24 de abril, 2025
Pienso, luego existo

La Pascua, la festividad más importante del calendario cristiano, llegó este año envuelta en una mezcla de espiritualidad, reflexión y preocupación.

En un mundo golpeado por crisis sociales, conflictos armados y profundas divisiones, la celebración de la resurrección de Cristo renueva su mensaje central de esperanza y redención. Sin embargo, para millones de fieles -en especial en Argentina- esta Pascua también tuvo un tinte de incertidumbre debido al delicado estado de salud del Papa Francisco.

El pontífice, de 88 años, enfrentó en los últimos meses diversos episodios de salud que encendieron las alarmas en la Santa Sede y entre los creyentes.

Cancelaciones de agendas públicas, dificultades respiratorias y recientes internaciones han alimentado las especulaciones sobre su capacidad para continuar liderando la Iglesia en uno de los momentos más complejos de su historia reciente.

Para nosotros, como argentinos, esta situación tiene un componente emocional profundo.

Jorge Mario Bergoglio, nacido en Buenos Aires, no solo fue el primer Papa latinoamericano, sino también un símbolo viviente de cercanía, humildad y compromiso con los más vulnerables. Su figura trasciende lo religioso y se ha convertido, para muchos, en una guía moral en tiempos de incertidumbre.

En las homilías de Semana Santa, si bien el Papa moderó su actividad, insistió en el valor del perdón, la unidad y la compasión, pilares que -según sus palabras- deben guiar a la humanidad en este siglo atravesado por guerras, migraciones forzadas y desigualdad.

 “La cruz no es el final, sino el comienzo”, fue una reflexión que nos hizo llegar a todos desde su convalecencia, un gesto que muchos interpretamos como una reafirmación de su fe en el futuro, incluso ante su propio deterioro físico.

Desde Buenos Aires hasta Roma, pasando por parroquias rurales y grandes catedrales, los fieles oran por su salud.

En las iglesias argentinas, las misas pascuales han sido también momentos de vigilia, donde se entrelazan los rezos por la recuperación del Santo Padre con las tradicionales celebraciones de la Resurrección.

Estas pascuas no solo fueron la conmemoración de un hecho fundacional del cristianismo. Este año, se convirtieron en una pausa para mirar hacia adentro, reconectar con la fe y abrazar, desde la fragilidad humana, el llamado universal a la esperanza.

Y en el corazón de esa esperanza, resuena fuerte el nombre de Francisco, un Papa que, aun desde la enfermedad, fue pastor y faro para millones.

 

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