06 de marzo, 2025
Colaboración

Con el advenimiento a la primera magistratura de Javier Milei ciertas cuestiones de orden internacional como la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y el cambio climático han sido motivo de revisión por cuestiones de escepticismo ideológico.

Es que el presidente manifestó en diversas ocasiones que considera exageradas muchas de las políticas impulsadas en nombre del cambio climático y que algunas de estas iniciativas, incluidas las relacionadas con la Agenda 2030, son "mentiras" o "mitos".

El cuestionamiento de Milei a estas políticas ambientalistas y ecologistas se sustenta en varias razones, como dijimos sobre una base de escepticismo, pero también por un enfoque económico y ciertamente por la desconfianza que existe en el gobierno con los organismos internacionales, como las Naciones Unidas.

Milei descree del cambio climático, considera que no tiene asidero científico y hace mención a que las políticas vinculadas al Acuerdo de París y la Agenda 2030 son impulsadas por intereses políticos de sectores progresistas.

Entiende el presidente que hay una sobreactuación y un sobredimensionamiento del problema ambiental y que nadie pudo probar científicamente que estamos ante una hecatombe universal.

Desde lo económico, la posición presidencial se encuadra en que muchas de las políticas ambientales, como la lucha contra el cambio climático, tienen costos económicos elevados que, según Milei, perjudican el crecimiento económico y la competitividad de los países.

Si aplicáramos las políticas ecologistas esto desembocaría en un deterioro de la economía global y terminaría perjudicando a las más vulnerables y desprotegidas, dado que las medidas a implementar aumentarían los costos de producción y de energía.

Por último, vimos en su discurso ante la Asamblea de las Naciones Unidas que el presidente desconfía de los organismos multilaterales y, como consecuencia de ello, todas las agendas globales.

Cree que existe un exceso de intervenciones internacionales que, a su juicio, limitan la soberanía de los países y dictan políticas económicas sin tener en cuenta las realidades locales.

Por ahora, las decisiones que se adoptan desde el gobierno sorprendieron al mundo entero, aunque todavía no hemos visto la resultante en la práctica, pero ciertamente que el posicionamiento de la Argentina -por decisión del presidente- genera variadas implicancias para la relación internacional de Argentina, especialmente con bloques comerciales como el Mercosur y la Unión Europea.

Adviértase que para los países europeos es trascendental la cuestión ambiental, por ello la Unión Europea promueve políticas ambientalistas y compromisos firmes contra el cambio climático.

En ese contexto, la Unión Europea ha implementado regulaciones estrictas sobre las emisiones de gases de efecto invernadero, además que impulsa aranceles y medidas para limitar el impacto ambiental de las importaciones.

Llega a tal punto el compromiso de Europa con el cambio climático que durante la presidencia de Jair Bolsonaro plantearon ciertas medidas adoptadas por Brasil en relación al Amazonia, a la que se considera el pulmón verde del planeta.

Ahora qué podríamos esperar si Milei persiste en su postura escéptica ante el cambio climático.  Respecto de la Unión Europea, la Argentina podría enfrentar tensiones y, en lo inmediato, se pondría en riesgo el acuerdo entre el Mercosur y la UE que están negociando, porque uno de los puntos clave de este acuerdo es el cumplimiento de normas ambientales.

Si Milei rechaza las políticas verdes que la UE promueve, podría haber un desencuentro con Europa sobre el cumplimiento de las normas ambientales dentro de ese acuerdo, lo que podría retrasar o complicar su ratificación.

Pero, además, estaría la posibilidad cierta de aplicarse aranceles ecológicos para productos que no cumplan con ciertos estándares ambientales que dispone la Unión Europea, afectando de esa manera las exportaciones argentinas, especialmente en sectores como la agricultura, la ganadería y la industria.

Y respecto de las relaciones dentro del Mercosur, ya agrietado por las diferencias ideológicas con Lula, pero también con el chileno Boric y el recientemente elegido presidente uruguayo Orsi, las alianzas comerciales podrían verse seriamente afectadas, ya no solo por diferencias en las miradas de sostenibilidad ambiental sino también por diferencias en los intereses del desarrollo económico.

Probablemente Milei verá fortalecida su postura si Trump mantiene su visión y también maniquea de la cuestión medioambiental, sin embargo, la Argentina podría quedar aislada en términos diplomáticos y comerciales con aquellos países que impulsan políticas más estrictas en relación con el medio ambiente.

Es decir que el escepticismo de Milei sobre las políticas ambientales podría llevar a Argentina a un aislamiento internacional, especialmente en los foros globales sobre cambio climático.

Los compromisos de reducción de emisiones y transición energética, que son cada vez más exigidos por inversores internacionales, podrían verse como obstáculos para las exportaciones argentinas.

Por otro lado, la presión en los mercados internacionales haría ver al país como quien no respeta los compromisos globales en relación con el cambio climático, lo que podría generar, insisto, tensiones diplomáticas y comerciales, especialmente con países y bloques que están promoviendo la agenda ambiental.

Ya dentro del ámbito interno, el presidente probablemente continuará defendiendo una política de libre mercado que privilegie la competitividad y el desarrollo económico por encima de las restricciones ambientales.

Si bien esto puede ser popular entre sectores económicos que ven el cambio climático como una distracción o un obstáculo para el crecimiento, podría ser percibido negativamente por una parte de la sociedad argentina que está más preocupada por los efectos del cambio climático en el país, como las sequías, las inundaciones y los cambios en la producción agrícola.

Ya en su segundo año de gobierno queda por verse qué decisión adoptará, si seguirá en su actitud disruptiva y contestataria, o bien, si comprende la necesidad de adoptar posturas razonables ante situaciones manifiestamente claras y científicas probadas.

La postura de Javier Milei frente a la Agenda 2030 y el cambio climático podría tener importantes repercusiones, tanto para Argentina como para sus relaciones con la Unión Europea y el Mercosur.

Su enfoque más escéptico sobre el cambio climático podría crear más problemas que soluciones, sobre todo cuando todavía estamos en un proceso de salir adelante desde el pozo en donde nos encontrábamos y donde necesitamos de todos. Aislarnos no sería la política más adecuada, especialmente con países que priorizan la sostenibilidad ambiental.

Si bien podría haber alguna afinidad ideológica con países del Mercosur o algunos gobiernos de derecha, como con Trump, Argentina podría enfrentar desafíos en cuanto a su integración en mercados que están adoptando políticas medioambientales de sostenibilidad más estrictas.

Milei, en su apasionado frenesí de empoderar la libertad, no debe olvidar nunca lo que alguna vez sostuvo el escritor mexicano Octavio Paz en cuanto a que “la libertad, para realizarse, debe bajar a la tierra y encarnar entre los hombres. No le hacen falta alas sino raíces” y para ello se necesita inexorablemente cuidar de nuestro planeta.

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