El consumo obsesivo de noticias catastróficas altera la mente, el cuerpo y el ánimo. El fenómeno crece en la era digital y desafía nuestros hábitos.
Desde la pandemia de Covid-19, el uso de redes sociales y dispositivos digitales se incrementó notablemente. El celular se volvió una extensión del cuerpo, y la dependencia tecnológica creció de forma acelerada y poco regulada.
La presencia constante de redes, han influenciado en la conducta y comportamiento de las personas de manera imperceptible. Las plataformas optimizan sus algoritmos para captar atención constante. Detectan preferencias, refuerzan emociones y priorizan contenidos que generan impacto, especialmente los negativos, ya que estos retienen más tiempo a los usuarios.
De esta manera ha surgido el “doomscrolling”, una grave adicción. El término surge de la combinación de “doom” (condena, fatalidad) y “scrolling” (desplazarse por la pantalla). Este fenómeno cultural hace referencia al hábito de consumir noticias negativas de manera compulsiva.
La necesidad de estar informados puede volverse obsesiva y generar una visión pesimista sobre el mundo. Por lo tanto, el “doomscrolling” puede afectar la salud mental al sobrecargar el cerebro con información angustiante y a la salud física. Si bien el término no es de uso clínico, ha sido estudiado por su impacto negativo.
Impacto en la salud mental
La exposición constante a información sensible puede:
Impacto en el cuerpo
El doomscrolling lleva a un círculo vicioso, ya que al sentir más síntomas, se busca respuestas y por ende, se realiza más doomscrolling. Una explicación podría ser que el cerebro sigue tratando de luchar contra la incertidumbre buscando información. El querer estar preparados para las amenazas acechan. Cuantas más malas noticias se lee, uno puede sentirse mejor preparado.
Pero esto está lejos de ser inofensivo. Las personas que no pueden dejar su celular aunque estén cansados, les cuesta mantener la calma o concentrarse, o se sienten agotados sin razón aparente podrían estar atravesando esta adicción.
Por eso, se recomienda poner horarios sin pantalla, especialmente antes de dormir. Sumar hábitos reguladores, como ejercicio físico, exposición solar y una buena alimentación. Buscar informase en medios de comunicación locales y en un determinado horario.
Informarse es necesario, pero no a cualquier precio. Saber desconectar también es una forma de cuidar la salud.