15 de julio, 2025
Actualidad

En un tiempo dominado por las redes sociales, la liberación de las hormonas del placer y la felicidad son tema de varios estudios médicos, sociológicos y psicológicos.
Resulta que un dato aparentemente tan frívolo como un “like”, a una publicación que emana alegría, felicidad, bienestar y belleza, aunque sea tan solo una instantánea de la vida, tiene efecto dopamínico.
Esto quiere decir que la hormona llamada dopamina, centrada en el sistema de recompensa del cerebro, se libera en respuesta a estímulos gratificantes y está vinculada a la motivación y al placer a corto plazo.
Es una gratificación inmediata. Así como puede ser un chocolate en un momento determinado, produce bienestar, aunque pasajero, pero bienestar al fin.
En este punto hacemos la diferenciación entre lo que para una persona de esta época (tan estimulada y tan obligada a la satisfacción de instintos inmediatos) es el placer y qué es para esa misma persona, la felicidad.
La felicidad, en este contexto y bajo este análisis es la dicotomía de esta era. Placer Vs. Felicidad y sus delgados pero importantes límites, que nos toca resolver en este contexto en que la salud mental está tan en vilo y confrontada con los engaños de un mundo atribulado.
Un like a una publicación libera dopaminam, sobre todo en la frágil edad de la adolescencia y juventud, tan esclavizada que está por las redes sociales.
Con dicho panorama ¿dónde se asienta la felicidad real?
Pues, la felicidad, en oposición al placer, es más perdurable. La regulación de la felicidad está dada por la serotonina. La serotonina, por otro lado, se relaciona más con la regulación del estado de ánimo, la ansiedad y la estabilidad emocional a largo plazo.
Dicho de otro modo, el placer que provoca la dopamina es efímero. La felicidad que provoca la serotonina es más estable.
Ante tanto efecto dopamínico en la vida actual, la pregunta central sería: ¿somos una sociedad falsamente alegre?
Y la respuesta asertiva pareciera ser que sí. En un tiempo en que los zombies son moneda corriente en el paisaje ¿ficticio? pareciera que, a la luz de esta sensación de buscar el placer en cosas o situaciones que la otorgan efímeramente, cada vez estamos más lejos de la felicidad como un estado sólido. Y, como los zombies, caminamos en una densa bruma cotidiana.
Justamente, al ser todo tan fugaz, la necesidad de recrear esos efímeros episodios de bienestar genera, por caso, la cantidad de personas que a diario y en cualquier lugar, vemos por la calle, en una oficina, en un banco (a hurtadillas) espiando el celular o totalmente abstraídos en él.
De ser un útil elemento comunicacional, el celular ha pasado a ser el receptáculo de nuestra versión más triste. Paradójicamente, las redes sociales que venden felicidad y perfección son la versión enferma de la personalidad de una generación angustiada, triste y vacía.
¿Cuándo se perdió el interés por la buena lectura?, ¿cuándo el de mirar la naturaleza, cualquier paisaje lindo y perderse unos minutos en él?, ¿cuándo ve uno en una confitería una conversación completamente libre de la interferencia de un celular? ¿cuántas parejas o grupos familiares vemos compartiendo una mesa, en la que cada uno porta un celular y la proporción de palabras que se intercambia es exigua a la par del tiempo dedicado a sus dispositivos?
La gente ya no conversa, se manda emoticones, no expresa sensaciones sino a través de avatares y lo que tal vez es peor: no se permite estar triste, o mostrarse así, porque hay todo un movimiento moderno que exige la plenitud, aunque ésta sea sólo una fantochada.
En Argentina, se estima que hay 28,9 millones de usuarios de Instagram a principios de 2025. Esta cifra representa el 60,7% de la población total. Según Google, el 87% de los internautas argentinos tienen una cuenta en Instagram. 
Esto, traducido en los términos de esta nota, sería que más de la mitad de la población argentina, en algún momento del día, segrega dopamina. Ergo, siente placer por un instante, nada más. Lo cual es muy triste, y explicaría el nivel extremo de violencia paradojal que maneja la sociedad en la vida cotidiana.
Si el placer está dado en una pantalla pequeña que vende la felicidad ajena, con lujos de artificio, lo fugaz del bienestar explica el clima social que nos asiste y que hace que el ochenta por ciento de la población no sea feliz, aunque parezca ésta una apreciación tajante y arbitraria. Pero, lamentablemente, real.

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