31 de enero, 2025
Mujer

Nos interpelan todo el tiempo. La publicidad, los medios de comunicación y la moda. Son una tríada peligrosa, pues con discursos e imágenes nos proponen un ideal de belleza basado en la perfección y la delgadez como promesa de felicidad.

Pero veamos qué es la belleza. Según la Real Academia Española (RAE), es la “propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual. Esta propiedad existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas”.

La definición no plantea qué atributos determinan qué es bello y qué no. Por eso, la definición de belleza que tomamos por cierta en nuestra cultura es totalmente arbitraria.

 

La belleza es un concepto cultural

En 1912, en Estados Unidos, Rebeca Scheel, una joven estudiante de la Universidad de Cornell, fue erigida como la mujer perfecta. Tenía un cuerpo similar al de la Venus de Milo y pesaba 78 kilos. Su Índice de Masa Corporal (IMC) era 26,8. Según los parámetros actuales, Scheel sería hoy una mujer con sobrepeso. No bailaría por ningún premio ni saldría en la tapa de una revista de moda.

Pero la belleza y los significados mutan de país en país, de región en región, de cultura en cultura.

Los padung o padaung (minoría étnica tibeto-birmana) admiran los pechos caídos.

En Mauritania la belleza femenina reside en la obesidad. En este país de África Occidental, unos kilos de más elevan el estatus de belleza de las mujeres. Incluso, para adecuarse al canon, algunas niñas son enviadas a campos de engorde para alcanzar la “gordura” tan ansiada.

En la tribu wodaabe (Nigeria) predomina la obsesión por la belleza masculina. Como en todo matriarcado, las mujeres tienen el poder. Cada año, los hombres se pintan y bailan para ser elegidos como maridos.

En Japón se valora la piel clara, impoluta, casi transparente.

En Francia, la depilación no es un signo de descuido. Muchas mujeres deciden no recurrir ni a la cera ni a la máquina de afeitar, y exhiben orgullosas sus brazos, axilas y piernas.

 

En Argentina, los “rollitos” y la celulitis representan un padecimiento.

En una encuesta realizada por el Centro Dra. Katz en 2014, en una muestra de 500 personas, el 48 por ciento aseguró que la parte del cuerpo que menos le gusta es la panza.

Y estos son solo algunos ejemplos de cómo la belleza es un concepto cultural que se moldea según el entorno social y la época, pero también la percepción subjetiva de cada individuo.

 

La realidad de los medios

Eliseo Verón (1935-2014), sociólogo, semiólogo y antropólogo argentino, autor de los libros “Construir el acontecimiento” y “La semiosis social”, entre muchos otros, escribió que “la actualidad tiene el mismo estatus que un automóvil: es un producto, un objeto fabricado que sale de esa fábrica que es un medio informativo. Los medios no ´copian´ nada (más o menos bien o más o menos mal): producen realidad social”. Y como hay muchos medios, “hay muchos ´modelos´ de la actualidad”. En otras palabras, lo que Verón decía era que los medios crean realidad. Los medios son empresas y fabrican realidad, o “realidades”, según el público al que se dirigen.

Lo cierto es que los contenidos de los medios se construyen según determinadas reglas –entre las que está la línea editorial—y ciertos valores e ideas sobre el mundo que están implícitas en el texto. Así es como los medios inscriben sentido en el discurso que transmiten, hacen un recorte de la realidad. Al mismo tiempo, un mismo mensaje puede interpretarse de distintas maneras según quién lo recibe. Hay un proceso de decodificación que, por supuesto, incluye a la cultura, la subjetividad y la ideología.

Los medios existen y es difícil cambiarlos. Lo que sí podemos cambiar es el uso que le damos a los discursos que recibimos por parte de los medios de comunicación.

 

La belleza se puede fabricar

Así como estas situaciones son fácilmente “dibujadas”, la belleza también puede crearse gracias a unos cuantos factores: luz, maquillaje, peinado y retoque digital. Esta belleza representa una “realidad no real”. Pero son las imágenes que vemos en los medios de comunicación cada día.

Somos bombardeados por imágenes “fabricadas” que nos dicen cómo debemos ser. Y la exposición permanente altera nuestra percepción de la realidad. Y, como dice la psicóloga norteamericana Susie Orbach, autora del libro “Hambre”, “las imágenes ideales e irreales deterioran la confianza y la autoestima”. Así es como los medios promueven el malestar corporal.

Los resultados de la encuesta que realizamos en el Evento No Dieta 2014 (con la Dra. Mónica Katz) arrojaron un resultado muy interesante: el 40 por ciento de los participantes aseguró que lo que más influye en su malestar corporal es el discurso de los medios de comunicación.

Veamos entonces cómo algunas ideas se propagan y otras enmudecen: cómo la belleza ideal (asociada a la delgadez y la perfección) crece como modelo en la sociedad y en los medios (pero también en la publicidad y en la moda) y la belleza real aparece, disimulada, solo en algunos sectores de la población. La teoría de la espiral de silencio de Elisabeth Noelle Neumann puede ofrecer una interesante explicación.

La teoría parte de dos premisas: los individuos temen sentirse aislados, solos y la opinión pública es una forma de control social. En este contexto, los medios de comunicación son la principal fuente de información y definen el clima de opinión sobre los temas que se tratan. Los individuos adaptan su comportamiento a las actitudes predominantes sobre lo que es aceptable y lo que no, y la sociedad amenaza con el aislamiento a los individuos que expresan posiciones contrarias a las asumidas como mayoritarias. Como los individuos sondean continuamente el clima de opinión, la tendencia de la espiral es a enmudecer a quienes tienen posiciones diferentes a la mayoría.

 

Los medios y el malestar corporal

Cada día somos “bombardeados” por 5000 mensajes publicitarios y 1 de cada 10 tiene un mensaje relativo a la belleza. En cada uno de estos mensajes subyace un ideal de belleza. Y lamentablemente influyen en la manera en que nos miramos, nos valoramos y nos mostramos frente a los demás.

Existe evidencia científica de que las revistas, la televisión y las redes sociales influyen en el malestar corporal y la internalización de un ideal de belleza muchas veces inalcanzable si se tiene en cuenta, como ya dijimos, que solo el 5 por ciento de la población tiene una genética que le permite ser delgado. Esto no quiere decir que los medios nos inoculen el malestar, tal como lo explicaría la teoría de la aguja hipodérmica1 que se basaba en la idea de que los medios de comunicación manipulan a los individuos.

En su libro, “El cuerpo, territorio de la imagen”, la licenciada en letras argentina Elina Matoso arriesga una hipótesis de cómo surge ese malestar: “Cuando la imagen que se posee no concuerda con la imagen de la pantalla, se queda el hombre perdido. Deambula, rechazado, ignorado, desconocido”. Pero, cuanto más se parece a ese prototipo idílico, “más se pierde el cuerpo para la propia identidad”. Es decir que muchas mujeres, las que no responden al ideal de belleza que proponen los medios sienten que su imagen corporal es rechazada, ignorada, desconocida. Pero incluso las mujeres que representan el modelo ideal y que vemos en los medios sufren los estragos de la fama: solo se reconocen como un “cuerpo”. Ni unas ni las otras son aceptadas por todo lo que son.

 

Redefinir la belleza

Sin lugar a dudas es necesario redefinir la belleza. Volverla más inclusiva y flexible. Para ello, la ONG norteamericana Beauty Redefined propone una estrategia de tres pasos:

1. Reconocer los mensajes nocivos de los medios de comunicación.

2. Redefinir la manera en que percibimos la belleza.

3. Resistir frente a los mensajes sobre el cuerpo femenino que deterioran nuestra autoestima.

En este mismo sentido, Susie Orbach argumenta en su libro “Hambre” que “si los medios decidieran en conjunto promover al sobrepeso como ideal de belleza tendrían el poder suficiente para definir una nueva estética”. Parafraseando a Verón, los medios podrían crear una “nueva realidad”.

 

(Fuente: Lic. Valeria Sol Groisman, coautora del libro “Más que un cuerpo”, con la doctora Mónica Katz. Publicado en Buenavibra.es)

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