Leo Dan dejó una huella imborrable en la música popular. Sus canciones siguen vigentes, su poesía trasciende fronteras. La historia de un santiagueño que marcó una época y se convirtió en el máximo referente de esta tierra.
Hacia mediados de 1930, Clotilde Machado y Pascual Tevez decidieron dejar atrás su Santa Fe natal e instalarse en Chaco. Eran un matrimonio joven, que buscaba un futuro mejor para su incipiente familiar. Sin embargo, no encontraron allí el lugar que tanto ansiaban y buscaron otro rumbo. Así fue como llegaron a Estación Atamisqui, una pequeña localidad ubicada en el interior profundo de Santiago del Estero, una tierra donde los quichuhablantes eran mayoría, que surgió a partir del paso del ferrocarril.
En ese lugar, se instalaron los Tevez y fueron llegando los hijos: Mamo, Pedro, Amanda, Carlos, Leopoldo, Chicha, Inés y Juana. En aquél tiempo nadie imaginaba que uno de esos pequeños se transformaría en una verdadera celebridad. Ni los más locos sueños hacían avizorar que Leopoldo Dante –nacido el 22 de marzo de 1942- podría llegar a convertirse en una verdadera leyenda de la música.
Cuando tenía 4 años, una vecina le prestó una armónica que Leo –como todos lo llamaban- comenzó a tocar de manera de manera natural. Un tiempo después le alcanzaron una flauta, a la que también le sacó los más hermosos sonidos. Su sueño era tener una guitarra, aunque su madre se negaba a comprarle una, pensando que sería una pésima influencia para su hijo. El tiempo le diría que estaba equivocada. Por fin, un empleado ferroviario le regaló una guitarra y ya no hubo vuelta atrás.
Mientras tanto, como todo niño de aquél tiempo, soñaba con convertirse en “El León de Francia”, aquél protagonista de radioteatro que escuchaban día a día en la radio de su hogar.
La escuela primaria la hizo en Atamisqui. Mientras que la secundaria la hizo como pupilo en la entonces incipiente Escuela de Agricultura, Ganadería y Granja, ubicada en El Zanjón. Creía que su vocación era ser veterinario, por lo cual se trasladó a Buenos Aires, con la idea de convertirse en un profesional y volver a su tierra a ayudar a su familia.
Sin embargo, la vida le había preparado otro destino…
Mientras se preparaba para asistir a la universidad, decidió apostar por un sueño que tenía guardado en su valija: la música. Así fue que averiguó dónde quedaba la disquera más cercana al lugar donde estaba parando y alguien le comentó sobre CBS, donde se presentó con la idea de averiguar qué necesitaba para hacer una presentación. Le dijeron que debía dejar la grabación de un tema y, si lo consideraban adecuado, lo llamarían.
Lejos de amilanarse, Leo insistió, habló con una y otra persona, diciendo que no tenía ningún disco, pero estaba dispuesto a dar una prueba ante quien quisiera oírlo. Quizá su obstinación a irse del lugar sin una respuesta favorable logró que un directivo lo escuchara, seguramente este hombre lo hizo sin ninguna expectativa por ese provinciano que solo tenía una guitarra y muchas ganas de cantar. Fue entonces cuando el joven de apenas 20 años entonó “Celia”, una de las canciones que él mismo había compuesto. Se trataba de una balada tierna y sencilla, pero que le abrió las puertas de un mundo que él jamás podría haber imaginado.
EL CAMINO DEL ÉXITO
Así surgió su primer contrato con la compañía discográfica, la misma que luego se transformaría en Sony Discos. “Me tomaron una prueba. A los 15 días yo ya era famoso”, supo decir.
El único problema era su nombre, no era pegadizo ni tenía la chispa que buscaban los productores. Fue entonces cuando a alguien se le ocurrió fusionar las primeras sílabas de su nombre y nació Leo Dan.
“Celia” llegó a los primeros puestos de popularidad a la semana de haber sido lanzado. “Reinaba el Club del Clan, la discográfica buscaba muchachos y caí yo y no hubo tiempo de pensar nada. Me impulsaron”, contó.
Le siguieron éxitos como “Fanny”, “Cómo te extraño mi amor”, “Estelita”, “Libre solterito y sin nadie”, “Santiago querido”, “Qué tiene la niña”, “Por un caminito”, “Solo una vez”, entre otros.
Ya con su popularidad consolidada, se convirtió en una celebridad de la televisión. Tal es así que, en 1964, fue contratado para el nuevo programa de Canal 9, “Sábados Continuados”. El éxito que alcanzó era tan importante que llegó el tiempo de su propio programa de televisión, llamado “Bajo el signo de Leo”, transmitido en el mismo canal.
Contaba que, desde la compañía discográfica “me llevaron a un canal de televisión. Por una actuación me pagaron 7.500 pesos; yo pagaba por semana 150 de hotel en Buenos Aires. Empecé a ganar tanto que me compré una casa entre Mataderos y Liniers y traje a Buenos Aires a mis padres y hermanos. Con el Rodrigazo perdí todo”.
A la par de su exitosa carrera musical, y al igual que otros colegas suyos, como Leonardo Favio, Sandro y Palito Ortega, inició una carrera en el cine, filmando cuatro películas: “Santiago querido”, en la que compartió cartel con Marta González, “Cómo te extraño mi amor”, con Claudia Mores, “La muchachada de a bordo”, junto a Carlitos Balá, y “Por un caminito”, junto a Niní Marshall.
SUPERANDO A LOS BEATLES
En apenas dos años, Leo Dan ya se había transformado en un verdadero ídolo. Su éxito fue tal que, en 1964, el presidente Arturo Illia lo recibía en su despacho de la Casa Rosa, nombrándolo “embajador joven de la República hacia el mundo”.
Sus actuaciones en vivo generaban aglomeraciones, sobre todo de público femenino que pugnaba por estar cerca de él. Se había convertido en una estrella y, a su alrededor, se movían decenas de personas para protegerlo y evitar que las chicas se lanzaran hacia el músico. A tal punto que surgió “El besómetro”, donde las fanáticas podían darle un beso mientras un aparato medía la reacción química que generaba ese contacto, como también el aumento en la presión arterial.
En ese tiempo no se organizaban recitales en estadios, sino que se presentaban en distintos clubes donde cantaba con sus músicos. Los encuentros, tres o cuatro por noche, eran multitudinarios. Podían asistir 15 mil personas que bailaban y deliraban con sus canciones.
El éxito era tan grande que, en pleno auge de los Beatles, la revista People publicó un rating mundial y en 19 países, la banda inglesa figuraba segunda, detrás de “Cómo te extraño mi amor”.
EL AMOR
Sin embargo, el amor verdadero llegó en 1966, cuando arribó a Mar del Plata, y la reina de aquella ciudad, Mariette Papolczy, lo esperaba con un ramo de flores. “Fue amor fulminante”, dijo luego.
De inmediato quedó prendado por aquella hermosa muchacha nacida en Budapest, Hungría. “Yo no había tenido novias formales antes de mi mujer. Con ella me agarró un flechazo. Ella me fue a esperar con un ramo de flores y desde entonces no nos separamos. Una bendición del cielo”, contaba.
Once días después, se casaron en la ciudad donde se conocieron. La boda, la fiesta y todo lo que se generaba a su alrededor, fue transmitido en televisión. Cientos de fans se presentaron en la ocasión, generando un caos impensado.
Pero Leo y Mary –como él la llamaba- no dejaron que nada se interpusiera en el camino del amor. Estuvieron juntos durante 58 años. Tuvieron cuatro hijos: Paula, Mariana, Vanesa y Nicolás.
DETRÁS DE LAS FRONTERAS
Un tiempo después de casarse, y mientras el éxito en Argentina era arrollador, Leo y su flamante esposa decidieron buscar un lugar más tranquilo donde formar su hogar. Por ello emigraron a España, donde continuó grabando y produciendo canciones de éxito comercial, como “Mary es mi amor”, “Con los brazos cruzados”, “Siempre estoy pensando en ella”, “Cómo poder saber si te amo” y “Será posible amor”, entre otros.
En 1970, gracias al gran éxito de sus composiciones, fue invitado por un amigo para hacer una gira en México, donde terminó instalándose por una década.
“Hugo López, el mismo que se hizo famoso por la serie de Luis Miguel, me fue a buscar a España para hacer veinte fechas en México. Me quedé diez años: los mejores de mi vida. Me compenetré tanto con ese hablar, me resultaba tan simpático, que seguí hablando como mexicano. Su idiosincrasia es parecida a la del santiagueño, el salteño, el tucumano”, decía.
Allí publicó temas como “Te he prometido”, “Esa pared”, “Toquen mariachis canten”, “Mi última serenata”, “El radio está tocando tu canción”, “Pareces una nena”, “Yo sé que no es feliz”, “Con nadie me compares”, y otros tantos.
Se instaló definitivamente en Miami. “Canto para esos latinos que allá en sus pagos no podían pagar la entrada y hoy llenan mis shows”, recordaba.
CANDIDATO A GOBERNADOR
Sin embargo, hubo una época donde pensó regresar a su Santiago. Los hechos conocidos como “El Santiagueñazo”, ocurridos en diciembre de 1993 lo conmovieron profundamente. A tal punto que cuando la Intervención Federal de Juan Schiaretti llamó elecciones generales, Leo se presentó como candidato a gobernador. “Había mucha corrupción y el pueblo reaccionó. Menem estaba de presidente y yo era más o menos su amigo. Me dijo que me metiera en política, que él me iba a ayudar”, dijo.
Sin embargo, no pudo superar a Carlos Juárez, quien asumió en julio de 1995. “Por suerte no gané, porque estaría más viejito. A los políticos enseguida se les blanquea el pelo”, supo decir entre risas.
DATOS QUE SORPRENDEN
A lo largo de su carrera compuso más de 1.500 temas y sus composiciones fueron grabadas en diferentes ritmos: desde el tropical, folclore, cumbia, hasta el vallenato, rancheras y rock.
Sus letras fueron traducidas al italiano, portugués, alemán, francés, inglés y japonés. Se estima que vendió más de 40 millones de discos, siendo uno de los artistas de la música latina con más ventas, según la Recording Industry Association of America (RIAA). Este ranking lo ubica en un mismo nivel de ventas que Juan Gabriel, José José y Eros Ramazzotti.
Muchas de sus más de 1.500 composiciones, incluidos en sus 80 discos fueron cantados por más de dos mil intérpretes. Sus letras han sido traducidas al italiano, portugués, alemán, francés, inglés y japonés. Es más, una novela turca tomó la canción “Una calle nos separa” como su cortina musical.
El mismo tema que Café Tacuba, con la versión de Santaolalla, grabó a fines de los ’90, por el ganó el Grammy y vendieron más de dos millones de discos.
Leo fue uno de los principales exponentes del estilo musical de la nueva ola. Durante su carrera recibió una gran cantidad de premios, entre ellos, un Grammy en 2012 por excelencia musical; además tuvo decenas de discos de oro y platino.
En 2019 le pusieron una estrella en el Paseo de la Fama de Plaza México, en California, Estados Unidos.
LA DESPEDIDA
En enero de 2024, Leo anunció su retiro de los escenarios, junto con su gira de despedida, denominada “El adiós a una leyenda”. La misma comenzó el 5 de abril, en el United Palace de Nueva York, y el concierto final fue 4 de octubre, en el Ontario, California, con todas las gradas desbordadas de público.
Los conciertos los compartía con figuras del género musical como los Románticos Pasteles Verdes, Los Solitarios, Los Apson, King Clave, entre otros. Aun le esperaban conciertos en Estados Unidos, entre los que se encontraban paradas en Las Vegas y Glendale. Ya había tocado en los estados de Illinois, Nueva York, Florida y Texas y, anteriormente, había pasado por Canadá.
Pero Leo tenía un sueño más: quería hacer un concierto en Argentina. Hace dos semanas mantuvo una entrevista con Radio Rivadavia, donde aseguró que planeaba concretar un último show en la Argentina. “Yo ya no quería cantar más, me iba a dedicar solo a componer, pero creo que ahora voy a hacer un show en la Argentina. No puedo adelantar mucho porque estamos aún en conversaciones para hacerlo y no está todo firmado. Pero la despedida de octubre pasado no será la última, si Dios así lo quiere”, había dicho.
Sin embargo, la muerte lo sorprendió mientras dormía, el primer día de enero de este año.
“Esta mañana nuestro amado Leo Dan dejó su cuerpo en paz y junto al amor de su familia. Así, volvió a la luz pura de su Padre Celestial, para guiarnos y cuidarnos desde el infinito”, contó su familia con profundo dolor.
Unas horas antes, en sus redes sociales había publicado un posteo. “¡Muchas gracias por acompañarme este 2024!! Les deseo a todos un muy feliz Año Nuevo ¡Los amo!”, señaló.
También compartió sus estadísticas en Spotify para el último año, donde tuvo 32 millones de oyentes y 465 millones de reproducciones.
Con más de seis décadas de trayectoria, Leo Dan no solo acumuló éxitos musicales, sino que también dejó una huella imborrable en la cultura del continente. Su obra no solo fue un reflejo del romanticismo, sino que logró conectar profundamente con sus oyentes, convirtiéndose en un compañero en momentos de amor, desamor y esperanza. Hoy, aquél changuito santiagueño descansa en el recuerdo de quienes lo amaron.