Desde Santiago del Estero, una emprendedora transforma su pasión artística en resistencia y sustento.
Sabrina Daisner nació en Buenos Aires, pero es completamente santiagueña. El calor y el amor de la gente que la acogió en esta provincia se lo confirmaron. Llegó por causas ajenas a su voluntad, pero hoy decide permanecer aquí. Impulsada por el amor a sus hijos y la búsqueda de independencia económica, hace ya diez años se animó a convertir una de sus pasiones en un proyecto de emprendedurismo.
Durante su adolescencia, el canal de televisión Utilísima se encontraba en auge. El paso a paso de cómo crear figuras con porcelana fría repercutió en Sabrina, quien terminó replicando lo que veía. Nunca imaginó que esa actividad sería su salvavidas en momentos de inestabilidad financiera, que surgieron cuando se separó del padre de sus hijos tras haber sido víctima de violencia de género.
El arte como forma de volver a empezar
Su fuerza y predisposición la ayudaron a ser constante. Realizó capacitaciones, la mayoría a distancia ante la falta de formadores en Santiago del Estero, y pulió su técnica. Hoy, "Sabrina Daisner Arte en Porcelana Fría" se diferencia por la calidad y el detalle que presentan cada una de sus piezas. “Busco la perfección. Soy muy perfeccionista. Quiero que quede lo más igual posible”, explicó en una entrevista exclusiva para LA COLUMNA.
Sus creaciones van desde adornos, mascotas, flores, cascadas de humo, hasta lo que más le gusta hacer: duendes. Estos, a diferencia del resto, no son personalizados y son sumamente significativos para su creadora, más allá de la libertad creativa que le brindan. A estos pequeños seres mitológicos se les adjudica el rol de protectores de la buena suerte. Para Sabrina, han sido de gran compañía y buen augurio: “Hay que tenerlos cerca de la entrada porque absorben energía negativa. Por ejemplo, a mí nunca me faltó la plata. Yo denuncié a mi ex por violencia de género y le hice exclusión del hogar en una época en la que no tenía plata. Te juro que no tenía plata. Y por ahí agarraba una campera y tenía plata en el bolsillo. Nunca me faltó la plata”, comentó.
Es por esto que, cada año, los pequeños se vuelven los protagonistas de su stand en la Feria Artesanal y todos los fines de semana en El Patio del Indio Froilán. Sabrina nota cómo es inevitable para las personas acercarse y examinar a cada una de estas criaturitas fantásticas. Esto también ayuda a que comprendan el porqué de su precio, ya que diariamente se enfrenta a la desvalorización del trabajo artesanal. “No valoran el arte. Piensan que es como la época del ‘todo por dos pesos’, que uno iba, compraba por dos pesos y en cantidad. Y no. Son trabajos hechos uno por uno, sin molde, artesanal, original, hechos exclusivamente para esa persona. Son muchos detalles que no se tienen en cuenta y no se valoran”, agregó.
Una mujer que no se rinde
Su amor por el arte y lo manual continúa creciendo. Actualmente se encuentra en el segundo año del Profesorado de Artes Visuales en el Instituto Superior de Bellas Artes Juan Yaparí, proyecto que tuvo que dejar durante la pandemia para poder acompañar a sus hijos, pero que está decidida a terminar. Dentro de sus planes se encuentra poder realizar cursos sobre moldeado en porcelana fría, un arte muy poco practicado en Santiago. Señala que, en realidad, se trata de esculturas en miniatura, lo que requiere un trabajo aún más complejo.
A pesar de que el camino es sacrificado y parece distante, no se permite dejar de soñar. Sabrina sigue luchando por tener su propio hogar y cortar toda relación con su expareja, lo que no le permite avanzar por completo. Así, finalmente, podrá tener su local físico de venta de duendes, su propio taller para dar clases y su centro de masajes, ya que además de artista es masajista, profesión que actualmente no ejerce. “Y si amaso la masa, ¿cómo no voy a amasar un cuerpo?”, dijo entre risas.
Ante todas las complicaciones, Sabrina Daisner tiene el privilegio de dedicarse a lo que ama. Confiesa que emprender tiene sus riesgos, que no es algo fijo y no siempre hay ingresos, pero le permite ser libre, no tener horarios y avanzar a su propio ritmo. Pero principalmente, le brinda la satisfacción de poder estar orgullosa de sí misma.
Hoy, después de años emprendiendo, deja su consejo a quienes quieren empeza a hacerlor: “Que lo hagan. Si están dispuestos a dar un pedacito de sí mismos y no arrepentirse después, que lo hagan. Yo siempre que hago algo, siempre hay algo que me quiero quedar… y no puedo. Y a aquellos que sienten que no merecen una buena retribución económica: que la peleen. Que no regalen el trabajo. El tiempo que se pone en juego no vuelve. Y es lo más importante. Hay que hacerse valer. Si no es por la calidad o por no tener confianza, por el tiempo. Que valoren el tiempo. Que le pongan precio al tiempo.”