28 de septiembre, 2024
Colaboración

En la naturaleza vemos cómo el instinto de supervivencia motoriza todas las acciones de los animales, pequeños o grandes, herbívoros o carnívoros, todos se camuflan con su pelaje, se protegen con sus garras o sonidos, se fortalecen con su rapidez o agilidad.

Del mismo modo, en la vida diaria, los políticos también son proclives en hacer mano de un pertinaz instinto de supervivencia, a veces desaparecen de la vida pública, en otros se alían con otros más poderosos, hay aquellos que intentan modificar su discurso y otros salen a la palestra hablando por demás.

En estos últimos tiempos, luego de la irrupción impensada de Javier Milei, los políticos que por una u otra razón se mantuvieron en la diáfana mirada de la sociedad por casi dos décadas, han decidido salir de su letargo mediático al que fueron impulsados por la pérfida derrota y, como una suerte de reacción agónica, se los ve muy parlanchines, queriendo explicar a veces lo inexplicable y demostrando que recibieron el golpe y aturdidos quieren contragolpear.

Ahí se los ve discurriendo a quienes antes se callaban: Cristina, Máximo y Alberto. En cada oportunidad que tienen ahora hablan, cuando la lógica nos indicaría que deberían seguir callados porque poco y nada les conviene aparecer porque la sociedad todavía les recrimina su pasado, pero ellos imperturbables no se ruborizan del escándalo que generan cada vez que se los escucha.

Solo Sergio se mantiene aislado y mantiene una postura de silencio de radio, probablemente pueda existir una razón oculta; si nos dispusiéramos a elucubrar sobre posibles razones, hay una que resulta plausible, casi mil ochocientos funcionarios de primera línea que siguen hoy en funciones provienen de la anterior gestión y todos ellos en su mayoría responden de una u otra manera al tigrense.

Uno recuerda que en las preliminares de las elecciones se hablaba que el economista libertario era un socio silente de “ventajita” -como lo etiquetó Mauricio a Sergio Tomás-. Dicen las malas lenguas que en las listas de La Libertad Avanza había muchas segundas líneas de la “renovación” y, sea cierto o no, el silencio es ostensible y la relación con el primer mandatario respetuosa.

Distinto es con el frustrado presidente y el binomio familiar, todavía no se han dado cuenta que Milei apuesta a ellos como sus socios predilectos. Cada vez que aparecen le suman más simpatía al libertario y la gente más los rechaza y les recrimina todo lo que han hecho mal y que ellos torpemente intentan vender como la “década ganada” que, al fin de cuentas, fue una “década dibujada”.

Arthur Schopenhauer señalaba que “el instinto social de los hombres no se basa en el amor a la sociedad, sino en el miedo a la soledad” y, por ahora, vemos cómo Cristina y su prole y su alfil albertista, tienen mucho miedo de ser olvidados y de perder definitivamente el poder que ostentaron. 

Cristina todavía no puede digerir la derrota, una de tantas que la supo tener como Mariscal de muchas defecciones.

Ella y Néstor perdieron cuando el propio Sergio las enfrentó.

Ella se equivocó al nombrar como su vicepresidente a Amado.

Ella se equivocó al diseñar la estrategia electoral que permitió que Mauricio ganara las elecciones y que María Eugenia derrotara a Aníbal en la provincia de Buenos Aires.

Luego ella sacó un conejo de la galera al elegir a Alberto para destronar al ingeniero, pero lo que en un principio fue una victoria se terminó convirtiendo en otra defección, porque el elegido fue no malo, malísimo, y generó todas las condiciones necesarias para enfrentar una nueva debacle.

De lo que surge es una verdad innegable, ella como la mayoría de los políticos, al enfrentarse ante una elección, son más las veces que pierden de las que ganan, porque lo habitual en la política es perder.

De este modo, todo político se termina convirtiendo en un auténtico superviviente, profesionales de la derrota y la clave está entonces en que ellos deben intentar equilibrar la derrota con la capacidad de supervivencia.

Si fueran sagaces deberían aprender de los yerros que los depositaron con la cara en la lona. Obviamente, tercos como son, mucho no quieren reconocer ni admiten sus errores, si lo hicieran habrían aprehendido de los mismos y sacado buenas enseñanzas, para que de esa manera hacia futuro garantizar su supervivencia política.

Por ahora, lo que observamos es que la resistencia que quiere imponer la facción kirchnerista no se hace con inteligencia y habilidad, sino que demuestran indolentemente su única postura: poner palos en la rueda a la novel gestión gubernativa, impidiendo la aprobación de las primeras medidas legislativas que intenta lograr para cumplir con sus objetivos, algo que nunca se hizo con ningún gobierno, incluso con los de ellos.

Sucede que la afiebrada mente de este clan no actúa con los principios que anida la búsqueda del bien común, sino tan solo el logro de alcanzar mantenerse en pie a costa de que al propio país le vaya mal y sin importar que con ello se perjudique a amplias capas sociales.

Ellos todavía no logran comprender que han perdido y lo hicieron por sus propios errores. En ese camino deberían ponderar que ya no es tan importante la   fuerza de la derrota y su sonora caída sino la capacidad para hacer frente a las coyunturas negativas y buscar nuevas ventanas de oportunidad, que les permitan reacomodarse dentro del actual espacio político.

Sergio es quien mejor ha sabido ver el actual panorama y recordar una máxima política, aquella que nos dice que un político si es capaz de esperar y aguantar el chubasco y no se viste con el ropaje del perdedor, tarde o temprano le llegará una nueva oportunidad.

Es cierto, que nadie quiere quedar atrapado por el castigo del ostracismo y se empeñan en rehuir del mismo, pero los modos y los tiempos son cruciales y por ahora Cristina y compañía no se han percatado que cada vez que hablan la pifian.

No son capaces de reinventarse, no muestran una pizca de autocrítica, solo se escuchan las críticas al otro e intentan señalar que ellos fueron sublimes, perfectos, sin mácula.

Son quienes ven oscuras maquinaciones tras bambalinas, turbias reuniones entre diferentes posiciones políticas, justo ellos que convirtieron al Congreso en una escribanía, donde no se admitía el disenso ni había la posibilidad de discutir nada.

Y es que ellos siguen con una única consigna, pensar que ellos son “la Patria” y los demás son “traidores”, se equivocan nuevamente y, como dice el presidente, “no la ven”.

Y lo que resulta peor es que no solo se enfrentan al fracaso que les generó una dura derrota, sino que comienza a percibirse el desaire de la sociedad que los envuelve en una crisis de liderazgo y sin “cajas”. Así y todo, se mantienen obstinados en sus fracasadas posturas.

Antonio Genovesi decía que “hasta la supervivencia de una banda de ladrones necesita de la lealtad recíproca”, y hoy muchos comienzan a generar su propio camino, hay rebelión en la granja, ya no hay mucho respeto por las decisiones que otrora se resolvían entre cuatro paredes y por una sola persona. Ni tampoco hay pleno fervor para pasarle la posta al primogénito y todo esto le viene como anillo al dedo al actual gobierno, la lealtad se ha disipado casi por completo.

Lealtad es lo que comienza a desfallecer en estos momentos, todas las instancias partidarias advierten el resquebrajamiento de sus entrelazadas sociedades. Ninguno, incluso el actual gobierno, está exento de traiciones y rebeliones, es el tiempo de los cambios y donde la gente comienza a tener más presencia porque el cansancio los abatió y no tolera más a la “casta” del color que fuere.

Todos comienzan a procurar mantener altivo al instinto de supervivencia, algunos con poco de éxito y otros en franco declive.

Julio César Coronel

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