09 de mayo, 2025
Colaboración

Acabo de ver en la señal de Neflix “Llámame Francisco” (en italiano: Chiamatemi Francesco - Il Papa della gente), se trata de una película biográfica italiana de 2015, sobre los años previos al Papa Francisco.
La vocación sacerdotal, sobre todos los enigmas de la vida, se muestra evidente en los años jóvenes por donde transitó Jorge Mario Bergoglio, quien, a pesar de las tantas peripecias vividas en los duros años de la dictadura argentina, supo sobrellevar el peso de tantas injusticias.
Esa profunda militancia cristiana, asociada a la enseñanza de los santos evangelios, sin duda fortalecieron su espíritu, ante el clamor de los más necesitados que acudían en su búsqueda para poder mitigar tanta miseria junta en los barrios periféricos porteños de entonces.
Se mostró una persecución feroz en contra de una juventud que exigía cambios urgentes, procurando arremeter frente a la miseria imperante, pero la violencia de la sinrazón fue quien arremetió en contra de ellos, que luchaban a cara descubierta por sus ideales, frente a un imperio fuertemente armado conformado para desintegrar voluntades desde la tortura hasta la muerte.
Vi un sacerdote sencillo y austero ingresar a las villas miserias, descubriendo azorado las tristes imágenes que entrega la miseria, desde el hambre, la enfermedad y el desconsuelo solamente desentrañado desde la caridad cristiana.


Vi un cura llorando de rodillas cuando recibió la noticia de lo sucedido en La Rioja, cuando los sacerdotes eran asesinados o desaparecidos, entre ellos Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, muertos en Chamical el 18 de julio de 1976, y días después el Monseñor Enrique Angelelli: llamado el “Obispo de los pobres”, asesinado el 4 de agosto del mismo año, en el mismo paraje donde se informó que se trató de un “accidente”.
No le fue fácil al cura jesuita, aceptar el cargo que le ofreció en persona monseñor Antonio Quarracino, quien le exhibió una carta del Papa Juan Pablo II, que lo nombraba Obispo titular de Auca y Auxiliar de Buenos Aires el 20 de mayo de 1992. No se trató de una distinción por su labor, fue una orden del Papa, que no podía dejar de cumplir.
Jorge Mario Bergoglio, anduvo por Alemania antes de ser destinado en Córdoba, como padre provincial de la Compañía de Jesús en la Argentina, durante seis años, tuvo a su cargo la Universidad Católica de Córdoba (UCC) lugar en donde pudo ocultar y proteger a jóvenes que pregonaban ideales que la dictadura repudiaba y que repelió con la fiereza de las armas, sin disimular detenciones arbitrarias, condenas sin juicio previo y asesinatos oprobiosos, como arrojar personas vivas y maniatadas desde los aviones, hacia una muerte segura en los mares argentinos.
Lo que sigue es historia reciente y conocida, el cura villero estaba destinado a seguir un nuevo camino.  Recuerdo cuando exactamente el 13 de marzo de 2013, el cónclave que se celebró tras la renuncia de Benedicto XVI, lo eligió como el primer Papa jesuita y el primero proveniente del hemisferio sur.
Un párrafo aparte para la interpretación actoral de Rodrigo de la Serna.
Claro que me brotaron lagrimones al conocer la noticia, es lo mismo que me acaba de suceder cuando llegó el fin de esta película. Tenía que escribir estas líneas…

Por Dr. Miguel Brevetta Rodríguez

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