Cuentan que mis abuelos abordaron el “Principessa Mafalda”- que fue la gran nave de su tiempo, única capaz de unir Italia con Argentina en catorce días, bautizado en homenaje a la princesa italiana Mafalda de Saboya, hija del Rey Víctor Manuel III y de la Reina Elena-, a mediados de 1914. Recuerdo la anécdota porque mi padre pudo haber nacido en ese barco, que naufragó años después. Pero, nació en estas tierras el 28 de agosto de 1914.
Fue el tercero de los cinco hijos que nacieron del matrimonio entre mis abuelos, don Miguel Brevetta y Lucia Falcione. Junto a su padre y hermanos sus vidas transcurrieron como partes de una cadena de negocios alimenticios, relacionados con productos importados, muy acreditados en la época, todos sitos sobre la vieja calle Tucumán. La estrategia comercial los divisó en la entrada y a la salida del mercado Armonía allá por 1937. Otro a mediados, entre las calles Pellegrini y Salta, y el famoso cine de principios de siglo, situado al frente del pasaje Castro, que después se convirtió en una gasolinera o estación de servicio.
No recuerdo mucho que pueda destacarse de aquellos tiempos, tan sólo que mi padre y su familia fueron reconocidos como adictos al trabajo, formados por progenitores con mentalidad europea, que arribaron en calidad de colonizadores a una provincia que en ese momento se encontraba en proceso de formación.
Levantaron su vivienda principal al frente del ferrocarril, y de espaldas al rió Dulce, para poder importar mercadería, sin el costo adicional a las distancias. Mi casa solariega fue construida con materiales llegados de los barcos, con portones y puertas de hiero cinceladas a mano, tirantes de pinotea, y vidrios biselados, que aún se conservan, transcurridos casi dos centenarios.
Rescato en mi memoria haber tenido en mis manos el pasaporte de mi abuelo firmado por Humberto I de Saboya, llamado en italiano Umberto I di Savoia, que fue rey de Italia entre 1878 y 1900 y haber contemplado los retratos de sus padres, pintados al oleo y colgantes de marcos dorados, los que adornaban la sala comedor de entonces, el lugar en donde convergían las remembranzas de familia, que se atesoraban convertidas en lugar sagrado para los niños.
Por años se conservaron sus botines, el pantalón y la camiseta de fútbol que lució mi padre en su adolescencia cuando integró el plantel del club Principiantes Unidos, fundado oficialmente el 29 de Marzo de 1932 fusionado después con Comercio Central, el equipo que lo signó por siempre.
El boxeo fue otra de sus pasiones. Admirador de Luis Ángel Firpo (1894 -1960), boxeador argentino conocido como el toro salvaje de las Pampas y considerado como el lumen del boxeo profesional argentino.
Contó mi abuela, que mi padre viajó a Buenos Aires a comprar un auto deportivo y aprovechar asistiendo a la despedida del box de su ídolo, el que casualmente había tomado la representación de los automóviles Stutz. Una semana después, recibió un telegrama pidiendo que le enviase dinero para poder retornar, porque se había deslumbrado con las luces del buenos aires de entonces, obvio que volvió sin su auto.
Tanguero destacado, me enseñó algunos secretos del 2x4 y me narró la anecdota cuando improvisó de productor artístico y contrató a Osvaldo Fresedo -uno de sus ídolos- para que se presentara en el Parque de Grandes Espectáculos. Pero una lluvia despiadada arruinó la gala, se suspendió el evento y pagó callado el alto costo de la efímera incursión.
Desde niño vi frecuentar a sus amigos: Sebastián Abal García, Raúl Elli, Víctor Zain, Emilio Fernández, Manuel Barthe, Antonio Gel, Adolfo Cortina, Pity Llugdar, Pedro Silva, Víctor Cinquigrani, Tito Coria, Negro Elías, Morocho Martin, Rodolfo Scilia, Julio Barraza, Agustin Chazarreta, Leopoldo y Mario Corbalán, Polo Zarbá, Tedy Bur, Atilio y el flaco Orieta, Dalmiro Coronel Lugones, Marcos J. Figueroa, Maico Díaz, Rubén Yema, Rubio Focci, Tigre Infante, Vidal Ceballos, Mocchi, Reinoso, Pedro Vidarte, Tulio Pavon Pereyra… fueron tantos que me resulta imposible nominar a todos, pero continuaré la lista en la medida de que encuentre mayor información.
Se casó con Laura Zulema Rodríguez Bustos, mi madre, el 8 de abril de 1949, recuerdo que siempre se hizo alusión a que ese mismo día se había programado también el casamiento de Carlos Arturo Juárez con Luz Máques, -amiga de mi madre- pero fue postergado a raíz de la inminente asunción como gobernador de la provincia (21 de Mayo de 1949 - 4 de junio de 1952).
Siempre se pregonó independiente, lejos del partidismo político, pero por su ejercicio comercial tuvo notables vinculaciones, que le posibilitaron acceder a una copiosa información. Ello valió que evitase que me “levantaran” a fines de marzo de 1976, cuando sus amigos del poder, le informaran que me encontraba en un listado que provenía de Buenos Aires. Después de su gestión no me molestaron, pero me dejaron prescindible de mi puesto como Delegado organizador del PAMI, al que había inaugurado en l974, en la calle Salta No. 85.
Valga la paradoja de los 28 de agosto, cuando en mi casa era solo fiesta y celebración, hasta el correspondiente a 1977, el mismo día que lo sorprendió la muerte, exactamente a los 63 años.
Hoy en el centenario de su natalicio lo recuerdo con el cariño intacto de siempre, agradecido por sobre todas las cosas, de ser su hijo.