver, con mayor conmiseración.

 

SI LAS MUJERES ENTENDIERAN

“Si las mujeres entendieran… que los hombres también tienen miedos, pero sin tanto permiso para mostrarlos.

Que hay emoción en el ruido de un motor o en el grito de un gol.

Que valoran mucho más el exceso de sonrisas que tres kilos menos.

Lo abrumador de ser el sostén económico de una familia.

Lo que es tener que ser valiente, poderoso y exitoso a toda hora.

Lo molestas que son las comparaciones con “el marido/novio de”.

La necesidad que tienen de un abrazo que no siempre saben pedir.

Lo difícil que es comprender lo que nunca les han enseñado.

Las lágrimas que no se animan a llorar.

El poder que tenemos sobre ellos.

Que ellos también pasan noches sin dormir.

Que necesitan silencio como nosotras charla.

Que no andan por la vida pensando en cómo lastimarnos.

Que son más débiles de lo que su altura y músculos dirían.

Que sacar lo mejor o peor de ellos está en nuestras manos.

Que piensan y razonan diferente.

Que sienten muy parecido.

Que demuestran sentimientos como pueden o como aprendieron.

Si las mujeres entendiésemos todo esto, si lográsemos mirar más allá de algunos olvidos, si nos diéramos cuenta de que no hay todos o ninguno, si pudiésemos sentir que para ellos la mejor demostración de amor es habernos elegido, si las mujeres bajáramos un poquito la guardia, los reproches y tantos reclamos, si pudiéramos incrementar las sonrisas, los brindis y la picardía y si los dejáramos hacer sin tanto mandato ni expectativa, comprenderíamos que somos lo que le da sentido a sus vidas. Como mujeres, novias, madres, hijas, hermanas o amigas.

Al final del día, donde se acaban las bromas, donde no hay público ni formas, donde solo queda un hombre y sus latidos, ahí estamos nosotras... con el que cada una eligió¨.

(Autora: Jess Browne Página El Blog de Jess)

 

Compartimos esta hermosa descripción de lo que siente un hombre.

Hace poco se celebró el día del hombre. Algo que yo me había preguntado muchas veces ¿por qué no hay un Día del Hombre?, yo que me admito machista, algo machista, lo suficiente como para atemperar el comportamiento compulsivamente feminista de estos tiempos.

En realidad, más allá de sexo débil y sexo fuerte, de quienes dominaron el mundo durante años, ocupando los lugares estratégicos de la sociedad, está el sentido común.

El pensar que ante todo somos, ambos sexos: seres humanos.

 

LAS EXIGENCIAS AL HOMBRE

¿Qué decir?... mucho.

El hombre está cargado, como dice Jess Browne, de responsabilidades sociales. Tiene que cumplir con un rol comunitario de valor y preponderancia. Se le exige tener, sobre todo hoy en día, fuerza física (y no todos los hombres tienen la agresividad ni la musculatura para aguantar una gresca). Se les exige estar en forma, (y no todos tienen los músculos suficientes para dar con el estereotipo del adonis de la modernidad).  Se les exige tener dinero, el suficiente para mantener los caprichos de algunas doncellas que ven en el hombre su banca privada.

Se les exige un auto, de alta gama en lo posible, porque andar a pie o en colectivo, para algunas mujeres, es una deshonra que no se compadece con los tiempos de éxito y abundancia que comandan esta era.

Les cuento una anécdota. Voy a un gimnasio en el que abundan todos los prototipos de hombre, desde el que se autoengaña, levanta pesas, pero sigue su inveterada “pancita cervecera”, los que se la toman muy a pecho y levantan kilajes importantes y son los dueños de la cancha, y están los que simplemente van por superación personal.

Tengo un compañero hipoacúsico, que posee una garra que los del sector privilegiado envidiarían si lo valoraran. Su físico es, en apariencia, esmirriado, pero él tiene una constancia que seguro se traduce en fortaleza. Estoy segura de que empezó a ir a fortalecer sus músculos para poder enfrentar situaciones especiales. Para estar a la altura de los posibles ataques a su persona, muy probablemente sufrió bullying y su propia condición le dio la fuerza para ponerla en el gimnasio al que nunca falta.

Aun así, seguro que mi compañero preferido del gimnasio, no logra dar con el pie que la sociedad actual demanda.

Estamos frente a una crueldad social inusitada, en la que todo tiene un precio para nada tiene valor.

 

FEMINISMO BIEN ENTENDIDO Y MAL ENTENDIDO.

Mary Wollstonecraft, la primera feminista, fue pionera en la lucha por los derechos de las mujeres y deseaba un mundo donde las mismas pudieran trabajar en igualdad de condiciones, cerrando la brecha salarial.

También en la actualidad hay muchos movimientos feministas, pero filtrados en sus hendijas, aparecieron intereses políticos que desnaturalizaron los fines primordiales del feminismo como tal.

Nuestra sociedad asiste hoy, luego de años de acendrado machismo, a una impactante reconcentración (podría decirse) del hombre, que apunta al autocuidado, a evitar miradas lascivas, comentarios denigrantes, y hasta toques inapropiados, que ocurrieron con asiduidad en la época en que el machismo era tolerado.

Pero como todo exceso trae consecuencias, la derivación de la acción-reacción, produjo una abrumadora lista de imposibles para el hombre. Muchos de ellos válidos, de todo valor, otros un tanto irrisorios.

Hoy un hombre no puede decir un piropo sin temor, aunque en el fondo a algunas mujeres les gustaría saber, por boca del hombre, si su atuendo generó el efecto deseado.

Claro que estamos en tiempos de emojis y emoticones. En que un piropo fue reemplazado por un “fueguito”.

Las polleras de las estudiantes se acortan mucho más de lo que Mary Quant, se hubiera imaginado. Muchos dicen que es para competir entre ellas quien luce mejores piernas, de todos modos, puede ser una anécdota. Lo que también forma parte de esa realidad es que la mirada de los chicos no apunta con lujuria hacia las anatomías de sus compañeras o eventuales transeúntes. Lo cual es sano, porque también observan algunos hombrecitos, con cierto hartazgo, esa ponderación de la perfección, que es más un elemento de la competencia de marras que una exigencia masculina.

Es otra cosa que el hombre ha superado, por las razones que fueren, pero ha superado.

Dicho de otro modo, queridos hombres, están en un cono de sombra, en el que no saben muy bien para dónde apuntar. Si hacia sus instintos, hacia las viejas costumbres o hacia la nueva cancelación.

En todo caso y en todos los casos, hay que recordar que todos (hombres y mujeres) somos seres humanos y vamos por la misma vida, viviéndola nomás. Y si es dentro de normas lógicas que exijan el respeto a la otredad, está todo perfecto.

Por el hombre nuevo, que surgió de dichos vaivenes históricos: feliz día.

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