08 de octubre, 2024
Colaboración

Como parte de la serie de relatos denominados “Escultores Delgado”, el autor contó detalles acerca de la escultura de Francisco de Aguirre, y el rol que tuvo Roberto “Tuty” Delgado, en su creación. 

"Papá, no me gusta como lo estás haciendo", le había dicho Tuty a su padre Roberto cuando este le mostró cómo iba desarrollando la estatua de Francisco de Aguirre.

Entonces, mediados de 1968, Tuty era Maestro Nacional de Artes Visuales, estudiante de Arquitectura y ayudante y discípulo de su padre, el entonces ya reconocido escultor Roberto Delgado.

A este último no le agradó mucho la opinión de su hijo y, en un principio, la rechazó.

Puntualmente, Tuty le observaba un aspecto compositivo de la escultura: la postura de la figura no ofrecía una riqueza suficiente desde varios puntos de vista; lo cual, es algo a tener muy en cuenta si se quiere hacer una estatua que visualmente pueda resultar atractiva desde los 360º.

Pero, además, Tuty señalaba otro problema que tenía que ver con las condiciones de observación del proceso constructivo: hacía falta una distancia mayor para observar la estatua en su conjunto y, a partir de eso, pensar y hacer los ajustes que beneficiaran la composición.

Roberto respondía que teniendo resuelto todo en la maqueta no era necesaria tal distancia, ya que bastaba agrandar el tamaño en el espacio de acuerdo a lo previsto, pero justamente, para Tuty, no era del todo bien lograda la maqueta de la escultura (no así la del monumento).

Como nos suele suceder a la mayoría de las personas, no aceptamos de "buenas a primeras" las observaciones críticas, pero si intuimos que en el fondo son constructivas, podemos terminar por ceder. Tal decisión adoptó Roberto Delgado y decidió aceptar el aporte de su hijo. Esto significó desarmar todo lo hecho hasta el momento, y no ceñirse estrictamente a la maqueta. Pero, además, implicó voltear una pared que separaba al estudio de dibujo del taller de escultura, a fin de disponer de una distancia mayor para observar la forma en su conjunto; aprovechando también un desnivel en el piso.

Cuando Tuty se desocupó de parciales pendientes, ya para comienzos de 1969, la escultura se inició nuevamente, desde cero. Roberto Delgado posó para obtener imágenes fotográficas y dar con la postura más óptima de la figura; es decir la postura que exhibiera mayor riqueza visual desde los 360º.

Quizá basta comparar la maqueta con la figura final para detectar la diferencia entre la propuesta inicial y lo que finalmente resultó. En este sentido, creo que fueron decisiones muy importantes:

* Aumentar la rotación del torso hacia el centro.

* Flexionar el brazo izquierdo de la figura (el que sostiene un rollo).

* Aumentar la longitud del cuello.

* Darle cierta inclinación al eje de la cabeza.

* Mover un poco al centro la rodilla derecha.

* "Jugar" con las tensiones visuales que sugieren las direcciones de los pies.

 

Todo esto se fue ajustando observando desde lejos y sacando muchas fotografías. Cabe señalar que, junto al estudio de dibujo, los Delgado tenían un pequeño cuarto en el cual revelaban por cuenta propia las fotografías que tomaban; por lo cual, utilizaban esta herramienta para reflexionar sobre que ajustes o correcciones eran pertinentes.

Al cabo de un mes y medio de trabajo intenso, el modelo en arcilla estuvo finalizado. Tuty había ejecutado de la cintura para abajo, y su padre de la cintura para arriba, para posteriormente retocar toda la figura a fin de unificar texturas y ajustes del modelado.

Luego, siguieron los pasos propios de esta técnica: moldeado y vaciado en yeso, traslado de la figura (seccionada) al taller de fundición para su versión final en bronce (realizada en Buenos Aires, en el taller de un señor de apellido Czernack).

Ya en Santiago, una vez izada y colocada en el pedestal, faltaba adherir la hoja de la espada al mango. Tuty subió para realizar una soldadura autógena. Pero el viento desviaba la llama del soplete en medio de un frio glacial, tanto que, según me relató, “la ansiedad de mi papá lo hizo tomarse un buen trago de ginebra". Al ser dificultosa la soldadura, el problema se solucionó uniendo las partes con un remache. Al día siguiente, fue inaugurada.

Cuando anden por allí, traten de observar la base de la figura por su lado que mira al parque "Pulgarcito", y verán (en la base de la estatua) que, junto a la firma de Roberto Delgado, dice "Tuty". El escultor padre valoraba de este modo la valiosa contribución de su hijo en la concepción de esta estatua que, estéticamente, nada tiene que envidiar a otras del mismo género, porque -cual mujer hermosa- resulta bella desde donde se la mire.

¡Que viva el Arte!

 

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