Cada 28 de mayo, Argentina celebra el Día de la Maestra Jardinera, una fecha significativa que conmemora la figura de Rosario Vera Peñaloza, quien dedicó su vida a la educación y, en especial, a la enseñanza en la primera infancia.
Nuestro país tuvo siempre grandes mujeres que hicieron Patria de diversas formas, Rosario Vera Peñaloza fue una de ellas, nació en La Rioja, el 25 de diciembre de 1873, en una época donde las oportunidades para las mujeres en el campo educativo eran limitadas.
A pesar de esas limitantes, su pasión por la enseñanza y su dedicación a mejorar las condiciones de los más pequeños la llevaron a convertirse en un pilar fundamental en la historia de la educación en Argentina.
En 1900, con gran visión y compromiso, fundó el primer jardín de infantes del país, dando inicio a una nueva etapa educativa en la que los niños, desde una edad temprana, pudieran acceder a una formación integral.
El jardín de infantes creado por Vera Peñaloza no solo tenía un enfoque pedagógico, sino también social, ya que fue un espacio donde los niños aprendían jugando, explorando y desarrollando habilidades sociales, cognitivas y emocionales.
Esta idea revolucionaria para la época, que buscaba fomentar la curiosidad y la creatividad, fue esencial para la construcción de una educación inclusiva y moderna, que pensara en el niño como un ser integral.
A lo largo de su vida, Rosario Vera Peñaloza luchó por que la educación infantil fuera vista como una etapa fundamental en el desarrollo de los niños, y no como algo secundario.
Su legado perdura, y su trabajo inspiró a generaciones de maestras y educadores a entender la importancia de trabajar con los más pequeños para formar una sociedad más equitativa y consciente.
Hoy las maestras jardineras son las primeras guardianas del derecho a aprender de todo niño, son quienes acompañan el crecimiento de los niños en sus primeros años de vida.
Con paciencia, cariño y vocación, estas profesionales se encargan de forjar los cimientos del aprendizaje y del ser social de los más jóvenes.
En un mundo que cada vez valora más la educación temprana, es importante recordar que todo comenzó con una mujer visionaria que entendió que la enseñanza no comienza en el aula primaria, sino mucho antes, cuando el niño aún está explorando su entorno.
El primer gran paso de todo hombre en orden a su educación se hace en esas salitas de colores vivos y chispeantes, amarilla y rojo, los jardines de infantes son esos vivificantes espacios donde los niños comienzan a aprender, a jugar y a soñar.