22 de octubre, 2024
Pienso, luego existo

 

 

Nuestro país se conformó fundamentalmente a través de la inmigración y eso fue advertido desde los mismos inicios de nuestra nacionalidad.

 

Fue un lejano 4 de septiembre de 1812 cuando el Primer Triunvirato tomó una decisión que le daría un impulso al ánimo independentista desde una mirada estratégica.

 

Una decisión que debemos catalogarla como dictada por estadistas, porque miraba hacia el futuro y terminaba marcando un hito en la historia de Argentina al abrir las fronteras del territorio a todos los extranjeros dispuestos a respetar las leyes y contribuir al desarrollo agrícola del país.

 

Este acto no solo simbolizó una invitación a la diversidad, sino que también sentó las bases para el crecimiento económico y social de la nación.


En un contexto de transformación y búsqueda de identidad, el Primer Triunvirato, entendió que la prosperidad de la joven nación dependía en gran medida de la colaboración y el esfuerzo conjunto de sus habitantes, sin importar su origen.

 

Así, el decreto se convirtió en un llamado a aquellos que deseaban establecerse en el territorio argentino, ofreciendo un espacio donde pudieran trabajar la tierra y contribuir al desarrollo agrícola.


La decisión de abrir las fronteras fue un reflejo de la visión progresista de los líderes de la época, quienes reconocieron que la inmigración era esencial para el crecimiento del país.

 

Este enfoque no solo fomentó la llegada de nuevos pobladores, sino que también enriqueció la cultura local, aportando nuevas tradiciones, conocimientos y habilidades que se integraron en la vida cotidiana de la sociedad argentina.


Fueron los inmigrantes quienes, con valentía y esfuerzo, dejaron sus hogares en busca de nuevas oportunidades y formaron familias y construyeron un futuro.

 

Fueron los inmigrantes quienes conformaron una sociedad donde siempre estuvo presente la inclusión y la diversidad, valores que siguen siendo fundamentales en la construcción de una sociedad más justa y equitativa.


Fueron los inmigrantes quienes adoptaron a la Argentina como su hogar.

 

Y fueron ellos quienes hicieron posible que en nuestras calles y pueblos puedan convivir en paz y armonía árabes y judíos, que veamos asiáticos como africanos mezclados con europeos y hermanos latinoamericanos, donde la mezcla hizo posible lo que somos hoy, un crisol de razas, todos envueltos en los mismos colores, celeste y blanco.

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