Hace nueve años, una oficial de Gendarmería fue obligada a participar de una competencia de natación, pese a que le avisó a su superior que no sabía nadar. La joven se ahogó y falleció. La justicia federal condenó a solo dos años en suspenso a uno de los responsables del entrenamiento, absolvió a otros cuatro y desestimó el resarcimiento a su familia.
En la fría mañana del 22 de julio de 2016, un grupo de gendarmes fue trasladado hacia el dique Los Quiroga, ubicado a 17 kilómetros de la capital santiagueña, a fin de realizar distintas pruebas y ejercicios acuáticos, como parte de los entrenamientos formativos en aptitud física que los integrantes de la fuerza deben llevar a cabo para actuar ante cualquier contingencia en distintos procedimientos.
La prueba formaba parte de la competencia denominada “Inter-Reces” y era organizada por el Centro de Reconocimiento y Lucha contra el Narcotráfico (CRONAR). Las tareas asignadas habían sido aprobadas por el comando de Región IV Tucumán y planificadas en conjunto con personal de la Unidad de Reconocimiento Santiago del Estero.
Los participantes eran integrantes de fuerzas de Gendarmería apostadas en Salta, Tucumán, Formosa y Santiago del Estero, quienes formaron distintos equipos para competir entre sí, demostrando sus habilidades para desenvolverse en el agua y con obvios conocimientos de natación.
Parecía un día de pruebas más, de los tantos que se realizan a modo de instrucción en la fuerza. Nada hacía presagiar lo que sucedería después…
LA GENDARME JUJEÑA
A sus 23 años, Pilar Pizarro estaba convencida que había encontrado su lugar en el mundo, que no era otro que Gendarmería Nacional. Lucía con orgullo el uniforme. Solo ella sabía cuánto le había costado ingresar a la fuerza. Para una jovencita oriunda de la localidad de Yuto, ubicada a más de 160 kilómetros de San Salvador de Jujuy, no era fácil ser parte del cuerpo de seguridad. Pero gracias a su esfuerzo, perseverancia y ganas de superarse, pudo sortear cada una de las pruebas que fueron surgiendo en su camino.
Una vez convertida en gendarme, se especializó en la lucha contra la droga, hasta formar parte de la Unidad Antinarcótico del Destacamento Móvil 5 de Gendarmería Nacional, con asiento en Santiago del Estero.
Instalada en la Madre de Ciudades, solía visitar a su familia cada vez que tenía alguna oportunidad, aunque la separaban casi 600 Km. Sus padres, hermanos y sobrinos eran su cable a tierra.
“NO SÉ NADAR”
A primera hora de aquél día del invierno de 2016, la oficial Pilar Pizarro estaba cumpliendo sus tareas habituales en la Unidad Antinarcóticos cuando su superior, el primer alférez Walter Ariel García le informó que sería parte de la competencia Inter-Reces, pues cada equipo debía contar con la presencia de personal femenino y, ante la falta de una colega de la Unidad de Reconocimiento, ella debía ocupar su lugar.
Sin dudarlo, ella le informó que no sabía nadar, pero aun así fue enviada a realizar la práctica en el agua.
Ya en el dique, el primer alférez Gastón Fitz Maurice tenía a su cargo organizar la competencia y actuar como árbitro de la misma. Para ello, formó dos equipos de Santiago del Estero, en uno de los cuales estaba Pilar, junto a los llegados de las unidades de otras provincias. En la oportunidad, frente a todos sus pares, ella levantó la mano y dijo: “No sé nadar”.
Frente a ello, el árbitro le comunicó la novedad a su superior, Hugo Ariel Zualet, quien hizo caso omiso a la carencia de la gendarme sobre sus conocimientos de natación. Dijo que no habría problemas, pues la primera prueba era solo de “vadeo”, o sea cruzar la corriente de agua haciendo pie en el fondo del lecho. Además, le indicó que sus compañeros de equipo serían los encargados de hacerla pasar.
LA COMPETENCIA
Con miedo, pero segura que sus superiores sabían lo que hacían y que sus compañeros no la abandonarían, Pilar ingresó a las aguas del dique Los Quiroga.
Su compañero Aldo Baudín era el encargado de llevarla, de espaldas, junto a otro integrante del equipo, de apellido Verdún.
Si bien la idea era que debían cruzar el lecho del río prácticamente caminando, los encargados de la fuerza no tuvieron en cuenta que el fondo del río Dulce es de arena, por lo cual se mueve en forma permanente. No en vano, es conocido como “traicionero”, pues suele hacer pozos donde segundos antes no los había y la corriente arrastra hasta a los mejores nadadores.
Así fue que Pilar, junto a Baudín y Verdún estaban cruzando cuando comenzaron a hundirse. El trío se fue a pique y desapareció de las aguas, luego salieron los hombres, pero la mujer fue tragada por el rio.
Minutos después fue rescatada por otro oficial que estaba presenciando la práctica y se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Mientras tanto, los otros equipos ignoraban la suerte corrida por la muchacha.
SEIS MINUTOS
Como la prueba estaba siendo cronometrada, se pudo establecer que Pilar había pasado seis minutos debajo del agua. Por lo tanto, no era extraño que la rescataran desvanecida y sin respirar.
De inmediato le hicieron los primeros auxilios, con pruebas de reanimación, pero ella nunca se despertó. Estaba viva, pero era evidente que no estaba nada bien.
Sin perder tiempo, la subieron en una camioneta de la fuerza, sin dejar de hacerle ejercicios de reanimación cardio pulmonar (RCP). Las comunicaciones eran incesantes, al punto de desplegarse un amplio operativo para despejar las calles y permitir que lleguen lo más pronto posible al hospital regional “Ramón Carrillo”.
Mientras tanto, en el dique se vivieron momentos de tensión entre los distintos participantes de la competencia. No entendían qué había pasado y tampoco se explicaban por qué se había permitido que Pilar formara parte de las pruebas, aun cuando ella avisó que no sabía nadar. Todos los presentes lo sabían. Pero ella debía cumplir las órdenes de su superior e ingresar al agua.
Para evitar el desánimo, luego de un rato, avisaron que ella se había recuperado y que en pocas horas regresarían al cuartel. Era mentira…
¿ACCIDENTE?
El despliegue de Gendarmería encendió las alarmas y todos se preguntaron qué había pasado. A los diarios locales se les informó que Pilar Pizarro había sufrido un “accidente”, que se había caído al río y fue arrastrada por la corriente.
“La situación fue inesperada. En medio de los procedimientos, accidentalmente, Pizarro se precipitó a las aguas del dique. Fue arrastrada por la correntada e ingirió agua durante los momentos de desesperación”, decía el comunicado. Añadía también que “el dramático hecho fue advertido por los instructores, quienes se lanzaron al cauce con otros gendarmes y lograron rescatar a su camarada”.
Una versión similar fue brindada a la familia de la jovencita. Sus padres fueron trasladados desde Jujuy para estar junto a ella en el hospital, pero el pronóstico no era para nada alentador. Su estado era crítico.
El informe médico decía que la oficial tenía comprometidos los dos pulmones a raíz de una severa infección, producto de la cantidad de agua que tragó estando sumergida. Por lo cual, estaba en coma farmacológica, en la sala de Terapia Intensiva del nosocomio santiagueño.
Sus padres esperaban un milagro, que nunca llegó.
A las 22.30 del martes 26 de julio, cuatro días después de su supuesto “accidente”, el corazón de Pilar dejó de latir.
LA INVESTIGACIÓN
Pilar Pizarro tenía 23 años cuando falleció. La noticia corrió como reguero de pólvora entre sus camaradas de la fuerza. Todos sabían lo que había sucedido en el dique. Todos hablaban de las responsabilidades de los superiores, aunque nadie podía hacerlo abiertamente, por el respeto y la obediencia que les deben. De modo que todo era un cuchicheo constante.
Mientras tanto, su familia trasladó sus restos hacia Yuto, donde recibió el último adiós de parte de todos aquellos que la conocieron. Para ellos, era un accidente.
La muerte de la gendarme abrió una investigación en el seno de la fuerza, para deslindar responsabilidades y determinar cómo habían ocurrido los hechos y el supuesto accidente que derivó en su fallecimiento.
Sin embargo, las pruebas fueron acumulándose en contra de los superiores de la oficial. Cómo era posible que fuera designada a realizar pruebas acuáticas cuando ella informó, en dos oportunidades, frente a todos, que carecía de todo tipo de conocimientos de natación. Alguien había infravalorado la situación. Por lo tanto, alguien debía ser responsable de ello.
JUICIO ORAL
Como Pilar era integrante de una fuerza de seguridad nacional, el caso llegó a manos de la justicia federal de Santiago del Estero.
Nueve años después de la muerte de la joven, el pasado 6 de junio, el caso llegó a juicio oral. Los acusados fueron el Comandante General de Gendarmería, Marco Antonio del Castillo y los gendarmes Hugo Zualet, Walter Ariel García, Maurice Gastón Fitz y Aldo Edgar Baudín. Todos ellos fueron responsabilizados por “homicidio culposo”.
El Ministerio Público Fiscal determinó que los superiores de Pilar conocían “las tareas que se llevarían a cabo en el evento y la carencia de instrucción en vadeo y natación de la gendarme".
Durante sus alegatos, la fiscal Indiana Garzón, solicitó condenas de 4 años para Del Castillo, 4 años para Fitz, 3 años para Zualet y García; y 2 años para Baudín. De igual manera, la representante del Ministerio Público Fiscal pidió el pago de una reparación a la familia de $ 90.000.000.
Por su parte, los defensores de cada uno de los acusados solicitaron la absolución de sus representados y, a la vez, señalaron que no correspondía pagar la reparación que había pedido la fiscal.
LA SENTENCIA
Finalmente, el pasado lunes 7 de julio, el Tribunal Oral Federal, integrado por los Dres. Federico Bothamley, Ana Carina Farías y Abelardo Jorge Basbús, emitió su veredicto, responsabilizando a solo uno de los acusados, como autor del homicidio culposo de Pilar Pizarro.
El único condenado fue Hugo Ariel Zualet. La pena fue de dos años de prisión en suspenso, por lo que no irá a prisión, aunque le fueron impuestas medidas de conducta que debe cumplir durante ese período.
En cambio, Marco Antonio del Castillo, Walter Ariel García, Maurice Gastón Fitz y Aldo Edgar Baudín fueron absueltos por el beneficio de la duda.
Asimismo, los magistrados decidieron rechazar la reparación económica pretendida por el Ministerio Público Fiscal para la familia de la víctima.
JUSTICIA MÍNIMA
De esta manera, el juicio por la muerte de Pilar Pizarro llegó a su fin. Aún se desconoce si Fiscalía interpondrá algún recurso para que se revea la pena.
Lo cierto es que la joven gendarme, de apenas 23 años, avisó que no sabía nadar. Sus superiores lo sabían, al igual que todos los que participaron de la competencia Inter-Redes, pues ella lo dijo en voz alta. Aun así, sus jefes ignoraron sus palabras, minimizaron la prueba y nunca atendieron sus necesidades.
Pilar Pizarro reiteró que no sabía nadar, a nadie le importó. Por obediencia, cumplió la orden de sus superiores, se introdujo al cauce del río Dulce y murió ahogada.
Uno de los hombres que dio la orden fue condenado a dos años de prisión en suspenso, o sea que nunca irá a la cárcel. Fue un homicidio culposo.
A Pilar Pizarro le dieron una orden que terminó matándola. Para la justicia federal, su muerte apenas vale una condena de dos años en suspenso. Eso y nada es casi lo mismo. La vida de una gendarme vale muy poco.