30 de mayo, 2025
Entrevistas

Hasta agosto próximo, el Centro Cultural del Bicentenario estará engalanado con la muestra “El juego de Milo”, del artista plástico argentino Milo Lockett.

Milo Lockett es un artista disruptivo. Su arte es una mezcla extraña de Picasso y lo que haría un niño travieso. Ama el arte en todas sus formas. Se dedicó al diseño textil hasta que un día encontró la forma exacta de justipreciar su don y comenzó a ser una marca registrada en el arte moderno argentino.

Los santiagueños tenemos ahora la posibilidad de gozar de su arte en una exposición que ofrece hasta agosto el Centro Cultural del Bicentenario. Allí, bajo el nombre de “El juego de Milo”, los niños pueden interactuar con la obra de este gran artista y conocer el arte de una forma lúdica. LA COLUMNA tuvo la oportunidad de conversar con él.

 

L.C. ¿Cómo definiría la muestra “El Juego de Milo”?

M.L.: El juego de Milo está dedicado a los chicos en realidad. La muestra habla por sí sola porque es muy lúdica. Pensada para ellos.

 

L.C.: Pienso en que muchos adultos, como yo, que me prendí, se enganchan con los juegos de la exposición, también.

M.L.: Pasa que los adultos se enganchan a la par de los niños.  El arte es una excusa para que los niños la pasen bien y sean felices. El objetivo final es ese, siempre.

 

L.C.: Si se tuviera que definir como artista, yo lo definiría como una mezcla de Picasso y un niño travieso

M.L.: Es un halago lo que me decís. La verdad es que me cuesta mucho definirme porque no creo mucho en la definición. Yo juego mucho con el arte, mi profesión es ser artista, pero en realidad no es que yo hago esto para ser artista sino vivo de esta manera, pienso de esta manera, me gusta poder dibujar y pintar todos los días. Ahora estoy en mi taller, trato de que sea gran parte de mi día pasar varias horas con el dibujo y la pintura, eso que ven es lo que yo soy. No soy un personaje ni quiero serlo. Me gusta estar entre iguales. Cuando invito a la gente a pintar lo hago desde un lugar de mucha seguridad, que es un lugar muy interesante, para poder expresarnos, y después si se convierte en arte mejor. No creo que el objetivo sea decir que uno hace arte.

 

L.C.: Decías seguridad, a mí se me ocurre que tu obra transmite paz.

M.L.: Cuando uno tiene mucha seguridad también tiene mucha paz. Y trabaja desde un lugar de más calma, donde la preocupación es qué rojo o qué amarillo voy a usar. Yo no estoy preocupado por tener un lenguaje o tener una obra.

 

L.C.: ¿El ser chaqueño te hace ver la vida y el arte distinto a si hubieras sido porteño?

M.L.: A lo mejor porque nosotros, como provincianos, creemos que todo lo que sucede, ocurre en Buenos Aires y yo no creo que sea así. Buenos Aires concentra la mayor cantidad de artistas y de obras por una cuestión demográfica, pero la cuestión artística está en todas partes. Hoy, a través de las redes sociales podemos estar en cualquier lugar del mundo. No tenemos la necesidad física de estar en los lugares donde supuestamente se legitima el arte. Me parece que es más genuino cuando uno hace el arte como uno nació, como uno creció, está bueno ver, andar, recorrer, pero también es bueno defender que uno pertenece a un lugar. Eso lo hace más real, es muy interesante lo autóctono de cada zona.

 

L.C.: Destaco su tarea filantrópica, de apoyo desde a Unicef hasta a las comunidades indígenas y me llama la atención su sinceridad (que puede parecer paradojal, pero no lo es) de su relación con el dinero, que no es la típica postura del artista bohemio.

M.L.: Hay una confusión de que el artista tiene que ser sufrido, pobre y algún día cuando se muere, lo van a reconocer, y a mí me parece que es una idea muy romántica del arte.

Yo trabajo todos los días, tengo cuatro hijos. Necesito vivir bien. Necesito percibir algo por mi trabajo. A veces sucede y a veces no. Cuando elegimos esta carrera sabemos que no vamos a ser millonarios. Cualquier persona que elige la carrera de artista plástico, sabe que en el medio va a haber mucho sacrificio, antes de llegar a tener un nombre y vivir del arte. Pero no está mal tener claridad, en cuanto al valor de lo que hago. Hay que inventar un mercado para poder vivir del arte. Los músicos por caso, los bailarines, las artes en general. Cuando vas a la carnicería el carnicero te cobra la carne. Vas a la verdulería y el verdulero te cobra la verdura y no está mal. ¿Por qué nosotros no podemos vender un cuadro y vivir de eso?

 

L.C.: ¿A qué crees que se debe el éxito de tu obra?

M.L.: Yo no sé si tengo una teoría de por qué se vende mi obra. Uno hace empatía con el público y después eso se mantiene o no en el tiempo. Hay momentos en los cuales hay demanda, en otros no hay tanta demanda. Pero yo hago mi obra y después el mercado determina si se vende o no se vende. No sé si juega el factor suerte. Yo estoy alejado de Buenos Aires capital, yo no voy a eventos. No voy a vernisagges, no tengo curadores ni críticos que hablen a favor de mi obra. Más bien tengo todo en contra. No me dejan entrar a Arte Ba, no me dejan entrar a la Feria de Mapa, no me invitan a la Feria de Córdoba, muchas cosas te puedo contar. El mundo del arte es muy hipócrita, cuando te necesitan todos te nombran y todos te llaman, y cuando pueden te clavan puñales. Pero eso fue siempre así.

 

L.C.: ¿Por ser chaqueño, porque tienes tu estilo, porque tienes éxito?

M.L.: A la gente le molesta que te vaya bien. Imagínate que en este momento estoy por hacer una obra en un edificio de Rosario, y el edificio va a llevar mi nombre. Se va a llamar Howo Milo. Está lleno de murales míos. Pero la gente a veces no entiende que detrás de los éxitos, hay trabajo. Los artistas también piensan que no tienen que trabajar, nosotros tenemos que trabajar.

Después ocurren muchas otras cosas, conseguir un lugar donde exponer, no hay nada fácil. Yo estoy a cuarenta kilómetros de la capital. Vivo en los suburbios, un lugar muy lindo. Cerca está el MALBA Puertos. Un lugar muy lindo. Pero yo no necesito de un circuito. Hoy existe otra forma de mostrar la obra. A veces haces una muestra y vienen cuarenta personas. Y la mayoría no son compradores de cuadros. Me parece que hoy suceden otras cosas. No creo en los circuitos.

Yo voy a una feria que se llama BADA, donde alquilas tu stand y mostrás y vendes. Y es una feria que visitan más de cien mil personas. Y a una feria como Arte BA, la visitan veinticinco mil personas.  Hay una feria con 350 artistas y tienen más convocatoria que una feria que tiene 25 años, en la que están todas las galerías más importantes de Buenos Aires. Hay un cambio de paradigma. Yo no creo que hoy, para el artista, sea tan importante estar “in situ” en un lugar preciso. Salvo que quiera pertenecer a la élite que cree que es la dueña del arte en la Argentina.

 

L.C.: ¿Hay arte bueno y arte malo?

M.L.: No, no creo en eso, creo que todo arte conlleva una intención y eso es válido para mí.

 

L.C.: ¿Se imagina un mundo sin pintura, sin grandes pintores?

M.L.: A mí me gusta el arte en general. Por caso también hago cerámica, porque me gusta llenarme de barro las manos y crear. En definitiva, creo que todas las expresiones del arte hacen un mundo mejor.

 

 

 

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