El radicalismo en Argentina es un partido con una historia compleja y llena de divisiones, pero a la vez con una notable resiliencia.
Es, esencialmente, un partido que se nutre de ideales, los que podemos observar en lo que alguna vez sostuvo Leandro N. Alem: “¡Yo sostengo y sostendré siempre la política de los principios; caiga o no caiga; nunca transaré con el hecho; nunca transaré con la fuerza; nunca transaré con la inmoralidad; nunca transaré con los conculcadores de las instituciones y las libertades públicas! ¡Nunca esperaré el desenlace de ciertas situaciones para entrar en ellas, he de luchar siempre como fuerte y como bueno, sean cuales fueran los resultados, porque para mí la idea moral es la única que puede regenerar la sociedad!”.
A lo largo de su existencia, la Unión Cívica Radical (UCR) ha vivido muchas rupturas internas, ha sufrido varios exilios, pero también ha sabido reinventarse en momentos clave de la política argentina.
Ahora, en el contexto de la presidencia de Javier Milei, la gran pregunta es si el radicalismo, tal como lo conocemos, tiene futuro o si su declive será irreversible.
El radicalismo ha tenido que atravesar una larga serie de fracturas que a lo largo de los años han debilitado su cohesión interna.
Desde la fundación del peronismo, que sumó a radicales a su movimiento, para luego la ida de connotadas figuras como Arturo Frondizi, que fundó el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), o por ejemplo en los últimos tiempos Elisa Carrió o Margarita Stolbizer, que también pasaron por las filas del radicalismo, el partido ha experimentado una diversidad ideológica que no siempre ha sido fácil de manejar.
Y entre todo ello podemos observar el papel del radicalismo y la transversalidad con el kirchnerismo. Recordemos que figuras importantes de la UCR como Julio Cobos y Gerardo Zamora adoptaron un enfoque de transversalidad política, que los llevó a formar alianzas frentistas con el kirchnerismo.
Estos ejemplos no hicieron más que profundizar las fracturas internas del partido, mostrando la difícil tarea de definir una identidad política clara.
En estos últimos años, en ese proceso de cambio, la UCR formó parte de la coalición opositora Juntos por el Cambio (JxC), liderada por Mauricio Macri.
Esta coalición trajo consigo una tensión ideológica importante, ya que los radicales, tradicionalmente más progresistas y socialdemócratas, tuvieron que alinear sus intereses con una agenda más conservadora y liberal impulsada por el PRO.
A pesar de esta diferencia de matices ideológicos, la necesidad de una coalición opositora frente al kirchnerismo unió a diversos sectores.
En el presente, con Javier Milei como el gran emergente del espectro político, el futuro del radicalismo se enfrenta a un desafío existencial.
La irrupción de Milei y su "La Libertad Avanza" está reconfigurando el mapa político argentino, y algunos radicales encuentran en su discurso una alternativa atractiva, pero enmarcados en ayudar a la gobernabilidad.
Por lo pronto, Javier Milei se ha convertido en una figura de gran atracción para muchos votantes que, tradicionalmente, se alineaban con la UCR, debido a su postura de rechazo al kirchnerismo y su promoción de una agenda donde la seguridad, la lucha contra la inflación y el establecer un Estado eficiente, seduce a sectores de clase media. Muchos que en el pasado votaban a figuras con un rol más pensante, donde ahora lo único que los inquieta son las formas exaltadas del presidente, casi como un rechazo de piel de procedimientos democráticos, pero si éste morigera su formato de expresarse, la diáspora radical podría incrementarse.
La posibilidad de que la UCR se disuelva o desaparezca como partido podría verse reflejada en varios factores.
En primer lugar, por la probable deserción de militantes hacia Milei: Muchos radicales, especialmente en las provincias, podrían verse tentados por la oferta de Milei y su discurso de cambio radical en la política argentina. Para algunos, el presidente representa una opción más coherente con sus ideas liberales y con el deseo de un giro a la derecha, lo que podría llevar a una desbandada de militantes y dirigentes hacia la coalición libertaria.
En segundo lugar, la tensión y el rompimiento del acuerdo dentro de JxC, afecta al radicalismo, porque muchos radicales se sienten cada vez más desplazados por el predominio del PRO y sus afinidades con Milei, lo que hace que muchos se cuestionen si tienen un lugar dentro de una coalición que podría terminar siendo más pro-liberal y de derecha que centrista.
Si la UCR no logra definir su identidad, no se adapta al nuevo contexto o se ve arrastrada por el auge del leoncito, podría perder influencia y reducir su capacidad de atraer nuevos votantes, sobre todo en una polarización de fuerzas con el PRO y LLA, en la que el espacio de "centro" parece cada vez más pequeño.
Sin embargo, el radicalismo tiene una historia de resiliencia y capacidad de resurgir de las cenizas. Incluso cuando su apoyo electoral fue mínimo, como en los momentos en que el partido estuvo cerca de ser reducido al 2% en las elecciones, los radicales han sabido recomponerse y recuperar espacio.
A lo largo de la historia, han tenido el apoyo de sectores importantes de la sociedad que han visto al radicalismo como un partido de equilibrio entre los extremos.
Y aquí debemos pensar en hombres como Gerardo Morales, Martín Lousteau y figuras jóvenes: Aunque el radicalismo está fragmentado en tribus internas como las que representan estos últimos o Alfredo Cornejo y Rodrigo de Loredo, estas figuras todavía poseen un potencial para liderar la reconstrucción de una UCR moderna y relevante.
Su capacidad de adaptación a las nuevas realidades políticas podría ser clave para una renovación del partido y para encontrar una nueva identidad que le permita competir con las figuras emergentes como el actual mandatario.
Y en todo ello debemos recordar la experiencia de la transversalidad, de aquellos radicales que han practicado la política frentista, como Cobos y Zamora, saben que las alianzas con otros sectores ideológicos son posibles y pueden ser estratégicas para mantener la relevancia política.
Sin embargo, la polarización entre JxC y La Libertad Avanza podría generar una ventaja para el radicalismo si el partido logra posicionarse como una alternativa viable dentro del campo de la derecha moderada o el centro liberal.
Esto podría traer un resurgimiento del partido, especialmente si Milei no logra consolidarse como una opción estable a largo plazo o si sus políticas generan conflictos internos y gran parte de la población sufre las consecuencias del ajuste severo.
Lo más probable es que el radicalismo no desaparezca por completo, pero sí que se transforme y se vea obligado a redefinir su lugar en el espectro político, en ese contexto no debemos olvidar las enseñanzas de Ricardo Balbín cuando señalaba que “la democracia se fortalece en la discrepancia. Las unanimidades son caminos del totalitarismo”, es bueno discutir puertas adentro y afuera, pero cuidándose esos discursos que quieren imponer un pensamiento único.
Esto dependerá de varios factores, y aquí cabe preguntarse ¿cómo se posicionarán las figuras más moderadas dentro del radicalismo frente a la creciente influencia de Milei y el PRO? ¿Lograrán encontrar un espacio en una nueva coalición de centro-derecha que pueda atraer a una base electoral moderada y joven? ¿Cómo evolucionará la relación del radicalismo con el PRO y Milei?
En la medida en que la UCR pueda mantener un equilibrio entre adaptación pragmática e identidad ideológica, podría redefinir su futuro y seguir jugando un papel clave en la política argentina, aunque con un perfil más flexible y dispuesto a alianzas con diversas fuerzas.
El radicalismo argentino enfrenta una encrucijada en el contexto de la creciente polarización política. La emergencia de Javier Milei y su agenda libertaria pone en duda la vigencia del radicalismo tal como lo conocemos, pero también abre la posibilidad de una reconfiguración.
Julio César Coronel