06 de junio, 2025
Actualidad

Me erijo en “vocera” de la patria periodística en función de una ley natural, la de acción-reacción. Su acción, contrastada esta vez, por esta reacción corporativa. 

Así como alguna vez todos fuimos Cabezas, o todos fuimos docentes, hoy todos somos periodistas, o al menos así debería ser. Allende el “affaire repulgue Darín” o sus sucedáneos, el panorama variopinto de sus arrebatos, apuntando estratégicamente contra los periodistas, nos ubica en un rol de coyunturales víctimas. Entendiendo que tal mote no implica asumir pasividad alguna ante tantas acusaciones y desacreditación. La afrenta existe y es al menos inaceptable, sobre todo ante la calaña de los agravios. Eso sin sumar el nada despreciable hecho de que tales afrentas a la moral periodística provienen de la suya, ¡tamaña investidura!

Yo le diría, respetuosamente, señor presidente, no se ubique en el rol de Pompeya, la mujer del César, aquella acusada con infundios, de infidelidad. Y le diría que también hay que parecer y no sólo ser, pero probablemente eso no le importe demasiado y el ser y el parecer sean de una misma y única naturaleza. Es usted presidente de la Nación Argentina, aunque la opinión de pocos, salvo su círculo de hierro, sea la única que le interese escuchar y abreve usted de los elogios de tal núcleo duro. Obvio, es más fácil nadar en aguas conocidas que en corrientes adversas y atravesar espesas brumas. No puede combatir su constante expresión glaciar, sobre todo en lo que respecta a nosotros, los integrantes del bien llamado cuarto poder. Desacredita al periodismo en su conjunto.

Pero he de decirle, con el mismo respeto de marras, que no todo da igual, a despecho de la verdad que es innegable, hay, hubo y habrá personas que usaron su pluma para ejercer poder y recibir espurios emolumentos, pero también hay colegas, ¡y muchos! que han sabido defender con creces el incalculable valor de la verdad objetiva y supieron pagar el precio de decirla. Aunque siempre se refiera a nosotros con un sedimento de burla en su sinuosa voz.

Lo suyo, señor presidente, es poner en práctica la táctica del libro “El arte de la guerra”, de Sun Tzu, que rezaba básicamente que “la mejor defensa es un buen ataque”. Y a la luz de los muchas embestidas incomprensibles, arteras y viscerales, debo colegir que se siente atacado antes, durante y después de traducir cualquier crítica, consejo u opinión que decodifique como una afrenta. Probablemente porque, por una multiplicidad de cuestiones coyunturales, usted ha llegado al gobierno nacional demostrando a la larga, su exigua cintura política. Ha logrado tal cargo, en función de un descontento social por el que filtró su abultada verborragia, sus hilarantes comentarios y sus indomables arrebatos. También algunas promesas, que, a la luz de la vida cotidiana, no se notan. Todavía recuerdo el slogan de su promisoria campaña proselitista: “Más plata en tu bolsillo”. ¿¿¿???

Prometió también “terminar con la casta”. Quiero decirle que usted es también “la casta”. Porque su llegada al poder demostró que ejerce la misma ética con distinta estética. Gatopardismo que le llaman. No hay nada por descubrir en el universo del poder, al menos de nuestro confín argentino. Iluminados que estamos por su oscura acometividad, salvo con Viale, Brey y su ex: “Yuyito”, pocos lo pueden encarar en un mano a mano clarificador y sin innecesarias concesiones. Y si eso no es temor, querría saber de una propia voz, a veces, meliflua, qué lo es.

Estamos a poco de celebrar el día del periodista, probablemente, uno de los más tristes de la historia argentina. No porque no habrá brindis en la Rosada por cierto, lo cual no hace una diferencia sustantiva, ni los periodistas se sienten más importantes por una copa de sidra o champagne. Es el gesto, de esos muchos de los que usted opta por prescindir, frunciendo el ceño y siendo el sempiterno ojizarco socarrón.

El presidente del Washington Post dijo una frase icónica, tal vez la mejor definición de nuestra profesión: “El periodismo es la primera versión de la historia”. Y a la luz del año y medio que lleva comandando los destinos de este bendito país, ésta, la suya, no sería la mejor versión que quedará sellada en la historia de los argentinos.

Y siguiendo con acontecimientos importantes del gran país del norte, ese que es su ícono de principios capitalistas, le recuerdo Watergate. Un presidente, llamado Richard Nixon, estaba involucrado en una gran red de persecución a opositores, que fue descubierta, ¿recuerda por quiénes?: dos periodistas, Bob Woodward y Carl Bernstein. Y Nixon terminó renunciando, no le quedó otra.

Espero haber sido clara con respecto al gran poder que tenemos, aunque eso a usted le incomode. No es lo que le deseo, nada más lejos. Nos ha costado mucho conseguir estabilidad democrática, y del juego del equilibrio en libertad se trata esto de proseguir.

Me llama la atención ya que usted grita viva la libertad y la lleva a lo más alto del palo del barco (origen de la palabra carajo). Y su actitud libertaria confrontada con sus actitudes selectivas hacia el periodismo, son una contradicción permanente. Es usted un oxímoron.

Sólo como periodista y sobre todo como ciudadana de este hermoso país, me gustaría un mínimo gesto de humildad y que empezara a entender que no necesitamos de un león depredador para salir adelante, ya que, si fagocita todos los ungulados, pocos argentinos vamos a sobrevivir. Aunque este país tiene un Dios aparte, y en Él confío.

 

María Rita Oubiña

(Periodista de alma, libre de verdad)

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