08 de octubre, 2024
Colaboración

Santiago del Estero, provincia de provincias, quizá por ser tan vieja, cobija en su regazo personajes notables que abarcan y exceden casi todas las disciplinas que nuestra memoria pueda rescatar.

El auténtico sentir tradicionalista, basado en el latir de nuestras propias emociones, los añejos estandartes que custodiamos celosos los santiagueños, fruto de un peregrinar de varios siglos, hoy nos están clamando por la historia, es decir por la difusión de tantos logros que jalonan el acervo cultural provincial.

Esta primera provincia argentina, no solo acunó a guerreros y caudillos que a fuerza de chuza y lanza impusieron sus derechos para lograr y contribuir al gran acuerdo nacional. También nacieron en esta tierra las primeras inquietudes culturales que con el correr de los años contribuyeron al engrandecimiento de nuestra realidad como Nación.

Queremos evocar al ilustre Ramón Carrillo (1906-1956), el protagonista de un particular estilo de vida que durmió un tiempo largo en las memorias argentinas y a fuerza del empeño de muchos y de la anhelada justicia, que suele llegar más tarde que temprano, hoy pudo despertarse. Tal vez por ello es que la prensa del país al igual que la del exterior, decidieron rescatar casi del olvido, la sombra de quien logró dedicarse durante toda su vida al estudio de los males que aquejaban a su pueblo, único testigo confiable de tantos acontecimientos surgidos de la mente fértil del científico santiagueño. 

Pero lo extraño es que casi todos se detuvieron ante la labor profesional del hombre de ciencia, en el desinterés tan característico de su persona, en el efectivo acierto de su incursión en la arena política; pero nadie eligió conmemorar la otra actividad, que escondió Ramón en el reverso de su rostro.

Quizás pocos conozcan hasta hoy lo que quiso decir desde su adolescencia provinciana, lo que escondió en su corazón de narrador precoz y la tristeza y soledad, que latió en sus fibras, hasta aquel día en que lo sorprendió la muerte. Esta es su otra cara, la de la lírica profunda y sensitiva, la que manifestó a los más cercanos, la que deleitó a familiares y a amigos y a los que lo apoyaron durante toda su vida.

Desde niño Ramón había heredado de su padre, el profesor Ramón Carrillo, un gran interés y vocación relacionado con el arte, la filosofía y la historia universal y es así como no tardó en dar rienda suelta a sus aspiraciones de niño ágil, al cederle su famosa biblioteca, una de las más completas de la época (hoy se conserva en Buenos Aires) en donde Ramón pudo profundizar las bonanzas de aquellos clásicos literatos de aquel tiempo, adquiriendo para sí una exquisita cultura literaria.

Llevado por sus inquietudes y siendo estudiante del segundo año del Colegio Nacional allá por el año 1920 intentó su primera aventura periodística cuando con un grupo de compañeros decidieron publicar un semanario denominado: “El metido”, de quien Ramón se erigió como su director.

Más adelante, con el apoyo de Miguel Ángel Figueroa, resolvieron utilizar los elementos pertenecientes al diario El Liberal; es de suponer que se realizó este intento, a escondidas de su propietario Don Juan Figueroa.

Pero este novedoso intento, mejor dicho, aventurero accionar, fue rechazado y censurado por Don Baltasar Olaechea y Alcorta, entonces el rector del Colegio Nacional; negativa que no produjo mayor preocupación en el joven Carrillo y sus amigos, ya que los frustrados periodistas salieron nuevamente a la calle con otra publicación que llamaron: “La Tijera”, esta vez redactado a máquina y manuscrito en algunas partes.

Más adelante Ramón tuvo una nueva oportunidad, más sólida esta vez que la anterior, pues su padre, ya director del diario “El Siglo” no dudó en adjudicarle una columna, cuando el promisorio periodista contaba solo con catorce años.

Sin lugar a dudas la suerte estaba de lado de Ramón, porque también otro cultor del periodismo, Don Marcos Argañarás le brindó una nueva oportunidad en su diario: “La Mañana”.

No pasó mucho tiempo cuando Santiago del Estero recibía la noticia de la publicación del trabajo: “Juan Felipe Ibarra, su vida y su tiempo”, monografía histórica escrita por Ramón mereció el premio “Damas Patricias Santiagueñas”, consistente en una medalla de oro. Significó este galardón para el escritor, un gran adelanto en sus tareas periodísticas, pues desde entonces su inclinación por las letras tomó un cauce casi definitivo, que lo llevará más adelante a identificarse con una vocación que él no conocía o bien, no creía poseer.

Era ya Ramón alumno del 5º y último año del Nacional, cuando -con el asesoramiento del poeta y periodista Enrique Almonacid- asomaba a las columnas del El Liberal con un ensayo socio-biográfico que titulara: “Glosas de los servidores humildes” al publicarse el número especial con motivo de la conmemoración de un nuevo aniversario del diario local.

El escritor que ya contaba con 16 años y como base de experiencia, comenzó su trabajo con una frase del filósofo Eráclito: “…Todo fluye todo corre, nadie ha atravesado el mismo rió”, a lo que Ramón contestó: “Nadie atraviesa ni una sola vez el río; antes que el nadador toque la otra rivera, ya es otro río…”

En aquel ensayo, había una manifestación propia de un visionario y precoz justiciero que bien se lo puede llamar hoy un auténtico revolucionario adelantado a su tiempo.       

Respecto a sus ideas, dijo hermano Belisario: “…Ramón solía manifestar que ni los médicos, ni los hombres de su generación podían comprender su obra, porque él se les había adelantado en 50 años; pero que los argentinos del año 2000 la entenderían.”

De aquella glosa escrita en 1923 nada ha quedado en el olvido, todo se ha realizado. Es por ello que se dice que había un adelanto de 50 años entre Ramón, la medicina y la época.

Transcribo un fragmento de aquella glosa profeta: “…Acabamos de ver cómo estos hombres tan meritorios y sobre todo tan viejos han trabajado honrada y fielmente. Han encanecido en el puesto sin ascender en 50 años, ganando apenas para no vivir miserablemente. Ahora están enfermos y agotados; sus fuerzas no dan para el trabajo más liviano. Como no existe jubilación tendrán que trabajar hasta que el destino no disponga otra cosa...”.

“…Los países europeos más adelantados y de población obrera muy densa han dictado leyes protectoras de hombres, leyes que no son, sino un reflejo de las nuevas orientaciones sociales. Habrá que cumplir un alto deber de justicia dando el primer paso en el sentido de amparar institucionalmente a la invalidez y a la vejez. Conquista que ya es una bella realidad en muchos países extranjeros y que otros empiezan a acariciar como el complemento de su cultura y de su civilización…”.

Por cierto, Carrillo no estaba equivocado en su esquematización y la prueba de sus aspiraciones se vio más tarde reflejada en el país entero, merced a sus sacrificios de hombre luchador y consciente de aquel proclamado devenir de los tiempos.

Pero aquí no terminan todas las ansias de Carrillo escritor, puedo citar entre sus obras las siguientes: “Yodoventricuografía”, (Primer Premio Facultad de Ciencias Médicas), 92 monografías sobre Histología del Sistema Nervioso, Neurología y Cirugía; Tratado de Anatomía comparada del Sistema Nervioso, Política Sanitaria Argentina, Plan analítico sobra la Salud Publica, Teoría del Hospital (dos volúmenes) reeditados por la ex Editorial EUDEBA; Contribución al Conocimiento Sanitario, Política Alimentaría Argentina; La Teoría General de Hombre (consta de 28 tomos y un tomo resumen), obra ésta que el medico concluyó en el exilio. 

Lo que no debo dejar de mencionar se refiere a una publicación aparecida en 1941, se trata de un estudio económico-social titulado: “Desarrollo de la Industria Agropecuaria en Santiago del Estero: caracteres etnográficos y sociológicos de la población de Santiago del Estero, dos obras que fueron agotadas a poco tiempo de aparecer.

Hasta aquí la otra cara de Carrillo, la cara de un escritor que escondió su rostro talentoso en las penumbras de la sencillez y prefirió el anonimato ante la gala vana de la figuración. Solo mencioné algunas de las obras de este ilustre científico santiagueño sin detener mi exposición en los más de 150 artículos sobre diversos temas, sin contar publicaciones en diarios y revistas especializadas.

Otro punto muy importante de destacar consiste en que diariamente se están encontrando trabajos científicos del ilustre santiagueño, que no estaban en los planes de nadie -excepto de su autor- y las sorpresas en aumento, nos hacen suponer que todavía hay mucho por descubrir.

Es de suponer que la prolífera obra de Carrillo anduvo, por los distintos países que recorrió, no quiero decir con esto que para salir de viaje el escritor “acarreaba” sus trabajos, sino que en cada punto que visitaba, se detenía sorpresivamente a informarse de un tema u otro y de inmediato surgía el estudio.

Esta breve nota es una pauta de las dimensiones insospechadas que el medico político logró a través de una encomiable inquietud: escribir sus conocimientos.

Así como advertí que se continúa encontrando trabajos inéditos, tengo entendido que muchos de ellos se “perdieron” intencionalmente durante la época dura de 1956, felizmente suele triunfar la verdad entre tantos avatares; lo importante es que la obra “grande” fue recuperada para el orgullo de los argentinos y para bien de la humanidad. Quizás Franklin defina la obra “escrita” de Carrillo: “Si no quieres perderte en el olvido, tan pronto como estés muerto y corrompido, o bien escribe cosas dignas de leerse, o bien haz cosas dignas de escribirse…”.

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