En febrero de 1984, el sacerdote haitiano Pedro Fils Pierre realizó una de las más prácticas religiosas más controversiales y logró expulsar el demonio del cuerpo de una joven oriunda de Clodomira. Un hecho que conmovió a los santiagueños hace más de 40 años.
Con apenas 21 años, Liliana nunca imaginó lo que le sucedería. Siempre fue una joven alegre y divertida que había pasado toda su vida en la ciudad de Clodomira. Sus días transcurrían sin mayores sobresaltos, por lo menos hasta los primeros días de 1984.
Primero fueron sueños que no la dejaban dormir con tranquilidad. Sin embargo, parecían simples pesadillas, producto quizá de un atracón digestivo o de haber visto alguna sugestiva película de terror.
Pero esas noches espantosas fueron repitiéndose una y otra vez. Los gritos aterrados no sólo despertaban a la adolescente sino también a su familia, que comenzó a preocuparse por ella.
La muchacha repetía que unas imágenes aterradoras le quitaban el sueño, y que, cada vez que se dormía, alguien o algo –no sabe qué- convertía todas las imágenes en alucinaciones espantosas. La falta de descanso de la muchacha se hizo sentir en su cuerpo, que parecía cada vez más debilitado.
Su familia estaba cada vez más preocupada por la pérdida de peso de la joven. Una tía dijo que era consecuencia obvia de no dormir bien. Alguien le recomendó un té que la tranquilizara y otras tantas estrategias para evitar las pesadillas.
Pero nada cambiaba. Al contrario, las noches de vigilia se volvieron demasiadas reiteradas y sus gritos comenzaron a despertar incluso a los vecinos, que no entendían muy bien qué pasaba con ella. No faltó aquél que pensara que la estaban golpeando o, incluso, abusando de ella. Pero nada de esto era cierto, quien se acercaba podía comprobar que los gritos provenían de la muchacha revolviéndose en su cama, aquejada por las peores alucinaciones.
EPISODIOS VIOLENTOS
En los días sucesivos, el carácter afable de la jovencita se transformó de manera absoluta. Del rostro fresco de la jovencita no quedaba nada. Los gritos eran aterradores. Ya no era esa chica simpática, que cantaba todo el día y que bailaba las canciones de moda, sino una joven huraña, hosca, intratable. Otra tía preocupada diagnosticó que todo se debía a aquellas pesadillas nocturnas, que no había que preocuparse demasiado.
Sin embargo, los gritos comenzaron a repetirse también durante el día, y la intranquilidad se apoderó de vecinos y familiares.
Su padre fue testigo de la primera vez que la joven se golpeó contra una pared. Su cuerpo frágil se movía de un lado hacia el otro y revotaba entre las paredes de su humilde hogar.
En el siguiente episodio, la joven comenzó a temblar pese al calor infernal de aquellos días. Cuando una familiar intentó tomarle la fiebre, la empujó con tal fuerza que la tiró a varios metros de ella.
De pronto, la muchacha comenzó a vociferar palabras inentendibles y se golpeaba contra todo aquello que encontraba a su paso.
“ESTÁ POSEÍDA”
El hogar de Liliana se había convertido en un completo caos. Nadie sabía qué le sucedía, aunque todos presentían que se trataba de algo malo.
Como si sus gritos y movimientos extraños no fueran llamativos, en las afueras de su casa también comenzaron a ocurrir situaciones extrañas.
Cuando oscurecía, caían ladrillos sobre la vivienda. Aparecían huevos pegados al techo. Era el paso previo a los ataques que vendrían después, como gritos, llantos desesperados y sacudidas inexplicables de su frágil cuerpo.
Los vecinos comentaban que aquellos vehículos que transitaban por la ruta -ubicada frente a su casa- se detenían de manera inexplicable.
En Clodomira no se hablaba de otra cosa. “Está poseída por el demonio”, decían unos, mientras otros asentían y comentaban diversas transformaciones que la chica habría sufrido, pero de las que ninguno podía afirmar si eran ciertas o no.
EN LA IGLESIA
En medio de una noche terrible, Liliana tuvo un momento de lucidez y rogó a sus padres que la llevaran a una parroquia. Ellos no lo dudaron un momento y en ese mismo momento la trasladaron a la iglesia Cristo Rey, en la ciudad de La Banda, pues un vecino les había dicho que allí estaba un cura de la Renovación Carismática, quien seguramente podría ayudarlos. Eran cerca de las 4 de la madrugada cuando golpearon las puertas del templo.
En aquellos años era común que los sacerdotes vivieran en la casa parroquial lindera. Así es que, ante la insistencia de los visitantes, el sacerdote Pedro Fils Pierre abrió las puertas y se encontró con una pareja preocupada, que les contó lo que sucedía. Liliana parecía ajena a todo ello y dormía en el asiento trasero del viejo auto familiar.
Aunque ella parecía descansar plácidamente y, a simple vista, no había nada en la joven que pusiera en evidencia todo lo que estaba sufriendo, el sacerdote notó algo extraño. Había algo en la atmósfera que despertó cierto resquemor en él.
El padre Pierre no dudó un momento y pidió que la acuesten en la cama de una habitación contigua, donde ella podría descansar con tranquilidad. Mientras se quedó conversando con los padres, quienes le contaron detalladamente las distintas situaciones que tenían a su hija como protagonista.
OLOR A AZUFFRE
Liliana despertó en la mañana y todo cambió. No tenía idea dónde estaba y cuando se dio cuenta que estaba en una iglesia comenzó a alterarse. No quería permanecer allí.
El enojo inicial de la muchacha fue la antesala de lo que vendría después: un fuerte olor a azufre que impregnó no solo la iglesia sino todas las viviendas ubicadas alrededor.
En esos momentos comenzó a llegar un grupo de jóvenes de la Renovación Carismática, con quienes el cura trabajaba con frecuencia y tenían una reunión programada para aquél día. Cuando ellos ingresaron, el olor comenzó a intensificarse.
El cura sabía que ese espontáneo olor a azufre era una clara indicación de la presencia del demonio en el lugar.
De inmediato se comunicó con el obispo de la Diócesis de Añatuya Jorge Gottau, explicándole la situación y pidiendo que solicite autorización al Vaticano para realizar un proceso de liberación, como se denomina académicamente al exorcismo. Estaba seguro que el demonio estaba en el cuerpo de Liliana y que su vida corría peligro.
PREPARADOS PARA DAR BATALLA
El padre Pierre comprendía que estaba en presencia de fuerzas del mal y tendría que luchar con ellas. Para ello necesitaba la colaboración de todas aquellas personas que tuvieran la suficiente fuerza espiritual y las herramientas necesarias para pelear contra el demonio.
Llamó a un grupo de religiosas de la comunidad de las Hermanas Doroteas y a determinados integrantes de la Renovación Carismática Católica de Santiago del Estero. También pidió la colaboración a Hermas de Brujín, un sacerdote belga de la Congregación Misericordista, con quien Pierre había tenido una estrecha relación mientras fue rector de la Universidad Católica.
El padre Pierre se reunió con ellos y les explicó que estaban ante presencia del mal. Les pidió que lo ayudaran a pelear contra las fuerzas demoníacas. Sabía que no sería fácil, pero los creía preparados para dar batalla.
Les advirtió todos los peligros que existían y, sobre todo, les dijo que ninguno estaba obligado a participar si no estaba seguro de su decisión. Todos aceptaron la misión.
EXORCISMO EN VIVO Y DIRECTO
La noticia de una mujer poseída por demonio comenzó a correr como reguero de pólvora en distintos ámbitos y llegó a oídos de Eduardo Peláez, corresponsal de El Liberal, en la ciudad de La Banda, quien difundió la novedad en el diario, permitiendo que todos los santiagueños estuvieran al tanto.
Como el periodista salió de vacaciones, le llegó el turno de realizar toda la cobertura a Rodolfo Montenegro, quien tenía una amable relación con el padre Pierre y presenció personalmente todas las alternativas del proceso de liberación. Es más, consiguió el permiso del sacerdote para estar presente en el templo, junto a un fotógrafo y poder realizar las crónicas periodísticas. (Ver nota adjunta)
De esta manera, el exorcismo logró una importante cobertura mediática, a la que sumó Canal 7 y algunas radios locales.
Así, toda la sociedad seguía de cerca las alternativas de lo que estaba ocurriendo en la iglesia Cristo Rey. En Santiago del Estero no se hablaba de otra cosa que no fuera el exorcismo de Liliana.
FUERZA DESCOMUNAL
El proceso duró más de dos semanas y tuvo distintas alternativas y hechos que fueron marcando cada jornada.
Liliana era una joven menuda, que no pesaba más de 50 kilos. Sin embargo, en un momento determinado, empujó más de 10 metros al padre Pierre, quien tenía una altura de más de 2 metros y una gran contextura física, produciéndole un fuerte golpe que le provocó una herida.
Los jóvenes integrantes de la Renovación Carismática lograron sujetarla pese a la fuerza descomunal que presentaba Liliana. Fue entonces cuando el hermano Hermas y las religiosas llegaron a la iglesia.
La escena era espeluznante, digna de una película de terror.
Algunos curiosos que se acercaron al templo para presenciar lo que estaba sucediendo huyeron y no regresaron. No quedaban dudas que el mal estaba en el lugar.
“BELSEBÚ”
Era el mediodía de un día de febrero de 1986 cuando comenzó la verdadera lucha. Durante horas, los sacerdotes oraron y estuvieron cerca de Liliana, que tenía períodos de calma y otros de extrema tensión.
Al anochecer, el padre Pierre inició un diálogo inesperado con la fuerza que dominaba el cuerpo de la jovencita:
-¿Quién eres? Date a conocer. Deja en paz a esta mujer, preguntó el sacerdote.
De repente, una intensa luz se irradió por la iglesia y los pesados bancos del templo comenzaron a volar y estrellarse contra las paredes.
-Belsebú, el señor de las moscas, contestó una voz gutural y aterradora que salía de los labios de Liliana.
-Por fin te encontré Pedro hijo de Pedro, agregó esa voz.
Luego la voz se comunicó en otros idiomas, que luego contó que eran el arameo, que se hablaba en épocas de Jesús, e incluso dialectos haitianos que solo el padre Pierre entendía.
BATALLA FINAL
Ante tal situación, el hermano Hermas de Brujin comunicó la situación a los más altos miembros de la curia y llegó hasta el mismo Vaticano. La contundencia de los hechos descriptos por el sacerdote hizo que las máxima autoridades de la iglesia, cuyos destinos regía el papa Juan Pablo II, autorizara la práctica del exorcismo.
Las batallas se libraban día tras día. La fuerza descomunal del demonio era inocultable. Luces que se encendían solas, imágenes que caían, asientos golpeando las paredes, ruidos extraños y olores nauseabundos eran algunos de los elementos presentes en la escena cotidiana.
Por fin, pasado el mediodía del día 17, el padre Pierre comenzó la batalla final. Mientras el demonio vociferaba palabras inentendibles y todo el lugar era un verdadero campo de batalla, el sacerdote haitiano oraba sin parar.
“Jesús, siento tu presencia, ayúdame. Salva a tu hija del demonio”, repetía a los gritos. Eran tan potentes las palabras del padre Pierre, emanaban tal fuerza que el demonio perdió la batalla y dejó el cuerpo de Liliana.
De pronto, el olor a azufre desapareció y los ruidos se extinguieron, y la calma volvió al lugar.
El exorcismo había terminado.
EL DESPUÉS
Luego de que terminara el exorcismo, Liliana estaba exhausta, no paraba de llorar. En su cuerpo quedaban huellas de la historia de terror que había protagonizado. Solo quería descansar y regresar a su casa.
Por su parte, el padre Pierre estaba mojado de transpiración, agotado por la batalla que acaba de librar.
De igual manera, el hermano Hermas, las religiosas y los hombres y mujeres que participaron del proceso, estaban cansados, demacrados.
Pero todos estaban felices porque habían cumplido su misión. Lo vivido quedó en el recuerdo de todos ellos, pero nadie se atrevió a brindar detalles sobre lo que vivieron.
Si bien la Iglesia es siempre prudente a la hora de aceptar que una persona está poseída o no, el padre Pierre admitió ante los medios que había practicado el ritual de exorcismo en la joven mujer, causando una verdadera conmoción entre los fieles, y concitando la atención de la prensa local y nacional.
Por aquel entonces, Pierre supo decir que la Iglesia aceptaba la existencia del espiritismo, la magia negra o el curanderismo para hacer daño, argumentando que “el demonio tiene un poder inferior al de Dios. Es un ser inteligente, prácticamente más inteligente que el hombre, con la única diferencia que esta inteligencia está orientada hacia el mal, nunca hacia el bien”.
El padre Pierre continuó con su apostolado religioso al frente de la iglesia Cristo Rey, hasta su fallecimiento, el 7 de noviembre de 1995 (Ver nota adjunta). Sus restos descansan en el templo.
El tiempo pasó y Liliana se recuperó totalmente. Está próxima a cumplir 62 años y vive en la ciudad de Clodomira, donde formó su hogar. Tiene hijos y nietos y no quiere recordar el drama que pasó hace más de 40 años.
QUÉ ES UN EXORCISMO
En la creencia religiosa, el exorcismo es la práctica religiosa o espiritual realizada contra una fuerza maligna, utilizando diversos métodos cuyo fin es expulsar, sacar o apartar a dicho ente de la persona, objeto o área que se encuentra poseída por la entidad maligna (ver, como ejemplo, posesión demoníaca) quien somete y controla al poseído.3
Estos entes, dependiendo de las creencias de los implicados, pueden ser demonios, espíritus, brujos, etc. El objeto de la posesión puede ser una persona o animal, objetos e incluso lugares como pueblos o casas (poltergeist).
Los exorcismos pertenecen a la gama de actos apotropaicos que han sido comunes desde la antigüedad. El exorcista suele utilizar fórmulas de exorcismo con encantamientos para entrar en contacto con el supuesto demonio y finalmente persuadirlo de que abandone el cuerpo, con o sin abrir el pecho.
EXORCISMO EN EL CRISTIANISMO
En el cristianismo, el exorcismo es la práctica de expulsar o deshacerse de los demonios. La práctica se remonta a los relatos bíblicos en los que Jesús expulsó a los demonios y exhortó a sus apóstoles a «echar a los demonios».
En la práctica cristiana, la persona que realiza el exorcismo, conocida como exorcista, suele ser un miembro de la Iglesia cristiana, o una persona que se considera ha recibido la gracia de tener poderes o habilidades especiales a fin de expulsar a dicho mal.
El exorcista puede utilizar oraciones y material religioso, como fórmulas establecidas, gestos, símbolos, iconos, amuletos, etc. El exorcista suele invocar a Dios, a Jesús o a diferentes ángeles y arcángeles para que intervengan en el exorcismo.
Los exorcistas cristianos protestantes suelen creer que la autoridad que les otorga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (la Santísima Trinidad) es la única fuente de su capacidad para expulsar demonios.
En general, las personas consideradas como poseídas no son consideradas como malas en sí mismas, ni totalmente responsables de sus acciones, porque la posesión se considera una manipulación involuntaria por parte de un demonio que resulta en un daño a uno mismo o a otros. Por lo tanto, los practicantes consideran el exorcismo más como una cura que como un castigo. Los rituales dominantes suelen tener esto en cuenta, asegurándose de que no haya violencia hacia el poseído o poseída, solo que se les ate si hay potencial de violencia.
En el catolicismo, los exorcismos se realizan en nombre de Jesucristo. Una práctica similar es la pastoral de liberación. La distinción entre la pastoral de liberación y el exorcismo es que el exorcismo lo realizan sacerdotes con permiso especial de la Iglesia católica, mientras que la pastoral de la liberación consiste en rezar por las personas que están angustiadas y desean curar las heridas emocionales, incluidas las supuestamente causadas por espíritus malignos.