14 de marzo, 2025
Colaboración

De los tiempos del “Barquito Bar” en horas de la siesta, hasta bien entrada la tarde, asoman los fantásticos relatos de entrañables amigos que, por entonces, parecían saberlo todo, desde don Gaspar Villarreal, el periodista Segundo Osorio, el actor Justo José Rojas, hasta el maestro Victoria, quienes narraban sus encuentros –no sé de qué tipo- con los misteriosos fantasmas que habitaban en los túneles y en el propio recinto del teatro 25 de Mayo.
A fines de los años sesenta no era mucha la información verificada sobre los insólitos acontecimientos que -por dichos de los amigos- se reiteraban en nuestro primer coliseo. Se trataba de una especie de amena coincidencia con “Los fantasmas del Roxy”, que no hace mucho inspiró Joan Manuel Serrat. (1)
Por ese entonces el edificio de la calle Avellaneda no había festejado sus sesenta años y eran tantas las anécdotas que cobijaba que superan a las más febriles mentes de la época, cuando solamente algunas publicaciones aisladas, confirmaban la existencia de los recónditos túneles, mientras que otras lo negaban sin más explicaciones.
Al poco tiempo de aquellas amenas charlas de café, asumí como Director General de Cultura de la provincia, (2) con competencia sobre bibliotecas y museos, más el teatro de las mil anécdotas. Como no podía ser de otra manera, en ese organismo no existía presupuesto para iniciativa alguna. Se trataba de una dependencia dentro de un organigrama sin planificación, ni proyectos, centralizada, pero con una caja afectada, solo para el pago de sueldos al exiguo personal.
Claro, que no dejé pasar la oportunidad de llegar al fondo de la trama y me avoqué de inmediato a develar los misterios que escondían esas sólidas paredes de las que se decían, albergaban una de las “acústicas” más ponderadas de América.
 
Comienza la búsqueda
 
En el mes de septiembre de 1973, por intermedio del periodista Cesar Leovino Suárez y el poeta Dardo del Valle Gómez, convoqué a todo el personal de maestranza de la casa, para que colaborasen con el proyecto de averiguar sobre la existencia de los comentados túneles existentes en el subsuelo del teatro.
También solicitamos la colaboración de los bomberos voluntarios, quienes pudieron descender hasta la parte baja del escenario, desde donde extrajeron varias camionadas de polvo puro, previo a lograr transitable el lugar.
Iluminamos mediante poderosos reflectores la zona acicalada y se avanzó hasta aproximadamente lo que sería la fosa, previa a las primeras plateas, hasta que se detuvo el trabajo por falta de oxígeno. No contábamos con máscaras especiales para lograr el cometido, tampoco con otros elementos de iluminación.
Hacia la izquierda, es decir con vista paralela hacia calle Avellaneda, pudimos divisar dos túneles o galerías de reducidas dimensiones de aproximadamente un metro y medio de alto por igual tamaño de ancho. Ambas podrían orientarse hacia la plaza principal y de allí bifurcarse hacia otros destinos.
Estos túneles se encontraban franqueados por rejas de medio punto, gruesas cadenas y un candado de significativo tamaño. Sin intentar ingresar por el reducido pasaje, iluminamos la zona y advertimos que, a escasos metros, se elevaba –franqueando el paso- una construcción de tipo medianera, con ladrillos vistos, sin evidencia de vieja data.
 
Aventura interrumpida
 
Volvimos al día siguiente, pero detectamos que había sofocación en el ambiente por lo que el aire resultaba escaso, los voluntarios temían la posibilidad de un derrumbe y, sin contar con las herramientas adecuadas, la aventura podría tornarse azarosa. 
Así, de inmediato, se interrumpieron las tareas.  Por la tarde lo interesé al gobernador (3) sobre el hallazgo y la significancia para el ámbito de la cultura de proseguir en el intento. Me pidió un presupuesto y prometió que lo estudiaría.
Estábamos ante un hecho singular, porque pretendíamos desmitificar más de medio siglo de rumores, dimes y diretes, en torno a pretendidos sucesos de nuestra historia provinciana que, de una u otra manera, ayudarían a comprender la razón del proceder de nuestros próceres.
Al mes siguiente se llamó a elecciones imponiéndose el Partido Justicialista con Carlos Juárez a la cabeza, sobre la sigla MID –frente de partidos anti juaristas- que presentó a Francisco López Bustos como candidato a la primera magistratura.
Obvio que el resultado electoral significó el fin de mi gestión al frente de la Dirección de Cultura y el desinterés total por lo realizado y por la proyección de nuestra cultura popular. Pero nuestras intenciones nunca claudicaron y, con el tiempo, me di cuenta que habíamos dado el puntapié inicial para que se continuase con la búsqueda de la verdad real. 
 
Otros túneles
 
Recuerdo aun las conversaciones mantenidas con el fray Cesar Acosta, quien sostenía que debajo del altar mayor de la Iglesia La Merced se encontraban ambos túneles, de iguales dimensiones y en las mismas condiciones que los que descubrimos en el Teatro 25 de Mayo. Sugiriendo que el recorrido de estos pasadizos secretos de comunicaban con la casa del Gobernador Ibarra y con la Casa de Gobierno, entonces situada frente de la Plaza Libertad.
Más de un amigo dependiente de la policía provincial me ilustró al respecto, mencionando la existencia de dos aberturas “tipo túneles” que se encontrarían situadas a la altura de los calabozos que existían en la Jefatura de la Policía provincial –sobre calle Libertad- advirtiéndome que los jefes habían prohibido al personal policial merodear por la zona del misterio.
A poco de la publicación de la primera nota sobre los misteriosos túneles, recibí el llamado de una querida amiga, quien me manifestó que fue testigo desde niña, de la existencia de dos aberturas de similares tamaños y características que se encuentran en los fondos de la Iglesia La Inmaculada, a donde asistía en calidad de alumna en la escuela primaria, dato que no tenía registrado y que en realidad no me sorprendió.
 
Cincuenta años después
Así las cosas, continúan todavía los relatos sobre la existencia y la razón de ser de esos anónimos y oscuros corredores, íntimamente relacionados con nuestro primer coliseo, que acaba de celebrar sus primeros cien años al servicio de la cultura santiagueña.
Lo cierto es que pasaron ya, más de cincuenta años desde que emprendimos la búsqueda de la verdad, cuando sin nada, arremetimos en contra del basural existente debajo del palco principal de nuestro apreciado teatro y le corrimos la cortina a los rumores de entonces.
Más de cincuenta años de espera sin que se tengan respuestas ciertas a tanto rumor incierto, que, de alguna manera, nos tiene como los precursores en busca de la verdad.
 
Referencias
(1) Álbum “Bienaventurados”
(2) Agosto de 1973
(3) Prof. Juan Jiménez Domínguez interventor de la Provincia.
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