Cohesión, conducción y unidad. El tratamiento de la ley ómnibus en el Congreso no solo servirá para que Javier Milei tenga una hoja de ruta clara: también será una prueba para que los gobernadores calibren su poder de fuego. Poco más de un mes pasó desde que Guillermo Francos le entregó en mano el proyecto «Bases» a Martín Menem. Desde entonces, las negociaciones fueron febriles y los cortocircuitos y marchas y contramarchas con las provincias estuvieron a la orden del día.

Ahora, con el texto entrando en la recta final, el optimismo atraviesa tanto a la administración libertaria como a los sectores dialoguistas, que admiten haber hecho un esfuerzo mayúsculo para llevar el mega paquete a buen puerto. Como hitos, destacan que mantuvieron las conversaciones pese a la intransigencia del presidente en distintos artículos y a sus constantes ataques en redes sociales.

No obstante, aclaran, esto recién comienza. Finalizada la novela de la ley ómnibus, los jefes provinciales tendrán un panorama más certero sobre dónde están parados. La relación con la Casa Rosada está erosionada pero confían en que primará la sensatez. Incluso desde distritos gobernados por el peronismo remarcan las gestiones de Francos, ministro del Interior, ante el Poder Ejecutivo.

Juntos por el Cambio: gobernadores fortalecidos 

En principio, la liga de gobernadores de Juntos por el Cambio (JxC) se presentó como el principal frente de diálogo entre Nación y los distritos. Maximiliano Pullaro (Santa Fe); Ignacio Torres (Chubut); Leandro Zdero (Chaco); Rogelio Frigerio (Entre Ríos); Carlos Sadir (Jujuy); Marcelo Orrego (San Juan); Alfredo Cornejo (Mendoza); Gustavo Valdés (Corrientes); Claudio Poggi (San Luis); y Jorge Macri (Ciudad) son los dirigentes que la integran.

El bautismo de fuego del espacio data de octubre de 2023, cuando, ante la inminencia de un balotaje en el que JxC quedó afuera, sus mandatarios se unieron para elevar sus reclamos ante la futura gestión nacional. De aquel cónclave en la sede porteña del Banco de Corrientes surgieron algunas máximas cuyo éxito, en parte, comenzará a verse a partir del tratamiento de la ley ómnibus en el Congreso.

Apoyo territorial, unidad y sostenimiento de los bloques en el parlamento fueron tres de los desafíos que los mandamases se plantearon en aquella ocasión. Sabían, por entonces, que una eventual victoria de Milei les daría un poder de negociación mayor al que tendrían frente a Sergio Massa, quien contaba con el aparato peronista a sus espaldas y el respaldo de distintas provincias.

También se puso sobre la mesa la necesidad de generar un polo de poder autónomo de las conducciones porteñas de la coalición, como Mauricio Macri y Patricia Bullrich.

El pelotón amarillo no es homogéneo. Consta de cinco gobernadores radicales, tres del PRO y dos con pasado en fuerzas provinciales. Sin embargo, esas diferencias de origen no pesan por ahora. La liga cumplió con algunas de sus metas.

A priori, logró sostener la unidad y moverse de forma abroquelada, negociando mano a mano con la Casa Rosada diversos ítems contemplados en el texto «Bases». A sus gestiones se deben buena parte de los numerosos cambios que sufrió el proyecto en su trajín. 

Este será un antecedente importante teniendo en cuenta que más temprano que tarde la pulseada por los fondos con Nación se volverá a tensar.

Pese a la intención de «ayudar» a La Libertad Avanza (LLA) para generar consensos, algunos de los jefes provinciales amarillos levantaron la voz cuando lo consideraron necesario. Lo hicieron, por ejemplo, el chubutense Torres, quien llevó las críticas por los capítulos pesqueros y petroleros ante Francos; también Pullaro, respecto a la intención de subir retenciones.

«Nunca me voy a poner del lado del Gobierno nacional porque pretendan subordinarnos con la billetera», llegó a quejarse el santafesino.

Unión por la Patria lucha contra la dispersión 

Del otro lado de la arena, Unión por la Patria (UP) maniobra para evitar la atomización. No solo perdió el Gobierno nacional sino que también sufrió un repliegue en las provincias: pasó de administrar 16 a solamente 9.

Y el número se redujo a la sombra de la administración libertaria, ya que algunos gobernadores comenzaron a plantear posiciones autónomas al bloque celeste. Es el caso, por ejemplo, de sus antiguos aliados provincialistas, como Hugo Passalacqua (Misiones) o Gustavo Sáenz (Salta). 

Las posturas más intransigentes las llevan por estas horas Axel Kicillof (Buenos Aires) y Ricardo Quintela (La Rioja). En tándem, ambos desafían a la Casa Rosada. El riojano, incluso, lanzó su propia moneda provincial, mientras que el bonaerense advierte que dará la pelea por los fondos que le corresponden a su distrito. Gildo Insfrán (Formosa) se mantiene en silencio de radio pero, cuando habla, no escatima críticas al Gobierno.

Más bajo en el radar, aunque dentro de la órbita de UP, vuelan también Gustavo Melella (Tierra del Fuego) y Raúl Jalil (Catamarca), quienes mantienen diálogo con la Casa Rosada. El primero brega porque se respete el régimen de promoción industrial fueguino, un aspecto clave para la provincia. El segundo se entusiasma con mayores inversiones en el sector minero, principalmente del litio.

Osvaldo Jaldo, en tanto, representa el summum de lo que el justicialismo busca evitar. El tucumano rompió con UP y fundó un bloque propio llamado «Independencia», que consta de tres diputados. El quiebre se oficializó cuando ordenó firmar el dictamen de mayoría de la ley ómnibus de LLA. Previamente, había logrado que el Gobierno diera marcha atrás con la desregulación del sector azucarero y del citrus. 

El mandatario no participó tampoco en el cónclave que, antes del paro de la CGT, reunió a numerosas tribus del peronismo en la Casa de la Provincia de Buenos Aires. Allí los gobernadores acordaron una estrategia legislativa unificada para poder pulsear con el oficialismo.

Lo que pase por estas en horas en Rivadavia y Entre Ríos será la radiografía certera de si se cumplió el objetivo o no.

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