Una investigación de la Sociedad Argentina de Pediatría muestra los peligros del uso de agrotóxicos en la cadena de producción alimentaria. Profesionales aseguran que los efectos son visibles, tanto en los lugares donde se aplican los químicos, como entre los consumidores de los alimentos resultantes.
Medardo Ávila Vázquez, coordinador de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados
En junio de 2021, la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) se expidió acerca de los efectos de los agrotóxicos en los niños. Luego de una investigación puntual, el informe muestra una amplia lista de daños en la salud, con lo que los especialistas cuestionan el uso de estos productos en los campos.
El Dr. Medardo Ávila Vázquez, médico pediatra y neonatólogo, docente Facultad de Ciencias Médicas de UNC y coordinador de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados es uno de los profesionales que participó de la elaboración del informe. En un intento de alertar a la población y, sobre todo, a los gobiernos respecto al “agronegocio”, señala que el 50% de las personas que habitan en pueblos que son fumigados permanentemente, mueren de cáncer.
A lo largo de una entrevista con la revista La Columna, el especialista habla de las enfermedades ocasionadas por el uso de químicos en la producción de alimentos, a los que considera un “veneno”. A su vez, plantea que los gobiernos hacen “la vista gorda” respecto a la temática, en tanto afecta a las altas esferas económicas.
-¿En qué se basa este documento elaborado por la (SAP)?
- Es información científica y lo hace un equipo multidisciplinario conformado por pediatras, sociólogos y agrónomos. Tomamos estudios hechos en los pueblos fumigados. Los que se han publicado en la Argentina internacionalmente son sobre cultivos de monte; maíz principalmente, en un pueblo agrícola de Córdoba.
Después, hay datos de pueblos de Santa Fe y estudios de laboratorio, investigaciones del COONICET.
Es un informe muy importante porque hay un interés muy fuerte del agronegocio por encubrir el carácter tóxico. Un interés de que no se vea, no se conozca, o de poner en duda y decir que –los químicos– no son tóxicos. Dicen que no es cierto que el glifosato produzca cáncer o malformaciones, entonces, ellos hablan de “agroquímicos”, de “fitosanitarios”, principalmente, o de “protectores agrícolas”.
La SAP, en el título no más ya los denomina agrotóxios, lo que significa que hay que evitar su uso, evitar que los niños o las embarazadas entren en contacto con eso. De lo contrario, tienen un riego tres veces mayor de tener malformaciones. Eso lo vemos en los pueblos fumigados.
-¿Tienen información acerca de lo que ocurre en esta región, en el NOA?
- También me han contado de Santiago del Estero. No hemos hecho estudios ahí, pero en Selva, Bandera, tengo médicos amigos que me comentaban de los casos que tenían y eran espantosos. Antes no los tenían, pero, por cómo se está fumigando en los últimos diez años, hay casos de niños con malformaciones, afectados con labio leporino, síndrome de Down, malformaciones cardíacas…
Los riesgos son tres veces mayores y esos problemas se generan cuando el bebé está todavía en la panza de la madre. El aire contaminado que respira llega al bebé.
Normalmente, el 3% de las mujeres en edad reproductiva pierde un embarazo en forma espontánea al cabo de cinco años. En los pueblos fumigados, nosotros encontramos que esto se da en el 20% de los casos. Son seis veces más. Es espantoso.
-¿Cuáles son las afecciones más frecuentes, ligadas a los agroquímicos?
- Lo más frecuente que tenemos, además de las intoxicaciones agudas, vómitos y convulsiones que se dan en el momento de la fumigación, lo que vemos mucho es el asma, broncoespasmo… Se les cierra el pecho a los nenes y empiezan a usar broncodilatadores en aerosol. Y eso lo hacen con una frecuencia que llega al 50% de los niños, cuando, en las ciudades, quienes empiezan a usar broncodilatadores, son solamente el 12% de los niños.
-El documento menciona también enfermedades como el cáncer, ¿Qué se sabe de esto?
- En los pueblos fumigados, la primera causa de muerte es el cáncer, claramente. En todo el país, muere el 20% de las personas por cáncer. Uno de cada cinco personas muere de cáncer en Argentina; pero, en los pueblos fumigados, es una cada dos. Y tenemos pueblos donde el 50% de las personas muere de cáncer. Los casos van en crecimiento.
-¿Creen que la población está tomando conciencia de este peligro y lo transforma en reclamo?
-Esto es, primero que nada, una posición oficial de la pediatría para que podamos identificar las enfermedades, reconociendo que son niños que están en riesgo de estos problemas y el sistema de salud se pone más alerta.
Después, para evitar que los hermanos de los niños que acuden por estas afecciones tengan el mismo problema. Los pediatras acompañamos a los familiares a reclamar para que dejen de fumigar alrededor del pueblo donde viven.
También es muy importante este documento, porque sirve para ser presentado cada vez que se dispute en un pueblo una ordenanza para prohibir las fumigaciones. Ahora está esta información de la SAP que es una organización científica de las más respetadas de la Argentina.
-¿Considera que el estado deja de lado la investigaciones científicas al respecto?
-Sí, sí. Es una pelea cuerpo a cuerpo –entre empresarios y sociedades científicas–. Más de 400 pueblos han sacado ordenanzas o han logrado amparos para prohibir las fumigaciones a sus alrededores. Son cada vez más los que impiden que circulen los mosquitos (maquinaria usada para fumigar). Eso se ha hecho peleando con los concejales y los intendentes; porque, muchas veces, los intendentes son sojeros también.
No logramos a nivel nacional o provincial que haya definiciones; están todos jugados con el agronegocio. Pero bueno, a nivel local se va consiguiendo. En Santiago del Estero hay una pelea muy grande; hay un grupo muy grande en la Universidad que está muy activo. Yo he ido varias veces a conversar con ellos...
-¿Hay agroquímicos que puedan considerarse más peligrosos que otros?
-El glifosato de Roundup que es el que más se usa. El 65% de las aplicaciones son de ese producto y es el que más contamina. No es tanto con otros herbicidas, como el paraquat, pero solamente el 3% de los que se usan son de ese. Si bien no es tan tóxico, el glifosato, es el que está todos los días, está en el agua los pueblos, tanto en las napas subterráneas, como en los ríos... Y la gente toma, cocina y se baña con esa agua.
-Decía que el producto llega a los pobladores de zonas fumigadas a través del aire y el agua. ¿Qué ocurre con quienes consumen lo que se produce en los campos que usa agroquímicos?
-Esto también contamina los alimentos. El sistema agrícola nuestro, principalmente de soja y maíz que es lo que exportamos, sale con una carga de residuos de pesticidas de cerca de cien miligramos por cada kilo de soja.
Eso generalmente va a las gallinas y vacas y, en Europa, se ve también cómo han aumentado las malformaciones de los chanchos criados con alimento balanceado generados en Argentina y en Brasil.
Ese es un problema. El otro, es que también se usan los pesticidas para cultivar otras cosas, tanto la caña de azúcar, la yerba mate, el arroz, el mismo trigo para el pan. Están contaminadas con pesticidas las frutas y verduras…
Tenemos informes del SENASA, donde vemos que, el 97% de las manzanas que se venden en la ciudad de Buenos Aires –o sea casi todas– tienen más de diez pesticidas. Uno las come con gran tranquilidad, pero están cargadas de veneno y eso no puede ser. Tenemos un sistema alimentario que se basa en el uso de venenos. Es una cosa de locos.
¿Por qué ocurre eso? Porque es un sistema que está no reconociendo que son alimentos, si no mercancías y están viendo el dinero que van a cobrar por un cajón de manzanas, de tomates... Cuando vamos a la verdulería o al súper, nosotros vemos tomates, pero los que lo están cultivando, ven dinero. Y le ponen venenos para hacerlo todo más fácil y rápido. El Gobierno de los Estados tendría que defender a la población e impedir, prohibir que se cultiven alimentos con veneno.
-¿Notan intentos válidos por frenar los avances del agronegocio?
-Esto no cede ni va a ceder. Hay una propuesta de reducción de agrotóxicos que también está en el informe. Nosotros proponemos el desarrollo de políticas de reducción que se están usando en países europeos y la Sociedad Brasileña de Pediatría también las está proponiendo. O sea que, los Estados están disminuyendo la cantidad de agrotóxicos que se usan. Mientras que, en nuestro país cada vez usan más.
O sea, los Estados dijeron: “vamos a cambiar, vamos a promover que se deje de usar agrotóxicos. Vamos a hacer campañas sobre se peligrosidad”. Y acá, en Argentina, tenemos que hacer una campaña para decir que son tóxicos. Esto que ha hecho la SAP es bueno por eso: porque por fin, una asociación tan seria, dice que los agrotóxicos son un peligro.