08 de octubre, 2024
Pienso, luego existo

El pasado 26 de agosto recordamos el nacimiento en Skopje, actual Macedonia, de Agnes Gonxha Bojaxhiu, a quien el mundo conoce como la Madre Teresa de Calcuta.

Esta religiosa caminó las calles polvorientas de la ciudad india de Calcuta, y allí, rodeada de los más olvidados del planeta, hizo una cruzada de amor, paz y bondad.

Entre los más desamparados y olvidados de la sociedad, esa diminuta mujer se erigía como un faro de fe y esperanza.

Toda su vida fue entregada a un desinteresado e incondicional amor hacia los más necesitados, lo cual ha dejado una huella imborrable no solo en el catolicismo, sino en el corazón de la humanidad.

Su lugar fue al lado de los pobres, los enfermos y los marginados, no buscó la tranquilidad de un hogar o el calor de una familia, sino que a través de su congregación de las Misioneras de la Caridad buscó su lugar en el mundo y servir a los más olvidados con humildad y amor.

La Madre Teresa dedicó su vida a consolar a los enfermos terminales, a alimentar a los hambrientos, a abrazar a los desahuciados.

Quién la observaba veía en ella la imagen de la tranquilidad, la serenidad, es que solo irradiaba paz infinita.

Decía que “a veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota”. Así era su entrega y compromiso total para con el prójimo.

En ella, que recibió todos los honores, que fue reconocida por los líderes más importantes e influyentes del mundo, no había lugar para el descanso, la fama o la gloria. Ella solo permanecía en su labor diaria, humilde y entregada a su misión de amor y servicio.

Su presencia inspiró a millones de personas a seguir su ejemplo de generosidad y compasión y es por ello que su legado perdura en los hogares de acogida, hospitales y centros de ayuda que continúan su labor, extendiendo una mano amiga a los más desfavorecidos.

Gracias a esa mujer, el mensaje de amor y solidaridad ha trascendido fronteras y credos, lo que nos recuerda de la importancia de cuidar y respetar a nuestros semejantes.

En sus palabras: "No todos podemos hacer grandes cosas, pero sí podemos hacer pequeñas cosas con un gran amor". Allí está el verdadero sentido de nuestro paso terrenal, las cosas materiales son pasajeras, lo importante y que trasciende es el verdadero amor de dar una mano a nuestros semejantes.

En su aniversario podemos estar esperanzados que ella se ha convertido en un símbolo de la paz y la bondad y que su estela tiene continuidad en miles de personas anónimas y tan humildes como ella, es allí donde podemos encontrar el verdadero sentido de la vida, que reside en el servicio desinteresado a los demás.

Dios quiera que su luz siga guiando nuestros pasos en el camino hacia un mundo más humano y solidario.

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