20 de noviembre, 2025
Actualidad

Ella, sin mucho que ofrecer, llegó a pináculo de la fama, esquiva dicha fama a los intelectuales. Esa consagración que hace que una estrella se convierta en tal cuando no necesita apellido. Es Wanda como Susana, Mirtha o Moria. Esas que no necesitan apellido para ser reconocidas. Son sólo un nombre, una marca registrada.

Pero las divas de marras, demostraron sus habilidades. Desde actrices a vedettes, “anque” conductoras, dieron razones para ser ubicadas en el Olimpo de la farándula, por características de fácil demostración.

En cambio, Wanda, (la Nara más conocida) es un poco, Wanda Nada (sí, así, sin errores de tipografía).  Pensemos que luego de aquel vulgar episodio de la ropa íntima de Diego Maradona y su propagación, a través de “Intrusos” versión principios de los años dos mil, la historia de la mediática más enigmática del país de los últimos tiempos comenzaba.

Pero no enigmática, estilo Greta Garbo, que hizo peliculones y nadie la veía fuera del set. Ella apareció en cuanto lugar se le presentaba. Wanda tiene “el síndrome del cabeceador”, el que empuja la cabeza para aparecer en los lugares concurridos y llegar con “obsesión casi asnal”, (perdón Almafuerte) para hacerse de un lugar en el tablero de los famosos argentinos, con proyección internacional.

Era en la época en que sentarse en la silla de Intrusos, significaba un peldaño en la semivulgar escalera a la fama.

De todos modos, esta rubia metamorfoseada es Wanda ®. No es particularmente bonita, pero es hipnótica. Justamente, el magnetismo de Wanda Nada es que de la nada pudo construir un castillo, mejor dicho, varios castillos en distintos lugares del mundo.

De aquella calza rota que recordaba Jorge Rial el día que se enteró de su falso affaire con Maradona, y que la llevó a su programa (día en que tenía una calza rota) hasta las innúmeras carteras L.V. y mil marcas más, ella se sentó a hacer estrategias y eso tiene efecto barbitúrico.

¿Será que no es tan vulgar y en realidad tiene la inteligencia más insólita del mundo?

Cuando muchos se esmeran por ser más sabios de enciclopedia, la realidad mediática de la actualidad nos demuestra que, de poco sirve el conocimiento de libros, cuando a la par se vuelve más práctica la inteligencia emocional, instintiva, mejor dicho.

El que ha tenido hambre, de cualquier tipo, de pan o de atención, tiende a ser más exitoso en la vida, porque sabe de carencias y no quiere repetirlas. De todos modos, volviendo al caso que nos convoca, Wanda ®, es parte de esa Argentina que no se entiende por qué es más conocido Mauro Icardi que César Milstein.

Tic tac, Johnny Depp y la foto de la polémica

 

De todos modos, si de ponderar las distintas inteligencias se trata, vamos a ser sinceros. Wandita es la más viva del condado.

Un condado en el que habitan la condesa de Vuitton, Wanda, y los condecitos de Turquía (Mauro Icardi y Eugenia “la China” Suárez).

Y eh aquí la realidad inescrutable. Por qué una historia en la que la bella condesa nipona, buscadora incansable de vidas ajenas, no se conforma con el espejito-espejito que le dice que es la más bella, y es padeciente del síndrome de Fortunata, a saber: “El síndrome de Fortunata describe una atracción emocional hacia hombres que ya están casados y a veces se justifica por la creencia de que es una "atracción por lo prohibido". Es importante aclarar que este síndrome no está reconocido en la psiquiatría y se utiliza más como un fenómeno social.

Empero, nuestra protagonista de la historia, Wandita, gana siempre. ¿Por qué? Porque contra el síndrome de Fortunata, ella tiene el síndrome del cabeceador, ya explicado anteriormente.

Y tiene la suerte justa.

Cuando acontecía la pelea legal por la tenencia de los hijos, Icardi hizo un paralelismo entre su caso y el del actor Johnny Depp que, contra todo pronóstico, le fue favorable frente a la actriz Amber Heard. Demostrando que la justicia no es tan feminista en estos tiempos como se piensa.

De allí el famoso tic-tac de Icardi en sus publicaciones, sosteniendo que el reloj corría a su favor.

Quiere la vida y la suerte nada esquiva, para nuestra protagonista de hoy, que el mismísimo Johnny Depp y Wanda estén a pocos metros de distancia y ella logre una foto con él (inventando -ella- un diálogo inexistente) pero que puso los pelos de punta del delantero argentino.

Wanda, otra vez, se salió con la suya.

¿Será cierto que hay gente con estrella y otra estrellada?

¿Será cierto que de nada sirve la preparación académica para tener suerte en la vida actual?

Lo único cierto es que esta sociedad, cada vez más pauperizada en valores tiene una condesa, un poco prosaica tal vez, pero efectiva para los requerimientos de la época.

Y colorín, colorado...

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