La figura de nuestro presidente es compleja y multifacética, y esto se refleja en las contradicciones que han marcado su meteórica carrera política y si contamos también las previas incursiones televisivas como panelista.
El contraste entre el economista libertario que se presenta como un "outsider" ferozmente crítico del sistema político tradicional y el que hoy vemos como un mandatario pragmático que ha tenido que adaptarse a las realidades del poder y de la política institucional es un tema que genera tanto admiración como sorpresa, incluso alguna mirada esquiva de si no hay algo de bajar las banderas.
Desde que emergió en la política, Milei se ha presentado como un líder disruptivo que ataca a los políticos tradicionales, los medios de comunicación y las estructuras de poder establecidas.
Su estilo de comunicación ha sido directo, agresivo y, en ocasiones, insultante.
Sin ir más lejos, desde el periodismo, sus formas son constantemente criticadas por Marcelo Longobardi, a quien no se le puede enrostrar que es populista o de izquierda, y desde la política, recientemente Horario Rodríguez Larreta le marcó las veces que ha insultado el presidente para referirse a otras personas o instituciones.
En sus reiterados discursos, denunció a los políticos como corruptos, a los empresarios como prebendarios y a los periodistas como cómplices de un sistema corrupto.
Este lenguaje, aunque polémico, le permitió construir una base de apoyo entre aquellos votantes que estaban hartos del statu quo y deseaban un cambio radical en la política argentina.
Respecto de los medios y los políticos, Milei siempre se mostró como un enemigo implacable de los medios tradicionales y los políticos de todos los partidos, acusándolos de ser parte de un sistema corrupto y "ensobrado".
Esta actitud lo convirtió en un outsider que representaba a aquellos sectores de la sociedad que sentían que el sistema político y económico los había dejado atrás.
Por otro lado, en su momento rechazó a China y a los acuerdos internacionales con quienes él consideraba “comunistas”; recordemos que Milei se mostró escéptico hacia China y de la relación de Argentina con el gigante asiático.
Decía que no haría "negocios con China", pero su giro pragmático lo llevó a reunirse con Xi Jinping, y plantear que los chinos no nos piden nada, son amigables, esto refleja la realidad política a la que se enfrenta un líder una vez que asume el poder: las decisiones no siempre pueden ser dictadas por ideales absolutos, sino que a menudo están condicionadas por las necesidades estratégicas y económicas.
La reunión con Xi Jinping fue un cambio estratégico importante. A pesar de su discurso crítico hacia el comunismo y el autoritarismo chino, Milei entendió que China es una potencia económica clave con la que Argentina debe mantener relaciones.
Esto no solo refleja la realidad política, sino también la necesidad de equilibrar intereses económicos con la agenda ideológica.
Por otro lado, más allá de las diferencias con Lula y su estrecha relación con Jair Bolsonaro, Milei terminó acordando con Brasil la venta de gas, una decisión que va en contra de su discurso de rechazar acuerdos que no sean 100% beneficiosos para Argentina, pero que, en este caso, resultó ser crucial para la estabilidad energética y la cooperación regional. Si bien el saludo frío y distante con Lula fue notorio, el presidente estuvo en el G20 y firmó el documento final aun con reparos.
Milei parecía que quería "implosionar" el G20 por ser un foro de “títeres de la globalización”, sin embargo, terminó firmando el documento final del encuentro, lo que refleja cómo, una vez en el poder, tuvo que ajustarse a las normas internacionales y asumir un papel en organismos multilaterales que a veces están más allá de lo que puede controlar un solo país.
Al final, la realidad global y la cooperación internacional requieren una postura más moderada.
Por lo que vemos, una vez que Milei asumió el poder, comenzó a modificar su discurso y a tomar decisiones que mostraban un enfoque pragmático más cercano a la política convencional, algo que algunos de sus seguidores han visto como una "traición" a sus principios. Este cambio es clave para entender la complejidad del líder.
Entre ellos podemos citar al economista Carlos Rodríguez o al senador formoseño Paoltroni, o su ex candidata a gobernadora de Buenos Aires, Carolina Píparo.
Increíblemente, el presidente nos sorprendió reuniéndose con gobernadores peronistas y líderes de otras fuerzas políticas: Aunque en la campaña Milei se mostró como un feroz opositor al kirchnerismo y al peronismo en general, una vez en el poder, se vio obligado a negociar con gobernadores peronistas como el tucumano Jaldo o el catamarqueño Jalil, todo ello con el fin para avanzar con su agenda.
La necesidad de conseguir acuerdos con las provincias y otros actores clave de la política argentina ha sido una de las dinámicas pragmáticas que ha tenido que aceptar.
Y en este punto, fueron claves las negociaciones con el PRO. Aunque Milei criticó al PRO en su momento, acusándolos de ser parte del sistema tradicional de poder, su postura pragmática lo llevó a unirse a la coalición opositora en busca de consensos políticos.
Más allá de sumar a Patricia Bullrich y a Luis Petri, mantiene Milei permanentes reuniones, milanesa mediante, con el ex presidente Mauricio Macri y todo ello se ve como una necesidad para afianzar su gobierno y lograr acuerdos legislativos clave. Sin perjuicio de ello, las fricciones existen entre ambos, para saber si se unen o se alinean y todo ello bajo qué condiciones.
Claramente, Milei se presentó durante su campaña como un anti-establishment en términos de política exterior, con fuertes críticas a la relación de Argentina con países como China y a organismos internacionales como el FMI. Sin embargo, una vez en el poder, su visión absolutista cedió hacia una más utilitarista que lo obligó a negociar con China y buscar acuerdos con el FMI para estabilizar la economía.
Pero entonces, ¿Quién es el verdadero Milei?
La figura del primer magistrado, como hemos visto, tiene varias facetas que coexisten.
El Milei radical y confrontativo que se presenta como el "líder de la revolución" contra un sistema corrupto, y el Milei pragmático que entiende que las decisiones políticas deben estar basadas en realidades económicas y en las dinámicas de poder institucional.
Su capacidad para adaptarse a la política real lo ha convertido en un líder más flexible que el que mostraba en sus discursos de campaña. Sin embargo, este cambio de enfoque genera contradicciones que, en muchos casos, alienan tanto a sus seguidores más ideológicos como a sus opositores, quienes lo acusan de traicionar sus principios.
El Milei pragmático es el que, probablemente, sea más aceptado en el escenario internacional, donde las relaciones bilaterales y multilaterales requieren compromisos y acuerdos, incluso con actores con los que previamente se mostró escéptico. Prueba de ello son las caricias semánticas lanzadas por la titular del FMI respecto de las políticas del presidente en materia económica o los respaldos de Elon Musk, Donald Trump y Georgia Meloni, todos referentes mundiales de primera magnitud que ven a Milei de manera agradable y sorprendente.
Aunque el desafío para Milei será mantener la cohesión dentro de su base de apoyo, especialmente entre aquellos que lo ven como un líder anti-establishment y no como un político tradicional que hace concesiones por el bien de la gobernabilidad.
En resumen, el verdadero Milei es el que combina un discurso radical con una acción política pragmática.
Si bien mantiene su tono confrontativo, también se ha visto obligado a negociar y adaptarse a las realidades del poder. Este cambio de enfoque es natural en cualquier líder que asume el gobierno, pero también puede generar tensiones internas en su base de apoyo y dudas sobre su coherencia ideológica.
Julio César Coronel