El juicio por la muerte de Diego Armando Maradona, iniciado en marzo de 2025 en San Isidro, por la entidad de la figura del ex futbolista, ha captado la atención mundial.
Maradona siempre estuvo envuelto en reyertas, conflictos, escándalos, tanto en vida como en muerto, y quien fue considerado uno de los más grandes futbolistas de la historia, aun fallecido en circunstancias que han generado controversia, se mantiene dentro del eje de cuestiones problemáticas y escandalosas.
Siete profesionales de la salud están acusados de "homicidio simple con dolo eventual" por presunta negligencia médica durante su internación domiciliaria. Sin embargo, el proceso judicial ha sido empañado por un hecho profundamente increíble e insospechado, la actitud asumida por una de las juezas del tribunal, Julieta Makintach, cual actriz en ascenso y en busca de la mediatización.
Julieta Makintach, miembro del Tribunal Oral en lo Criminal Nº3 de San Isidro, fue apartada del juicio tras revelarse que estaba filmando en secreto un documental titulado "La jueza de Dios", en el que ella misma era la protagonista.
El material audiovisual, que incluía escenas de la jueza en la sala de audiencias, con música y declaraciones personales, fue grabado sin el conocimiento ni consentimiento de las partes involucradas: los imputados, la familia de Maradona y el fiscal interviniente.
La difusión de estos videos, por cierto, generó un escándalo mediático y puso en duda la imparcialidad del tribunal, no solo de la propia magistrada.
La controversia llevó a la recusación de Makintach por parte de todas las partes involucradas en el juicio, donde el fiscal consideró que su conducta ameritaba su inmediato apartamiento, pero que la conducta de la misma hacía recaer una sombra de sospecha al resto del tribunal.
Este, tras una audiencia en la que se presentaron pruebas como el guión y el tráiler del documental, decidió apartarla del caso.
La jueza aceptó su exclusión, aunque negó haber tenido conocimiento del material audiovisual. Este incidente ha generado un debate sobre la ética judicial y la necesidad de garantizar procesos transparentes y justos.
Y acá deberíamos preguntarnos por cuestiones que hacen a la garantía de un juez imparcial, hablamos de la ética y la responsabilidad de quienes asumen esa carga funcional tan sublime e importante.
La figura del juez es fundamental en cualquier sistema judicial. Los magistrados deben actuar con imparcialidad, transparencia y respeto hacia las partes involucradas.
En este caso, la conducta de Julieta Makintach ha sido cuestionada por su falta de prudencia y por el uso de su posición para fines personales, y es acá donde se resalta la importancia de la ética judicial y la necesidad de que los jueces sean ejemplo de honestidad, no solo en sus decisiones, sino también en su comportamiento fuera del tribunal.
El rol de un magistrado va mucho más allá de dictar sentencias. Ser juez implica ser custodio de uno de los pilares fundamentales de la democracia: la justicia. En ese sentido, la ética judicial no es un mero código de conducta escrito, sino una brújula moral que orienta cada uno de sus actos, tanto dentro como fuera del estrado.
Pero, ¿qué implica la ética judicial? En términos generales, la ética judicial se refiere a un conjunto de principios que deben regir el comportamiento de los jueces. Estos principios incluyen la independencia, donde el juez debe estar libre de presiones externas e internas, actuando con autonomía frente a los intereses de las partes, los medios, el poder político o cualquier influencia indebida.
La imparcialidad, que significa el deber de no inclinar la balanza hacia ninguna de las partes, no solo se refiere a los fallos, sino a evitar toda conducta que pueda generar una mínima sospecha de parcialidad.
Pero también debemos sumar la transparencia y prudencia, donde la actuación de un magistrado debe ser sobria y mesurada. Debe evitar cualquier exposición mediática innecesaria, y abstenerse de comentarios públicos sobre causas en trámite o situaciones que puedan comprometer su objetividad.
Además, debe primar el decoro y la ejemplaridad, es decir que el juez debe comportarse con dignidad, integridad y respeto, sabiendo que su figura es pública y que representa a una institución esencial del Estado.
Por último, algo importantísimo, la honestidad intelectual, no se trata solo de ser honesto en términos patrimoniales. La honestidad intelectual implica la coherencia entre lo que se dice, se piensa y se hace, actuando siempre con base en los hechos y en el derecho, sin dejarse llevar por intereses personales ni vanidades.
Y con todo ello debemos enderezar la mirada a la responsabilidad del magistrado, la cual no se limita a su función jurisdiccional. Acá se encuentran comprometidos diversos aspectos.
Por un lado, la confianza pública en la justicia, donde cada uno de sus actos puede fortalecer o erosionar la legitimidad del Poder Judicial.
A su vez, el derecho de las partes a un juicio justo, donde toda acción que desvíe el foco de la causa, que distraiga o exponga a los actores del proceso a situaciones injustas, atenta contra este derecho fundamental.
Asimismo, la protección de la imagen del sistema judicial, a sabiendas que el descrédito hacia un juez puede proyectarse sobre todo el sistema, afectando la percepción social de la justicia.
En este sentido, la participación de la jueza Makintach en un proyecto audiovisual sobre un juicio en curso, sin consentimiento de las partes, y con una narrativa que la posicionaba como figura central, representa una violación a estos principios.
Su conducta pone en tela de juicio su imparcialidad y atenta contra la sobriedad que debe tener todo magistrado. No se trata simplemente de una imprudencia: es una falta ética grave.
La pregunta que muchos se hacían ¿debe caer todo el juicio? y acá debemos observar que la lógica jurídica debe primar sobre cualquier escándalo.
La controversia generada por la jueza Julieta Makintach no debe nublar el juicio por la muerte de Diego Maradona. Aunque su conducta ha sido reprochable y ajena a los principios rectores del Poder Judicial, no debería arrastrar ni afectar la actuación del resto del tribunal ni invalidar un proceso de tamaña magnitud.
Resulta esencial establecer una distinción entre la responsabilidad individual de Makintach y la integridad institucional del tribunal en su conjunto. Sus compañeros de estrado no participaron ni tuvieron conocimiento de la filmación del documental, y nada indica que su conducta haya contaminado la valoración de las pruebas o el desarrollo del juicio.
Desde una perspectiva estrictamente jurídica, no existe razón lógica ni normativa para declarar la nulidad de todo el proceso. Las defensas, previsiblemente, intentarían valerse del incidente para plantear nulidades, recusaciones y pedidos de apartamiento del resto de los jueces. Sin embargo, esos planteos difícilmente prosperarían si se prueba que:
Es importante recordar que toda nulidad es una medida de carácter excepcional, que solo puede prosperar cuando se demuestra un perjuicio concreto e irreparable.
En este caso, el trasfondo excede el normal devenir de un caso, estamos hablando de la muerte de uno de los mayores ídolos argentinos e icóno mundial, estamos hablando de una muerte sospechosa y estamos hablando que el planeta entero esta en expectativa para saber que sucedió con su fallcimiento, por tanto la decisión a la que arribaron los jueces aunque no sostenga estos extremos en su decisorio estuvo impregnado de ellos.
Se resolvió que el juicio no puede prosperar con esta integración, porque consideran que siendo un cuerpo colegiado la actitud de uno de sus integrantes afecto la confianza y la imparcialidad del tribunal y que la actitud de Makintach produjo un daño institucional superior a la dilación que implicará realizar todo el juicio desde un principio.
Con prudencia los magistrados se apartan del caso, pero acá debemos recordar que el sistema judicial no puede permitir que errores individuales se conviertan en herramientas de demolición institucional. La justicia debe ser firme, pero también racional. La sombra de una jueza no puede oscurecer la labor íntegra del resto del tribunal ni deslegitimar un proceso que, más allá del escándalo mediático, sigue siendo un acto de justicia pendiente.
El juicio por la muerte de Diego Maradona, más allá de ser un proceso legal, es un reflejo de los valores y principios que rigen la justicia.
El escándalo protagonizado por la jueza Julieta Makintach pone en evidencia la fragilidad de la confianza pública en las instituciones judiciales y la importancia de mantener altos estándares éticos.
Este incidente debe servir como una lección para todos los actores del sistema judicial sobre la necesidad de actuar con integridad y responsabilidad
Julio César Coronel