Corría el año 2001 cuando, en noviembre, llegó a los cines “Harry Potter and the Sorcerer’s Stonel”, la primera entrega de la saga de Harry Potter. Tras el éxito de los libros, con millones de ejemplares vendidos, la adaptación cinematográfica de J.K. Rowling desató una verdadera fiebre mágica hechizando a todo el planeta.

Era 1990 cuando su autora J. K. Rowling, empezó a escribir la trama del niño con gafas y una cicatriz en forma de rayo en la frente sobre una servilleta mientras tomaba un café en la cafetería Elephant House (Edimburgo), según cuenta la leyenda popular. Le costó cerca de seis años acabar de escribir el primer tomo.

La novela fue rechazada por varias editoriales, 12 concretamente, hasta que la británica Bloomsburry se decidió a publicarla el 26 de junio de 1997, un año más tarde llegaría a Estados Unidos. Tal fue el éxito que tuvo la historia del niño mago que sobrevivió en la mitad del planeta que Rowling vendió los derechos en 1999 de sus cuatro primeras entregas, marcando así a toda una generación.

Aunque haya gente que sea un auténtico “muggle” (gente no mágica) y no haya visto las películas ni leído la saga, seguro que si han oído hablar de las aventuras de los jóvenes magos que quieren acabar con “el que no debe ser nombrado” (Voldemort).

“Harry Potter and the Sorcerer’s Stone” narra la historia de un niño huérfano, Harry, que vive en el hueco bajo la escalera de la casa con sus tíos y su primo, los Dursley. Pero, su triste existencia da un vuelco absoluto cuando cumple once años y recibe la invitación para cursar los estudios de magia en el prestigioso Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.

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