En un contexto nacional que vuelve a encender las alarmas por el aumento de la Tuberculosis, en la Provincia de Santiago del Estero advierten que, pese a la situación general, la provincia continúa con cifras relativamente bajas de contagios, gracias a controles exhaustivos y un seguimiento riguroso del tratamiento.
El último informe del Ministerio de Salud de la Nación revela un aumento sostenido de los casos notificados de tuberculosis en los últimos años. Entre 2020 y 2025, las notificaciones crecieron un 65,9 %, lo que equivale a unos 3.169 casos adicionales en todo el país.
En 2025 ya se notificaron 13.794 casos, de los cuales el 94,6 % corresponde a casos incidentes (nuevos, recaídas o sin clasificación previa). Esto representa un incremento interanual del 3,6 % respecto de 2024.
Este repunte retrotrae al país a niveles similares a los previos a la pandemia de COVID-19, cuando los sistemas de vigilancia y seguimiento se vieron afectados.
Aunque las regiones más densamente pobladas, como la provincia y ciudad de Buenos Aires, concentran la mayoría de los casos —más del 60 % de los notificados— algunas provincias del norte, con particular vulnerabilidad socioeconómica, continúan exhibiendo las tasas más elevadas de incidencia.
Este retorno de la enfermedad obligó a reforzar las estrategias de prevención, diagnóstico y seguimiento: la detección temprana, la vacunación en recién nacidos con la vacuna BCG, y el tratamiento supervisado aparecen nuevamente como prioridades.
Para Santiago del Estero, la situación es —hasta ahora— notablemente más favorable que en otras provincias. Según los datos oficiales del último boletín epidemiológico nacional, la tasa de notificación en la provincia se ubica en torno a 8,4 por cada 100.000 habitantes.
El número absoluto de casos nuevos y recaídas es mucho menor al de provincias con alta densidad poblacional: mientras algunas provincias del NOA informan cientos o miles de casos por año, Santiago registra cifras modestas, lo que resalta su condición de “isla epidemiológica”. Según Oscar Baltazar Gallardo, con más de 15 años de experiencia en el Programa Provincial de Lucha Contra la Tuberculosis, la provincia suele “cerrar entre 80 y 100 casos nuevos por año”, lejos de los 1.000–1.500 casos anuales de provincias como Salta o Jujuy, y muchísimo menos que los más de 3.000 de la provincia de Buenos Aires.
Este contraste no se explica por el azar, sino por varios factores estructurales: menor densidad poblacional, ciudades con menor conglomeración urbana, lo que reduce las chances de transmisión aérea masiva; y un sistema sanitario provincial que, según Gallardo, ha mantenido un control riguroso del tratamiento y seguimiento de casos.

ENFOQUE
El doctor Gallardo recuerda que la tuberculosis —causada por Mycobacterium tuberculosis— puede mantenerse latente, sin síntomas, si el sistema inmunológico está sano; pero se activa y transmite cuando hay debilidad inmunológica, presencia de comorbilidades como VIH o condiciones de vulnerabilidad social. Esta realidad explica en parte por qué regiones con mayor desigualdad social registran más casos.
El tratamiento actual, basado en un esquema prolongado de entre seis meses o más con medicación específica, sigue siendo altamente eficaz cuando se completa adecuadamente. En ese sentido, el programa de “Tratamiento Abreviado Estrictamente Supervisado” —promovido internacionalmente por organizaciones sanitarias — es esencial. Su éxito depende de la adherencia, del acompañamiento familiar o sanitario que asegure la toma diaria o periódica de la medicación.
Gallardo también advierte que la falta de adherencia es hoy la principal amenaza a la erradicación de la enfermedad: “Si el paciente se desalienta, abandona —muchas veces antes de cumplir los seis meses—, la bacteria puede persistir”, explicó. En Santiago del Estero —según su relato— los casos graves son poco frecuentes; las formas pulmonares son la regla, y la mayoría de los pacientes mejora notablemente en pocas semanas si se cumple el tratamiento.
Además, la medicación no se consigue en farmacias comunes: está provista exclusivamente por el sistema público, dentro del programa oficial de control epidemiológico. De esa manera, se evita la reventa o el desvío y se garantiza su disponibilidad a quienes lo necesitan, algo que Gallardo considera fundamental.
Según el infectólogo, hay tres factores clave:
Distribución poblacional dispersa — La provincia no concentra grandes centros urbanos densos; las ciudades y pueblos están distribuidos de modo que no se favorece el hacinamiento. Esto reduce el riesgo de contagios masivos.
Control sanitario riguroso — Desde hace años funciona un sistema provincial de detección, tratamiento y seguimiento de casos. A través del programa oficial, la medicación se administra bajo supervisión, lo que mejora la adherencia.
Conciencia y estigma inverso — Aunque históricamente Santiago fue estigmatizada como una zona pobre, con infraestructura débil, los profesionales sanitarios hoy reconocen que esa imagen no refleja la realidad actual: “Demostramos lo contrario”, dice Gallardo, subrayando los resultados de años de trabajo sostenido.
Este contexto permite afirmar que la provincia “siempre fue ante la tuberculosis una isla dentro del contexto nacional”.
RIESGO LATENTES
A pesar del buen desempeño relativo, los especialistas advierten que la tuberculosis no debe subestimarse. A nivel nacional, la reactivación de notificaciones y el repunte de casos —sumado a factores como desigualdad social, pobreza, desnutrición, hacinamiento, falta de adherencia al tratamiento y comorbilidades— podrían provocar un aumento aún mayor en los próximos años.
En ese sentido, la caída en la cobertura de otras vacunas esenciales en niños y adolescentes —reportada recientemente en varias provincias— puede debilitar aún más la prevención, sobre todo en comunidades vulnerables.
Además, según especialistas citados en medios, la coinfección con VIH sigue siendo un motivo de preocupación, dado que agrava la progresión de la enfermedad.
Por eso, el mantenimiento de políticas de salud pública, controles activos, educación sanitaria, acceso garantizado a tratamiento, y seguimiento estricto deben sostenerse con fuerza, tanto a nivel nacional como provincial.
Santiago del Estero representa —por ahora— un ejemplo alentador de cómo, aún en contextos de recursos limitados y desigualdades históricas, es posible mantener la tuberculosis bajo control. Sin embargo, los datos recientes a nivel nacional muestran que la TB vuelve a repuntar con fuerza.
El llamado de los médicos —como el doctor Gallardo— es claro: no basta con estadísticas favorables; la clave está en no bajar la guardia. Para ello, es indispensable fortalecer el diagnóstico temprano, asegurar la adherencia al tratamiento, mantener el acceso gratuito a los medicamentos, y reforzar las campañas de prevención. Solo así podrá mantenerse la condición de “isla” que hoy distingue a Santiago del Estero.
El desafío es grande —y latente—, pero los frutos de un esfuerzo sostenido ya se ven. Y sirven de ejemplo.