28 de septiembre, 2024
Nota de Portada

10 años después de la denuncia, la justicia confirmó los procesamientos de un abogado y un odontólogo por los supuestos casos de abuso sexual y facilitación de la corrupción agravada por el vínculo, ya que la víctima es hija y sobrina de los acusados. El desgarrador testimonio de la joven, quien aún espera justicia.

Hace más de una década, una madre se enteraba que su hija –entonces de 11 años- habría sido abusada sexualmente. Fue el comienzo de una historia de horror que involucraba a una de las familias más reconocidas de la provincia y derivó en denuncias contra el padre y uno de los tíos de la niña. Sin embargo, planteos judiciales de todo tipo fueron retrasando su definitiva resolución. Así, tras años de dilaciones, con una decena de jueces que pasaron por la causa, ésta tomó un nuevo impulso recién cuando la víctima se convirtió en la primera menor de edad en convertirse en querellante de su propio abuso.

Después de tantas idas y vueltas, la causa que comenzó en julio de 2013, la Cámara de Apelaciones en lo Penal confirmó por unanimidad los procesamientos de Raúl Alejandro Amadey, padre de la víctima, acusado de abuso sexual con acceso carnal agravado por el vínculo y promoción y facilitación de la corrupción de menores agravado por el vínculo en concurso real de delitos, y de Pablo Nicolás González, tío de la menor, señalado por abuso sexual gravemente ultrajante y promoción y facilitación de corrupción de menores agravado por la edad.

Así, luego de año que la causa ingresara a la instancia de apelaciones, los camaristas Cristian Vittar, Olga Gay de Castellanos y Gabriela Núñez confirmaron el procesamiento de los acusados, aunque decidieron que podrían esperar en libertad la instancia de juicio oral, que podría ocurrir a fines de este año o a comienzos de 2025.

Previamente, el Ministerio Público Fiscal, representado por las fiscales Erika Leguizamón y Jésica Lucas, junto a la querella de la causa, integrada por Moira Curi, Carolina Vargas y Luis Santucho, solicitaron a la Cámara de Apelación que se confirme el auto de procesamiento dictado por el juez Dr. Fernando Paradelo en contra del padre y el tío de la víctima.

Por su parte, la defensa de los acusados, representada por Diego Lindow y Eugenio Chavarría, solicitó el sobreseimiento de ambos. Finalmente, los magistrados rechazaron el pedido de la defensa y resolvieron confirmar el auto de procesamiento.

Pese a la gravedad de los delitos imputados, ambos hombres continúan en libertad gracias a una eximición de prisión dictada por el juez Darío Alarcón, cuando ya se había apartado de la causa.

Los diez años que esta causa lleva sin resolverse tiene que ver con los más diversos motivos. Para entenderla no solo hay que volver la vista atrás sino también conocer quiénes son sus protagonistas.

 

LAS FAMILIAS

Es común creer que en las familias importantes o aquellas que tienen un muy buen pasar económico no tienen problemas significativos, o que los inconvenientes están relacionados solo con los asuntos financieros. Nada más alejado de la realidad. Moira Curi es una mujer que carga sobre sus espaldas con uno de los apellidos más reconocidos de la provincia, pues su familia integra uno de los grupos económicos más poderosos de Santiago. Creía que no podía pasar nada peor que la tragedia sangrienta que vivió en marzo de 2007, cuando su prima Ana Carolina Curi, sus tíos Marcelina Vizgarra y Carlos Curi fueron asesinados por José De Yebra.

Sin embargo, todo su mundo se vino abajo en 2013, cuando se enteró que su única hija fue víctima de abusos sexuales. Un mero observador diría que, con el poder de su apellido, la balanza se inclinaría rápidamente a su favor, pero nada de esto sucedió.

Se casó con el abogado, Raúl Amadey, con quien tuvo a su única hija. El matrimonio se terminó cuando la nena tenía menos de dos años. Sin embargo, Moira consideraba que su ex pareja era el “padre perfecto”.  En ese momento, “era mi persona de mayor confianza. Era un padre muy presente, siempre estaba muy dedicado a mi hija. Era más que un padre perfecto. Le tenía una confianza ciega, supo contar.

Mientras que su ex marido es sobrino directo de Amado “Bochi” Chamorro, actual intendente de Campo Gallo y ex diputado provincial, y estuvo casado con una jueza, vocal de la Cámara de Apelaciones y Control Penal y del Tribunal de Alzada.

 

LA HISTORIA

La historia de los abusos comenzó cuando la niña tenía 5 o 6 años. No lo sabe con exactitud. Era muy chiquita para tener conciencia del tiempo.

Sin embargo, salieron a la luz en julio de 2013. “Mi hija empezó a tener problemas de integración en el colegio, tenía 11 años. Siempre le preguntaba qué le sucedía, pero a ella le costaba hablar, decir lo que le estaba pasando”, contó Moira Curi a LA COLUMNA.

“Un día, mi niña estaba chateando y justo la viene a buscar el progenitor (nunca lo llama como papá o padre), entonces deja la compu abierta, y yo empiezo a revisar los chats. Aleatoriamente, encuentro uno en el que ella discutía con una compañera de escuela, quien en un momento le dice: ‘Callate, violada por tu tío’. Cuando leo eso, me quedo en shock”, dice.

“Al principio, ella no quería contarme nada, pero después me dice que se trataba de su ‘tío Pablo’. A duras penas me contó que le tocaba la cola, que la subía a sus piernas para jugar con él. Que le pedía que le haga “cosas”. A tirabuzón, le saco palabras, pero sólo me cuenta un 3% de lo que le había sucedido”, relata la mujer.

Con la confianza que tenía en su ex marido, lo llama de inmediato y le dice que iba a realizar la denuncia, a lo que él se opone. “Él me decía que podían ser inventos de Ana”, pero mi hija no era de inventar ese tipo de cuestiones.

IDAS Y VUELTAS

Aún en contra de la voluntad del papá de su hija, Moira realiza la denuncia judicial. La fiscal Celia Mussi solicita de inmediato medidas de instrucción, como el secuestro del celular y la computadora de la niña. Pero la Dra. Rosa Falco no dio lugar a las medidas.

“No entendía nada. Cuando le pedí explicaciones, la jueza me dijo que muchas personas le habían hablado por ese chico (el tío Pablo), incluso jueces. Yo estaba con mi abogado. Cuando salgo del despacho, ella inventa que nosotros la habíamos agredido verbalmente, y se aparta de la causa”, cuenta la mamá de la niña. “Junto con mi denuncia, presento como pruebas los chats y las computadoras de mi hija. En el juzgado de Rosa Falco, supuestamente guardan las pruebas en la caja de seguridad, pero nos robaron las pruebas, hasta el día de hoy no están”.

“Denuncias, denuncias y denuncias, llegamos hasta el Superior Tribunal, después de cuatro años nos dicen que la computadora está en una seccional de policía, pero hasta el día de hoy no aparece”, añade.

Rosa Falco fue la primera de las juezas que pasaron por la causa. Luego vinieron Lucrecia Martínez Llanos, Ramón Tarchini Saavedra, Darío Alarcón, Miguel Moreno, Cecilia Vittar, Rodolfo Améstegui, Fernando Viaña y Pía Danielsen, quienes se apartaron de la causa por diversos motivos, hasta que recayó en manos del juez de Control y Garantías Fernando Paradelo

En el camino se produjeron un sinfín de medidas legales de una y otra parte, con lo cual la causa se fue dilatando infinitamente, incluso hubo resoluciones judiciales que decían que la causa estaba prescripta.

En este punto cabe resaltar que la denuncia fue iniciada e instruida en el anterior Sistema Procesal Penal, lo que habría facilitado las dilaciones y el retraso para llegar a juicio oral.

 

EL PROTAGONISTA MENOS PENSADO

En un primer momento, la denuncia era sólo contra el “tío Pablo”, quien resultó ser Pablo Nicolás González, esposo de una de las hermanas de Amadey, un reconocido odontólogo infantil.

Sin embargo, cuando el tiempo fue pasando, la niña se atrevió a hablar y contar mucho más de lo que le había sucedido. Lo peor es que contó que el primero que la abusó no fue su tío, sino su propio padre, cuando ella tenía aproximadamente 5 años.

“Ella se atrevió a hablar contra el padre, porque esperaba que él la defienda. A él lo perdonaba por todo lo que le había hecho, no a su tío”, dice Moira, quien nunca había imaginado que su ex marido, el propio padre de su hija también abusaba de ella.

“Yo ponía las manos en el fuego por él”, dice la mujer arrepentida.

Del relato de la menor surgió que los abusos se habrían cometido en la casa de su abuela materna, en el edificio Pellegrini. Contar los detalles de lo que la menor relató en Cámara Gesell y ante los jueces es demasiado morboso para volcarlo en estas líneas.

Moira casi enloqueció cuando supo la verdad que su hija le contaba. De inmediato denunció a su ex marido, en una causa que se instruía en forma paralela y por la cual pasaron también diversos jueces, como Cecilia Vittar, Fernando Viaña, Pía Danielsen, Rodolfo Améstegui, Fernando Paradelo, Sara Harón, y finalmente recayó en el juez Paradelo, quien la unificó con la que lleva contra González.

 

ANNA PAULA

Por los más diversos obstáculos judiciales, la causa comenzó a tomar rumbo recién desde el momento en que la víctima decidió actuar por sí misma, convirtiéndose en la primera menor querellante particular de su propio abuso.

Hoy, ella tiene 22 años. Es una joven que durante mucho tiempo escondió que era víctimas de abusos. En realidad, no sabía que debía contar lo que le estaba sucediendo. En realidad, tenía 11 años, cuando la verdad se supo, casi de manera casual, aunque los abusos habían comenzado años antes.

Hoy no acepta que su identidad sea reservada por su condición de víctima. Quiere que todos sepan quién es. Asegura no tener miedo, pero está cansada de años del proceso judicial. Está agotada de tener que probar ante el mundo –no solo ante la justicia- que ella es la víctima. Que comenzó a serlo desde que era muy niña, cuando su papá la habría abusado sexualmente por primera vez. Por eso, quiere ser nombrada con nombre y apellido: Anna Paula Curi. El apellido de su papá se lo sacó. La avergonzaba tener que responder con el mismo nombre de quien le habría hecho tanto daño. Tal es así que el juez de Familia Sebastián Billaud, le concedió la posibilidad de quitarse el apellido de su padre en forma legal.

A ella le cuesta hablar. Hay circunstancias que prefiere callar. “Ya las hablé ante el juez”, supo decir. “Hablar en tribunales es muy difícil. Yo no ando hablando de lo que me pasó, a menos que sea necesario. Con mi psicóloga sí, pero sólo si se relaciona con mi vida actual. Con mis amigas no lo hablo”.

Sin embargo, sentía que “hablar es necesario para crecer, para sanar.  Tengo vergüenza cuando debo ir a tribunales a declarar, pero más que vergüenza, es algo que directamente no lo puedes hablar. Hasta el día de hoy me cuesta mucho.  Si conociera a otra chica que le ha pasado algo así, creo que no podría presionarla, uno llega a entenderla sólo si pasa por algo así”.

 

IMPUTADOS

Las causas contra el tío y el padre de la menor transitaban por distintos juzgados. Luego de años, ambas fueron unificadas y recayeron en el juez de Control y Garantías Fernando Paradelo. En septiembre de 2019, el magistrado había resuelto imputar al odontólogo infantil Pablo González, como autor de los delitos de abuso sexual gravemente ultrajante y corrupción de menores en perjuicio de la menor, quien era su sobrina política. Sin embargo, también decidió eximirlo de prisión, fijándole una fianza real de 500 mil pesos para gozar de la libertad ambulatoria, con restricciones, como prohibición de acercamiento y todo tipo de contacto con la menor.

El 10 de febrero de 2020, el Dr. Paradelo resolvió imputar al abogado Raúl Alejandro Amadey, padre de la menor, como supuesto autor del delito de abuso sexual con acceso carnal agravado por el vínculo y facilitación de la corrupción de menores de su propia hija. También ordenó su inmediata detención, y que se notifique de tal medida al Colegio de Abogados, el cual integra Amadey, para que oficie como órgano de contralor. Para lograr su eximición de prisión, tuvo que pagar 600 mil pesos.

Amadey había presentado un pedido de eximición de prisión y un habeas corpus el 26 de diciembre de 2019, mucho antes de la declaración de su hija ante el juez Paradelo, por lo cual fueron rechazados por improcedentes. Anna Paula declaró ante el magistrado recién el 6 de febrero de 2020. Ese mismo día, la fiscal María Gabriela Gauna solicitó la imputación y detención de Amadey.

 

“LA ÚNICA INVESTIGADA HA SIDO LA VÍCTIMA”

En junio de 2021, cuando los fiscales Leguizamón y Cantos solicitaron la detención de los imputados, hicieron hincapié en que resulta cierto, indudable y acreditado en la causaque, a lo largo del proceso, la única investigada y sujeta a proceso ha sido la víctima”.

Todo esto, supone “una flagrante transgresión a todos los derechos que, como víctima menor de edad, le asistían, fundamentalmente a su no victimización secundaria, por el proceso judicial”.

Sin dudas, este comentario de los fiscales viene a confirmar lo que la madre de la víctima, en un principio, y luego ella misma, vienen reiterando desde hace años.

Por lo cual, los fiscales precisaron que “no se advierte sujeción a proceso de los imputados en la causa”. Por el contrario, “ante incumplimientos de las condiciones establecidas para mantener su libertad ambulatoria, la única respuesta jurisdiccional ha sido nuevas medidas -idénticas a las anteriores-, como en una especie de recordatorio Judicial, lo cual resulta al menos poco usual en el marco de todo proceso penal”.

En virtud de todo lo cual, ratificaron su decisión de solicitar la detención de González y Amadey, “atento el tiempo transcurrido sin avance en la instrucción penal el cual ha sido nuevamente obstaculizado.

“PASÉ AÑOS YENDO A TRIBUNALES”

Los fiscales Leguizamón y Cantos comentaron que “la única investigada y sujeta a proceso ha sido la víctima”. Durante el larguísimo y obstaculizado proceso, Anna tuvo que someterse, una y otra vez, a distintas pruebas, a contar su verdad, a decir lo que le había pasado, cuándo, cómo. Su revictimización por parte de la justicia fue una constante, desde la primera vez que pisó tribunales.

“Coincido totalmente, ellos se presentaron en las declaraciones indagatorias y nada más. Se negaron a ser peritados, ofrecieron una cantidad innumerable de testigos, de los cuales solo se presentaron unos pocos. Es demasiado obvio que intentar dilatar lo más que se pueda”, dice Anna.

Pero, dejando de lado todo eso, durante años solo me llamaron a mí. Ellos, jamás fueron antes, ni a declarar, ni a pericias, ni nada, cuando yo literalmente pasé años yendo y viniendo de tribunales. Demasiados zapatos gasté en esos pasillos”, dice la jovencita.

 

“NO SOY UNA MENTIROSA”

Como si eso fuese poco, Anna también tuvo que salir a responder a todos los que la tildaron de mentirosa. Dijeron que Anna era una fabuladora, una mentirosa, que los abusos nunca ocurrieron, sino que se trata de una gran mentira ideada por su mamá.

“No soy una mentirosa. Yo creo que nadie elegiría esta forma de vida por una mentira, no es para nada lindo lo que me está pasando. Estoy hace años rogando que se haga justicia, que por lo menos avance en algo. Creo que nadie elige esta forma de vida porque sí”, asegura Anna.

“Mi mamá no tiene absolutamente nada que ver. ¿Por qué mentiría? ¿Por plata? ¿Por amor? Ella pidió el divorcio, no sé qué otra razón tendría ¿Por odio? Recuerdo que ella siempre me decía: ‘Él es el mejor papá del mundo, el mejor papá que te podría haber tocado’. Si me enojaba con él, me obligaba a pedirle perdón, obviamente, ella no tenía idea de nada”, cuenta Anna sobre el rol de su mamá.

“Él dice que mi madre hace todo esto por despecho, que mi mamá ha inventado todo esto. Lo cual no tiene mucho sentido. Ella empezó denunciando a González, en 2014, entonces, ¿por qué denunciarlo a él si siente despecho hacia su ex marido?”, agrega.

“La verdad es que no la vengo pasando nada bien. No se lo deseo a nadie. Es absurdo decir que estoy mintiendo”, enfatiza.

 

“LAS PIEDRAS QUE NOS TIRABAN”

Hoy, frente al procesamiento de Amadey y González, confirmado por la Cámara de Apelaciones, Anna cuenta todos aquellos sentimientos que tenía guardados y que ya no piensa guardarse para sí misma.

Después de tanto tiempo pude descansar como cuando era una bebé”, afirma. “Me siento tan agradecida hacia todos los que me acompañaron en este largo camino, sobre todo a mi mamá por luchar tanto por mi desde el primer día, cuando la realidad le cayó como un baldazo de agua helada, y solitas fuimos construyendo un camino con las piedras que nos tiraban, comenta.

A la vez, señaló que “agradezco al tiempo, porque estos 10 años no fueron por nada”. En ese sentido, dice que “si bien se dice que después de tanto tiempo no es justicia, si no reivindicación, creo y tengo la esperanza en que vuelva a existir la justicia y por eso elegí seguir los pasos de mi madre querida”.

Razón por la cual indica que “estos diez años me hicieron la persona que soy”, más allá de “todos los ataques, las noches sin dormir, las declaraciones, los escritos, los paseos por los interminables pasillos de tribunales”. Es más, asegura que “la verdad es que no me arrepiento de nada, lo volvería a hacer una y otra vez, porque si bien el tiempo que me quitaron no me lo devuelve nadie, la fuerza que tengo hoy, eso sí que no me lo pueden quitar”.

 

“NO PUEDO OLVIDAR”

Asimismo, Anna dice que “este es solo el comienzo”, aunque “mis pisadas -desde que tenía 13- están marcadas por todos lados del palacio de tribunales, y confío en que se quedarán para siempre ahí como una parte de mí, que entregué de lleno a la justicia, como algo de cristal tan delicado que destrozaron”. Es más, aseguró que “gracias a eso soy quien soy”.

Sus agradecimientos también alcanzaron, de manera impensada, al Dr. Diego Lindow, abogado de su padre. “No sabe cuán agradecida estoy, porque sin usted no sería, cada vez que lanzaba un golpe yo estaba construyendo algo”, dijo. En tal sentido, agregó que “no puedo olvidar cómo me hizo sentir, pero tampoco puedo dejar de agradecer cuánto me hizo sanar”. Es más, de manera sarcástica le dijo: “No sabe lo hermosa que es la vista desde aquí”.

Por supuesto que también le agradeció a su abogada Carolina Vargas y a su mamá. A la primera le dijo que “se unió a nuestra pequeña familia de dos, y peleó por mi como si fuese su propia hija”. De la segunda, “voy a morir agradecida de tenerte, creo que nunca voy a dejar de pensar que sos una súper mamá”. Es más, se encargó de aclarar que “en la infancia uno siempre idealiza a los padres, hasta que se da cuenta de que también son humanos, pero ella no, ella no es una simple humana, es el consuelo concedido del cielo para mí”.

De igual manera agradeció que “a todos los que creyeron siempre en mí, y me ayudaron a crecer tanto y a llegar a donde estoy ahora”. Pero también “a los que no creyeron”, a quienes les dio “doblemente gracias, porque me ayudaron tanto a sanar, no se imaginan cuánto”.

 

Anna Paula Curi tiene 22 años. Aunque aparenta ser una adolescente más muestra una madurez impresionante. Sonríe tímidamente. Mira de frente, pero tiene la mirada triste. Con sus pocos años, ya sabe lo que es esperar horas y horas en tribunales, para tal o cual pericia que termina postergándose por las constantes trabas judiciales que dilataron la causa.

A los golpes, la vida le enseñó a pelear por sus derechos. Sabe que los tiene, aunque la justicia pareciera haberlo olvidado. Aun cree en la justicia, a tal punto que se recibió de procuradora y le faltan solo un par de materias para convertirse en abogada. Sin embargo, la justicia tiene una deuda con ella. Pareciera que recién ahora comenzó a cumplirla.

Transcurrieron más de 4000 días desde la primera denuncia, pero aún falta…

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