22 de octubre, 2024
Colaboración

Por: Julio César Coronel 

Realmente es increíble cómo actúa el presidente respecto a ciertos comentarios de la prensa. Dice ser libertario y, por esencia, debería privilegiar
la libertad en todo sentido, lo cual incluye la libertad de expresión y de prensa, pero ante la más mínima crítica sale furibundo a responder y muchas veces de manera totalmente descomedida.

En la encrucijada de la política contemporánea, la libertad de prensa se erige como un pilar fundamental, pero también como un terreno fatigosamente disputado. Y lo antecedente se viene observando a lo largo de los años durante toda la democracia, Alfonsín refunfuñaba, Néstor se interrogaba por
qué Clarín se ponía nervioso, Cristina solo admitía contados reportajes y con determinados periodistas, que más que preguntarle la piropeaban, Alberto también largaba sus dardos contra la prensa inquisitiva y Milei no es la excepción. Le encanta dar reportajes, pero solo a periodistas que podrían ser denominados como militantes o, por lo menos, complacientes y reniega de aquellos que no lo ensalzan.

Lo que antes no se notaba tanto era que ante cada crítica el presidente de turno saliera con los tapones de punta. Recientemente, las críticas del
presidente Milei hacia los periodistas se convirtió en un deja vu diario.

Quienes cuestionan su gestión han recreado un debate crucial sobre los límites de la libertad de expresión y los riesgos de la censura en una democracia.

No quedan dudas que en un país que se precia de ser liberal por antonomasia, donde solo basta hojear la Constitución Nacional del espíritu que impregna nuestra sociedad, se puede observar que las libertades de prensa y expresión son derechos fundamentales consagrados en beneficio de la
ciudadanía toda.

Ambas garantizan el derecho de los ciudadanos a recibir y difundir información, así como a expresar sus opiniones sin interferencias indebidas por parte del Estado u otros actores. Por lo que resulta incomprensible e irrazonable que sea el presidente quien no tolere esas dos libertades,
él justo él, que dice ser libertario.

Esos derechos han sido históricamente protegidos, pero también han enfrentado desafíos recurrentes, especialmente en períodos de tensiones políticas y sociales. Cada dictadura los aniquiló sin contemplaciones, pero pisotearlos en tiempos democráticos no resulta tolerable.

Si algo debe aprender la política es que la crítica periodística juega un papel crucial en la supervisión del poder y la promoción del debate público informado, aspectos esenciales para una democracia saludable.

Cuando el presidente ataca públicamente a periodistas que han expresado críticas hacia su gestión, descalificándolos personalmente o bien acusándolos de deshonestidad profesional, toma una determinación propia del autoritarismo y profundamente antidemocrática y poco liberal.

¿Será que Milei no es sincero y descree de la libertad? ¿Será que en realidad es un autócrata? Son interrogantes sobre algo básico, la libertad de expresión y, consecuentemente, de prensa y en ese marco, uno debe preguntarse dónde queda el respeto del mandatario por ambas y su disposición a
tolerar críticas y opiniones divergentes.

Aunque no parezca, estos ataques son propicios para crear un ambiente de intimidación que limite la capacidad de los medios de comunicación para informar de manera independiente y objetiva. Por otro lado, muestra un perfil negativo del gobierno, de falta transparencia y pluralismo informativo.
En última instancia, las críticas hacia periodistas que no complacen a los oídos

del presidente resultan ser una forma de censura indirecta y esto podría conllevar a la autocensura, motivada por el temor a represalias o a perder acceso a fuentes informativas. Todo ello podría debilitar la capacidad de los medios para desempeñar su papel de vigilancia y fiscalización.

Claramente se deben proteger y fortalecer estos derechos fundamentales frente a presiones políticas como las expuestas por el primer mandatario; hacerlo es un compromiso que toda la sociedad debería asumir para defender estos principios ante cualquier amenaza, ya sea explícita o sutil.

Debemos entender que, en el escenario político contemporáneo, la figura del político liberal que rechaza las críticas periodísticas plantea una paradoja digna de análisis. El liberalismo, que tradicionalmente aboga por la libertad individual y la limitación del poder estatal, parece contradecirse cuando sus representantes muestran aversión hacia la libre expresión y el escrutinio mediático.

Si el liberalismo político se sustenta en principios que enfatizan la autonomía individual, la protección de los derechos civiles y la limitación del poder gubernamental en la vida de los ciudadanos, ello implica esencialmente el respeto irrestricto para con la libertad de expresión, un derecho que garantiza el intercambio de ideas, la crítica constructiva y el control ciudadano sobre el poder político.

Sin embargo, cuando un político encumbrado como lo es el presidente -quien se autodefine como liberal- muestra desdén o intolerancia hacia las
críticas periodísticas, surge una tensión evidente entre sus principios declarados y sus acciones prácticas.

Llegados a este punto, nos preguntamos si Milei es coherente al promover el liberalismo, pero sin extender este principio a la libertad de prensa y expresión, o resulta ser un liberal solo en materia económica.

Además, debemos cuestionar si realmente existe un doble estándar cuando se trata de tolerancia hacia opiniones divergentes y críticas, especialmente desde una posición de poder político.

Por lo demás, uno debe prestar atención a cómo afecta la aversión a la crítica periodística respecto de la calidad del debate democrático y la rendición de cuentas del gobierno.

Al fin de cuentas, debemos comprender que la reacción negativa de un político liberal hacia las críticas periodísticas puede tener profundas implicaciones para la democracia, porque demuestra menos transparencia y, por tanto, la intolerancia hacia las críticas puede conducir a un ambiente donde se manifiesten conductas autocráticas.

Además, no podemos desvirtuar que probablemente también se denote un creciente riesgo a una indirecta censura, porque la generación de un terreno hostil hacia

controvertida

El liberalismo, que tradicionalmente aboga por la libertad individual y la limitación del poder estatal, parece contradecirse cuando sus representantes muestran aversión hacia la libre expresión y el escrutinio mediático. 

los medios críticos puede crear un clima de autocensura y temor entre los periodistas.

De lo que estamos seguros es que realmente resulta una paradoja de antología estar ante un político liberal que no tolera las críticas periodísticas, lo cual denota la incoherencia entre los principios ideológicos y las acciones prácticas.

Ciertamente que la defensa de la libertad de prensa y de expresión no es solo un requisito ético, sino que constituye un pilar fundamental para
la salud democrática. Es por ello que todos los ciudadanos deben exigir respeto por estos principios básicos de libertad y pluralismo, independientemente de la orientación política de cada uno de los ciudadanos.

Debería recordar Milei que toda democracia florece cuando sus líderes no solo proclaman valores como la libertad individual y la limitación del poder, sino que también los practican de manera coherente en todas las dimensiones de su ejercicio de gobierno.

Cuarenta años de esta novel democracia y, en ese marco directriz, los ataques del presidente Milei a los periodistas que se diferencian y no
expresan sintonía con las acciones de gobierno ilustran, de manera rotunda, la fragilidad inherente a la libertad de prensa y expresión.

En un contexto político convulsionado es crucial recordar que la crítica periodística no es solo legítima, sino esencial para el funcionamiento democrático. Callar a la prensa no robustece a la democracia, sino que la socava y eso no resulta oxigenante para la institucionalidad del país.

Cierto es que Milei está aprendiendo a gobernar, todavía le falta mucho y debiera recordar que debe cambiar porque ya no es un panelista de televisión, es hoy un dirigente político, el más importante de ellos y la ciudadanía, tanto sus seguidores como quienes no lo votaron ni adscriben a sus ideas, pretende que él demuestre respeto por las instituciones y que actué con ética y prudencia.

Atacar a la prensa es hacerlo en contra del sistema democrático y con ello a todo el pueblo argentino y no es propio de quien se ufana de ser liberal, que tiene como principio liminar el respeto irrestricto de todos los derechos y libertades que la Constitución reconoce sin ningún tipo de
interferencias.

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